Es la piedra angular sobre la que ha pivotado algunas de las decisiones industriales de mayor peso de los últimos años en Euskadi. Para los gobiernos nacionalistas, José Antonio Jainaga es el ejemplo del perfecto industrial que ama a su tierra y apuesta y arriesga por ella. A él recurrieron para rescatar Sidenor en 2015 y más recientemente para retornar Talgo al País Vasco. La investigación de la Audiencia Nacional conocida ayer fue un revés a la imagen que el nacionalismo siempre ha procurado proyectar sobre su figura. La acusación que la Audiencia Nacional investiga es grave. Más aún en una de las comunidades que más se ha movilizado contra la ofensiva israelí en Gaza.

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Jainaga está investigado por un presunto delito de contrabando y participación por complicidad en un delito de lesa humanidad o genocidio. La venta de acero al conglomerado y fabricante de armas Israel Military Industries (IMISI) –propiedad del gigante de armas Elbit Systems- sin autorización del Gobierno estaría detrás de la acusación. Además de Jainga están siendo investigados otros tres directivos. Todos ellos están citados a declarar el próximo 12 de noviembre.   

Jainaga es un hombre con gran predicamento en el entorno del PNV. Personifica la figura del industrial vasco que siempre ha apostado por su tierra, incluso en los tiempos difíciles de ETA. El pasado mes de julio el Gobierno de Imanol Pradales le concedió el mayor reconocimiento empresarial que otorga el Ejecutivo: el premio Joxe Mari Korta, en recuerdo al empresario y presidente de los empresarios guipuzcoanos asesinado por ETA en 2000. “Toda su trayectoria es un ejemplo de inteligencia, esfuerzo, compromiso, honestidad y un especial don para crear equipos”, aseguró entonces el Gobierno vasco.

Hijo de taxista

Hijo de taxista, nació en Bilbao hace 71 años. Este industrial padre de tres hijos y abuelo de cuatro nietas afronta ahora un delicado proceso judicial. Por el momento Sidenor se ha limitado a asegurar que aportará al juez toda la información que obra en su poder y a recordar que el pasado 1 de julio ya hizo pública su decisión de suspender todas las acciones comerciales con Israel, en cumplimiento de la decisión del Gobierno de suspender sus contratos con Israel.

La suya ha sido una carrera forjada en el exterior y asentada en su tierra. Titulado en ingeniería industrial por la Escuela de Ingenieros de Bilbao, su primer trabajo fue en la división nuclear de SENER, otra de las compañías vascas de referencia. De ahí pasó a Michelín, donde llegó a ocupar la vicepresidencia y dirección general para Europa. Su labor en la compañía gala le llevó a residir 20 años en París. Fue de allí de donde le rescató el entorno del PNV y del Gobierno vasco de la época. En realidad, lo hizo un exconsejero de Industria del PNV: Sabino Arrieta.

Este militante jeltzale le tentó en 1998 con regresar a Euskadi para ponerse al frente de Sidenor. Jainaga aceptó. La compañía industrial había sido privatizada tres años antes y Arrieta se hizo con ella. Sólo duró siete años más. En 2005 Arrieta vendió Sidenor a la brasileña Gerdau por 443 millones de euros. Jainaga continuó en la compañía. Hasta que sus nuevos propietarios optaron por prescindir de ella. En 2016 el Gobierno vasco impulsó la idea de que Jainaga se pusiera al frente de la misma y el empresario cerró la operación de compra por 155 millones. Desde entonces ocupa la presidencia de la compañía.   

'Operación Talgo'

Una operación similar es la que ha situado a Jainaga de nuevo en una de las grandes operaciones industriales del País Vasco de los últimos años: la adquisición de una parte muy relevante de Talgo. Tras varios intentos fallidos, el Ejecutivo de Pradales recurrió al presidente de Sidenor para impulsar, junto con el propio Ejecutivo, la BBK y la Vital la operación para hacerse con el 29,9% de Talgo. De este modo, volvería la sede de la compañía ferroviaria a tierras vascas. Ahora se abre cierta incertidumbre sobre si la causa abierta en la Audiencia Nacional afectará al cierre de la 'operación Talgo', pendiente aún del cierre de algunos flecos financieros.

Jainaga, como la mayor parte de los grandes industriales vascos, es un hombre discreto. Lo tuvieron que ser para resistir bajo la amenaza terrorista. No se prodiga en medios de comunicación pero quienes le conocen le describen como “socarrón, campechano y leal” y al que le apasionan los retos que conlleva un rescate y reflote empresarial. Figura como una de las mayores fortunas de Euskadi. Una de sus principales inquietudes pasa por asegurar la sucesión del control industrial vasco, su arraigo y por fortalecer su tamaño para asegurar su supervivencia.

Con esos objetivos creó el holding familiar Mirai, con el que junto a sus hijos ha ido conformando una organización con más de una veintena de pequeñas y medianas empresas que ha adquirido. Miran cuenta a con más de 1.200 empleados.

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