Yació hace unos días, en una calle cercana a París, un ser humano por la libertad de enseñanza. Ocurrió en un país que luchó por la “Liberté” hace cientos de años. Hay tradición. Me salto la forma y el cómo, bien conocidos por el lector. No entraré en la parte más cruel y sórdida de esa historia de fanatismo juvenil, de pequeñas marionetas rotas que destruyen aquello que no les gusta a los que mueven sus hilos. Precisamente es la educación en libertad la única forma de sacar de esa oscuridad a quienes se ven influidos desde los rincones ocultos de esa red que usan para comunicarse a diario. Así es como serpentea la mala semilla de una muerte en el día a día inofensivo de jóvenes que no quieren escuchar.

Y si el presunto educador que usó la decapitación como forma de darnos lecciones creía que nos había dado una, realmente necesitaba una para sí. Va para todos un mensaje que dice que “todos tenemos algo que aprender alguna vez”.

Faltaba en nuestra lista un tema tranquilo, suave, que represente vacío, soledad y también reflexión. Ahí va.

En 1979, Andy Davs, un músico amante de los sintetizadores y bastante fan de John Lennon se unió, entre otros, a un violinista ya fallecido llamado Stuart Gordon para darle el toque justo elegante que otros vieron innecesario en el pop. En unos años 80 marcados por la popularización de los sintetizadores y los llamados teclados MIDI, no era extraño ver en los conciertos la marca KORG aparecer en la trasera de los más modernos instrumentos, iluminados por algún vari-lite, otra de las innovaciones en los eventos en vivo.

Korgis. Ese nombre ya daba una idea de que estábamos escuchando una pieza que venía de los nuevos tiempos modernos pero melancólica. Mientras The Police unían sonidos jamaicanos con algo de punk, o Queen rompía con todo a base de una voz como la de Mercury, unos chicos tímidos con fotos en blanco y negro tocaban despacio una canción que encajaría perfectamente en nuestros casetes etiquetados como “lentas” entre “Souvenir” de OMD y “Gold” de Spandau Ballet.

Sí, definitivamente todos tenemos algo que aprender alguna vez, como dice la letra. Llevamos ya unos cuantos meses descubriendo lo frágiles que somos, lo que es importante en nuestra vida, y a valorar lo que no tenemos. Para que encima vengan a darnos lecciones cuchillo en mano de lo que debemos pensar. Relajemos el ambiente como cuando poníamos todo a media luz para escuchar aquella cinta que contenía a los Korgis. También la calma se aprende.