Andan sus Majestades los Reyes de periplo por España. El objetivo de la gira, sospecho, es mostrar cercanía, apoyo y empatía ante la crisis que ha generado la pandemia. Supongo que la gente mientras yace al sol en la playa de Benidorm, o toma un café a la fresca en un patio cordobés, está cavilando sobre su futuro en medio de un ERTE o con su pequeño negocio clausurado. De repente, pasan los monarcas por delante, con algo de suerte apretón de manos, y lo que era gris oscuro pasa a ser turquesa. De la tribulación al gozo. De la miseria a la abundancia. 

Admiro a los que se contentan con tan poco. A mí me parece algo anacrónico, en el siglo XVIII igual estaba bien. Lo que ha generado efectos positivos en mi estado de ánimo ha sido salir a la calle, hacer deporte, ver a la familia, a los amigos. Los monarcas pueden quedarse en Marivent o en la luna de Marte.  

Tal vez es que soy poco empático, y, no hay espacio disponible en mi corazón para lo remoto. Soy inmune a la euforia ante circunstancias sin efecto cuantificable en la sociedad, en los míos o en mí. Igual es deformación profesional. Mientras veo a la pareja regia de paseo lo que me viene a la mente es la palabra nepotismo. Lo peor es que no es algo exclusivo de la monarquía, es algo mucho más amplio. Existe una élite cuyo estatus no está vinculado al mérito sino al origen. Hay dos vías de entrada en este exclusivo reducto. La original y la sintética. La original es la de los apellidos. Sólo hay que fijarse en cómo se repiten en los Consejos de Administración y posiciones directivas. La sintética es la de las puertas giratorias en la política. En ambos casos no son la trayectoria y la capacidad las que determinan la situación del individuo, es la familia, personal o política, pero la familia, al fin y al cabo.

Yo me siento reflejado en el maestro Juan Belmonte, cuya biografía, obra del magnífico Manuel Chaves Nogales, he leído últimamente. El matador de toros tenía un gran defecto para la vida en sociedad. No aceptaba las jerarquías sociales que no respondían al orden natural. Ese orden natural establece respetar a los mayores y a los que son expertos en su oficio, por humilde que sea. El maestro Belmonte se irritaba cuando le tuteaban aristócratas y jerarcas, sin embargo, mantenía un trato cercano con campesinos o empleados. Desafortunadamente, lo que abunda es el que pisa a los de abajo y babosea ante los de arriba. No hay tantos Juanes Belmontes hoy en día. 

Curiosamente, el pensamiento de Belmonte está en línea con el del filósofo Michael J. Sandel, recientemente galardonado con el Premio Príncipe de Asturias. Sorprendentemente, el señor Sandel alerta contra la tiranía de la meritocracia. Por supuesto que es loable eliminar las barreras para que todo el mundo tenga la oportunidad de progresar en la vida. 

El mejor antídoto ante la incertidumbre sigue siendo mantener una actitud positiva y optimista ante la vida

Compara la sociedad con una escalera. Aunque ayudes a todo el mundo a alcanzar el escalón más alto, algunos se quedarán en los escalones más bajos, y, sentirán que la sociedad les ha dejado atrás. La solución es respetar la dignidad del trabajo, independientemente de las credenciales académicas. Es imprescindible un reconocimiento hacia las personas que realizan trabajos esenciales para el funcionamiento de la sociedad. La clave es tratar a todos los ciudadanos con el mismo respeto, independientemente de su oficio o posición social. De esa manera evitaríamos la humillación y el resentimiento que muchas personas sienten hacia las élites, y la propagación de populismos.

Aunque no parezca muy monárquico, la realidad es que ni lo soy ni lo dejo de ser, es algo que me trae sin cuidado. Sin embargo, debo ser algo contradictorio, porque peor que los monárquicos me caen los que queman sus retratos o las banderas de España. Me pasa como con los toros. No me gustan, aunque tengo que reconocer que el jaleo que hay en el bar y alrededores sí que lo hace. Sólo he estado una vez en una corrida, para ver como era. Fue en la Feria de Jerez, y, todavía cuando paseo por la zona me siento señalado como el que regaló una entrada para ver a José Tomás.  Sin embargo, los que me irritan a lo bestia son los antitaurinos. Que manía de cuando no te gusta algo querer prohibirlo. A mí no me gusta el marisco y no por ello quiero prohibirlo.

Así que el mejor antídoto ante la incertidumbre sigue siendo mantener una actitud positiva y optimista ante la vida. Lamentablemente que los monarcas salgan de su burbuja no aporta demasiado. Ya decía Demócrito que la alegría es el mayor atributo del ser humano y el buen humor debe ser el objetivo de la vida. Entre tanto vuelven a sonar los tambores de subida de impuestos a los “ricos”. Viva la demagogia y buen verano. Suerte. 

Andan sus Majestades los Reyes de periplo por España. El objetivo de la gira, sospecho, es mostrar cercanía, apoyo y empatía ante la crisis que ha generado la pandemia. Supongo que la gente mientras yace al sol en la playa de Benidorm, o toma un café a la fresca en un patio cordobés, está cavilando sobre su futuro en medio de un ERTE o con su pequeño negocio clausurado. De repente, pasan los monarcas por delante, con algo de suerte apretón de manos, y lo que era gris oscuro pasa a ser turquesa. De la tribulación al gozo. De la miseria a la abundancia. 

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