El 11 de diciembre de 2021, Francisco Javier Mateo, de 59 años, salió de su casa sin saber que lo iban a matar. Fue a la finca El Carrascal, en el coto La Lastra del Cano, en Ávila. Allí tenía concertada una jornada de caza con cinco personas de la misma familia y el postor, quien la organizó. Uno de ellos lo mató de un disparo.

La versión judicial, por ahora, es que el autor fue Álvaro Herréiz, un anciano de más de 80 años que se encaramó a un puesto de tiro de gran dificultad y que lo bajó cargado con su escopeta y se equivocó al tirar contra un jabalí pequeño. En una primera versión dijo que tuvo que ser una bala rebotada, pero las heridas de bala de Francisco Javier no dejan lugar a dudas: no hubo mella en el proyectil. La realidad es que la investigación, y con ello el juicio, estuvo plagado de errores y negligencias.

Francisco Javier se puso esa mañana un pantalón marrón oscuro con bolsillos a los lados, además de un pantalón interior verde. Hacía frío. También un jersey de punto oscuro, botas y calcetines. La vestimenta típica de un cazador experimentado como él, con más de 20 años a sus espaldas. Lo necesario para no ser visto por los animales a los que iban a tirar. Lo único que lo distinguía, como medida de seguridad para los demás, era una gorra naranja fosforita. También llevaba su rifle, un Remington 30.06 semiautomático.

Un autor confeso

Al llegar, envió un vídeo a su mujer. Eran las 10:59 de la mañana. Le enseñaba el puesto que le había tocado, el 22. El postor contó a la Guardia Civil, que llevó el caso, que Francisco Javier era un cazador experimentado y que ya había estado en ese mismo puesto varias veces antes. Conocía los riesgos de bajar al camino, donde se supone que murió. A las 11:09 envió un selfie, y a las 13:39 otro. Una hora más tarde se estaba desangrando sobre la tierra.

Según declaró el cabo de la Benemérita que se desplazó al lugar de los hechos, al llegar todas las armas excepto la del finado y la del presunto asesino estaban en los coches. También las prendas reflectantes, aunque la gorra de Francisco Javier no ha aparecido. Cuando preguntó que había pasado, Álvaro Herréiz se autoinculpó y le dio una vaina de un cartucho como el responsable de la muerte. Era del calibre 12, que produce un diámetro de herida de 20 milímetros.

El agente no buscó más cartuchos ni vainas, dando por buena la versión del anciano. Pero tampoco lo arrestó ni le leyó los derechos. Al menos en el sumario no hay acta que lo acredite.

La forense

La médico forense que analizó el cuerpo del muerto, María Luisa Morán Canelo, certificó que el disparo se había producido de adelante hacia atrás, de izquierda hacia derecha y de arriba hacia abajo. Es decir que le habían disparado desde un lugar más elevado y el proyectil le entró por la barriga saliendo por el glúteo. En un primer momento dijo que no había agujero de salida, a pesar de no encontrar la bala en el cuerpo.

La realidad es que el adbomen de Francisco Javier quedó destrozado, mientras que el glúteo tenía una entrada de bala de ocho milímetros. Es decir, que estaba en un lugar más elevado que el tirador y la dirección fue de abajo hacia arriba, de derecha a izquierda y de detrás adelante. Totalmente al contrario de lo que había declarado la forense.

La causa se cerró con un sólo acusado, Ángel Herréiz, el anciano que se autoinculpó entregando de su propia mano la bala que supuestamente acabó con la vida del hombre que salió de su casa de Carabanchel, en Madrid, dirección a Ávila. Y con un informe forense que decía que el tirador estaba en el lado por donde salió la bala.

Nueva investigación

La familia, con el paso del tiempo, se dio cuenta de que algo fallaba. Encargaron una investigación a la firma de unos detectives privados, Humint, que se desplazaron hasta la finca donde tuvo lugar la muerte. Según su análisis del sumario, sólo el postor y el muerto mantuvieron los puestos de tiro que les había tocado. El primero era el 23, el más cercano a los coches. Francisco Javier se colocó en el 22 y Ángel Herréiz en el 21, aunque le correspondía otro. El 21 era de difícil acceso, complicado para un anciano de más de 80 años.

Según la Guardia Civil, la persona que efectuó el disparo como la que recibió el impacto se encontraban en el camino forestal por donde pasaban los jabalíes. Su hipótesis es que al pasar un animal, los colocados en el puesto 22 y 21 los avistaron a la vez y que eso pudo ocasionar el disparo que acabó con la vida del cazador. Según los investigadores privados, eso es imposible: no se puede ver a la pieza al mismo tiempo desde ambos lugares.

Un familiar del anciano confesó en un primer momento que este dijo que tuvo que ser una bala rebotada, pero balística desmintió esta posiblidad. En febrero de 2024, Herréiz afirmó otra cosa: que bajó al camino desde su puesto al escuchar dos disparos. Que al llegar escuchó un tercero y de repente vio a un jabalí pequeño venir hacia él y disparó una vez. Que desconoce si el muerto había salido de su puesto pero que tuvo que ser así.

Durante su declaración, admitió que escuchó a Francisco Javier pedir ayuda, ya que estaban cerca. Pero también mostró tener una sordera pronunciada, ya que escuchaba las preguntas de la juez con dificultad. Además, llevaba cascos de tirador de color rojo, lo que dificultaba más la audición. Los investigadores privados ponen en duda que él fuese la persona que estaba al lado del finado. Pero hay más.

"No es compatible"

La herida de entrada en el glúteo derecho medía 8 milímetros. El arma de Herréiz era del calibre 12, como la vaina que le dio al cabo. El agujero que provoca es de 20 milímetros. "No es en absoluto compatible", explica en su informe el criminalista que trabaja para la familia, con más de 30 años de experiencia.

Entre los cartuchos para rifle que más utilizan los cazadores están los del calibre 30.06 y los del 7,65 R. Ambos provocan un agujero de entrada 7,85 milímetros, plenamente compatibles con el orificio de entrada, ya que tenía cierta inclinación, no era recto del todo. El problema es que la Guardia Civil aceptó la versión del anciano y no hizo prueba balísticas del resto de armas presentes en la escena.

"Todo empieza y todo acaba con la autoinculpación de don Álvaro Herréiz", concluye el criminalista. Pero en su informe da otro dato que pone en duda todo el proceso. "La médico forense doña María Luisa Morán Canelo, al menos en el momento de los hechos, no era forense acreditada y titular, ni formaba parte del Cuerpo
Nacional de Médicos Forenses". Es decir, el informe en el que se basó todo el caso estaba hecho con alguien sin facultades para ello.

El caso ha sido reabierto ha instancias de la Audiencia Provincial de Ávila. El juzgado de instrucción de Piedrahita, que lleva el caso, ha citado el próximo 11 de diciembre a la médico forense, a los agentes de la Guardia Civil y a los detectives privados. La fecha es el mismo día que la muerte de Francisco tres años antes para intentar averiguar quién acabó realmente con su vida.