Los semblantes son serios. Lo han sido toda la campaña. Es el rictus de la preocupación. La inquietud no llega al drama pero sí a la preocupación y a cierta impotencia por la dificultad de encontrar la fórmula para revertir la situación. En el PNV no tienen encuestas propias, trabajan con las que publican los medios de comunicación y en ellas el augurio no es bueno. Pese a que las posibilidades de repetir en el Gobierno vasco son muchas, el riesgo de tener que hacerlo como segunda fuerza supondría un duro desgaste y un revés en la historia democrática del último gran partido hegemónico de la España de las autonomías.

Los cinco días de campaña que restan serán clave. Los responsables de campaña de Sabin Etxea tienen el foco puesto en los 360.000 indecisos y en los desmovilizados de los que hablan los sondeos. Además de activarles para acudir a votar se debe lograr frenar la fuga de voto hacia otras formaciones que se detecta desde hace meses.

El PNV ha disparado los actos electorales e incluso los ha programado en municipios en los que en circunstancias anteriores jamás los hubiera incluido en la ‘caravana electoral’. Cada voto cuenta y esta vez más que nunca. La desafección la tienen detectada entre los votantes de 35 a 50 años, urbanos, a los que el PNV ya no les motiva como lo hacía antes. Al desgaste de gobernar durante cuatro décadas casi ininterrumpidas se suma, en muchos casos, la discrepancia con los pasos dados en los últimos años y la falta de ilusión que suscitan los nuevos candidatos.

Entre los jóvenes, el voto que ya no es afín parece más difícil de atraer. La izquierda abertzale los capta casi en su totalidad e incluso es capaz de absorber el apoyo juvenil que abandona Sumar y Elkarrekin Podemos en masa.

Indecisos y poco motivados

La primera semana de campaña se ha centrado en confrontar su modelo con el de Bildu. En alertar del riesgo de un cambio. La crítica hacia los de Otegi se ha alimentado incluso con duras referencias a su pasado. El presidente del PNV recurría al símil del traje de Primera Comunión con el que se ha vestido la izquierda abertzale para su ‘carta de presentación’ de cara al 21-A. “El día 22 se lo quitarán y ya no será blanco, serán los duros de toda la vida”, aseguró Ortuzar a este medio. En los últimos días, los reproches han dado paso a los datos, a la confrontación del relato con los datos de una gestión de gobierno de los últimos cuatro años que Sabin defiende convencido.

La atonía de la campaña en el conjunto de los partidos se percibe con menor intensidad en EH Bildu. Los actos de la coalición abertzale que lidera Otegi navegan con viento a favor tras los buenos resultados de las municipales y las generales. Es el mismo viento, esta vez en contra, que deben remontar los candidatos del PNV. El último 'Eitb Focus', el sondeo del Ente público, arrojaba un dato que explica bien lo que está sucediendo. En todas las franjas de edad la intención de voto es muy superior en favor de la candidatura de Otxandiano que la que lidera Imanol Pradales. Entre los votantes de 30 a 44 años el 33% tiene decidido su voto para EH Bildu, el porcentaje cae a la mitad, el 16% en el PNV. Entre los 45 y 64 años, el 26% sabe ya que apoyará a Otxandiano y el 21% a los de Pradales.

Y movilizar a los indecisos, cerca del 20%. No es fácil. En esta campaña está más presente el mensaje de la ilusión entre los de Bildu que el mensaje del miedo a un ‘sorpasso’ entre los posibles votantes del PNV. Bildu ya no asusta ni suscita grandes temores en amplios sectores de la sociedad como lo hacía antes. Lo ha acreditado el resultado en las últimas elecciones municipales y podría hacerlo en domingo.

Entre los potenciales votantes jeltzales la atonía sigue siendo una norma extendida. Incluso las encuestas la detectan. El PNV defiende que su problema está más en la abstención que en la decepción, que su voto se quedó en casa y no en otras siglas. Entre quienes se abstuvieron hace ahora cuatro años, en las autonómicas de 2020, Bildu lograría que un 10% esta vez votara por ellos, frente a sólo un 8% que acudiría a las urnas para apoyar al PNV. Casi la mitad de los abstencionistas de hace cuatro años dicen que volverán a serlo ahora y un 28% tiene dudas de si votar esta vez o no.

Fuga de voto

Pero además de atraer voto nuevo hay que evitar que el que un día nos apoyó esta vez no lo haga o, peor aún, lo haga a la marca rival. Entre sus votantes, sin duda, la gran fortaleza la demuestra Bildu. El 88% de quienes le apoyaron las pasadas elecciones autonómicas dice ahora que volverá a hacerlo. Entre los que votaron a Bildu en 2020 esta vez los indecisos apenas alcanzan al 8%. A Bildu le llegará también, según Eitb Focus, un 20% de votos que hace cuatro años fueron a Elkarrekin Podemos.

En el PNV, las dudas y las ‘rupturas’ son mucho mayores. Sólo el 64% afirma a día de hoy que volverá a votarles. Un 9% de los votos de las autonómicas de 2020 se irán a Bildu y un 21% tiene dudas sobre qué hacer. Respecto a la fidelidad del voto, el PP, que se ha propuesto competir por el voto decepcionado del PNV, es alta. El 77% de quienes le apoyaron en 2020 lo volverá a hacer. En el caso del PSE, ese porcentaje cae al 55%.

Las elecciones generales es uno de los indicadores del estado de apoyo social por el que atraviesan las dos formaciones que compiten por vencer en las elecciones del domingo. El cruce de datos de lo ocurrido en la anterior cita electoral y las autonómicas también arroja un indicador para ser tenido en cuenta. Si bien el comportamiento del electorado es muy dispar en unas elecciones y otras, en comparación con los comicios generales el PNV se recuperaría. Según este sondeo el 12% del voto que se abstuvo (75.000 votos) iría esta vez al PNV y también una parte del que votó a Feijóo (11.800 votos) optaría esta vez por el PNV. Por el contrario, habría cerca de 25.000 votantes que le apoyaron para las generales que se le irían a Bildu. Por su parte, Bildu lograría movilizar a una parte de quienes se abstuvieron en las generales y que el domingo sí estarían dispuestos a apoyar a Otxandiano, casi 35.000 votos.