Este 13 de diciembre Diego Pérez de los Cobos cumple 61 años, y se jubila. Deja la Guardia Civil, cuerpo al que ha dedicado toda su vida profesional, con la satisfacción de haber cumplido siempre su deber. Aunque ello le haya costado no coronar como merecía su carrera ascendiendo a general de la Benemérita.
En su balance personal, sin embargo, el coronel Pérez de los Cobos ve muchas más luces que sombras. Hace un par de días celebró una comida de despedida en un restaurante en El Pardo (Madrid) a la que acudieron casi 400 personas, entre ellas más de cien agentes que fueron subordinados suyos en distintas etapas. En su discurso de agradecimiento, dijo: "Como creyente, yo puedo perdonar todo lo que se ha hecho conmigo. Lo que no puedo perdonar es todo lo que ha sufrido mi familia".
Han sido más de cuarenta años de servicio, entre ellos, algunos muy duros en el País Vasco, en plena lucha contra ETA. Pero es de esos años de los que guarda sus mejores recuerdos, como cuando salvó la vida, siendo entonces teniente, a un sargento del cuerpo que iba a ser asesinado por la banda terrorista al día siguiente a las afueras de Pamplona. Mucho tiempo después, siendo jefe del Gabinete Técnico del Ministerio del Interior, cuando el ministro era Alfredo Pérez Rubalcaba, vivió los estertores finales de ETA, hasta su derrota final.
El coronel hubiera sido un desconocido para la mayoría de los españoles si el Fiscal General de Cataluña (durante el gobierno de Mariano Rajoy) no le hubiera encomendado la tarea de coordinar a las fuerzas de seguridad en Cataluña en los días previos a la celebración del referéndum ilegal del 1-O.
Mucho se ha especulado sobre la actuación de la Policía y la Guardia Civil durante ese día (los Mossos prácticamente no intervinieron), pero el coronel tiene claro que se optó por la solución menos mala para abortar lo que considera que fue un golpe de Estado. "Se cumplió la ley en Cataluña. No intervenir hubiera sido como aceptar que Cataluña era ya, de facto, independiente", reflexiona. Hubo 200 actuaciones simultáneas, en las que intervinieron más de 6.000 agentes de la Guardia Civil y de los antidisturbios de la Policía. Hubo muchos heridos, pero ningún muerto, como tal vez hubiera querido algún líder independentista. En ningún momento se usaron armas de fuego.
A pesar de que la actuación fue muy medida, las imágenes de los agentes desalojando de los colegios a los congregados, porra en mano, fueron utilizadas por los independentistas para vender la idea de que España reprimía el legítimo derecho al voto. Incomprensiblemente, el Gobierno de Rajoy renunció a dar la batalla de la imagen, cedió a la presión y prefirió que el tema se fuera enfriando. Gran error. Porque esa acción comandada por Pérez de los Cobos significó el principio de la derrota de los independentistas, que comprobaron que el Estado ejerció sus funciones, a pesar de que lo más cómodo hubiera sido dejar hacer.
Siempre ha defendido su actuación durante el 1-O: "En Cataluña se cumplió la ley"
Después, la declaración del coronel ante el Tribunal Supremo fue clave para la condena de los cabecillas del procés por sedición. Los condenados, en especial los líderes de ERC, con los que luego pactaría Pedro Sánchez su investidura, no le perdonaron nunca la contundencia de sus argumentos.
Seguramente, en su lista secreta de peticiones a Sánchez, los jefes de ERC apuntaron la de cortarle la cabeza al coronel que impidió la farsa del 1-O.
Anotado ya en esa lista negra, el 25 de mayo de 2020, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, destituyó al coronel de su puesto como jefe de la Comandancia de Madrid por "falta de confianza". La excusa fue que Pérez de los Cobos se negó a dar a sus superiores un informe que había sido declarado secreto por la juez que instruía un caso de presunta prevaricación por parte del delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, por autorizar la manifestación del 8 de marzo cuando ya se habían detectado casos de Covid en España.
La destitución no tenía sentido porque cumplir la orden de sus superiores hubiera significado incumplir un mandato judicial. En lugar de achantarse, el coronel dio una batalla legal en defensa de su actuación que le llevó hasta el Tribunal Supremo, donde finalmente le dieron la razón, para disgusto del ministro del Interior.
Es importante resaltar que en esta primera batalla, Grande-Marlaska actuaba por delegación. El responsable final de su cese como jefe de la Comandancia de Madrid no fue el ministro, sino el presidente del Gobierno. Así lo constató en su declaración ante el tribunal el DAO de la Guardia Civil, el teniente general Laurentino Ceña, quien dijo que cuando le pidió explicaciones a la ex directora general de la Guardia Civil, María Gámez, sobre el cese de Pérez de los Cobos, esta aseveró: "Lo ha ordenado Moncloa".
Después, ya sí, vino la inquina personal del ministro y su empecinamiento en evitar por todos los medios el ascenso a general del coronel Pérez de los Cobos, algo a lo que también el Supremo dictaminó que tenía pleno derecho.
Grande-Marlaska nunca admitió que un subordinado no se plegara a sus deseos, aunque fuera incumpliendo su deber. Parece mentira que este ministro haya sido juez.
El coronel, que podía haber seguido dando su batalla personal para seguir en el cuerpo, decidió el pasado mes de noviembre renunciar a la ejecución de la sentencia del Supremo, que había anulado ya tres ascensos a general de tres coroneles de la Guardia Civil. Pérez de los Cobos entendía que sus compañeros no eran responsables de la arbitrariedad del ministro y, por tanto, no estaba dispuesto a perjudicarles en sus carreras. Esa es otra prueba de la forma recta de actuar del coronel que hoy deja su puesto.
Tiene, por supuesto, ofertas para integrarse al sector privado. Pero ahora lo que quiere es descansar y dedicarle a su familia parte del tiempo que le hurtó durante sus largos años de servicio. Entre los libros pendientes, tiene sobre la mesa el último de Pérez Reverte, La isla de la mujer dormida, que el escritor le remitió dedicado hace unos días.
Mucha gente cree que el Estado de derecho es una entelequia, una arquitectura política o jurídica, una fórmula que se utiliza a conveniencia para defender intereses particulares. No es así. La democracia se asienta no sólo sobre la separación de poderes, sino sobre personas que creen en ese principio y lo aplican independientemente de quien esté en el Gobierno. Pérez de los Cobos es un ejemplo para todos los que creen en el Estado de derecho, lo que, en ocasiones, exige sacrificios y obliga a ser indomables frente a los que quieren destruirlo. Sean terroristas o no.
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hace 1 mes
Brillante artículo que coloca a cada uno en su lugar.
Su cargo político convirtió a Grande-Marlaska en superior jerárquico de Pérez de los Cobos, pero la grandeza humana no es del aborrecible Fernando, sino del indomable Diego.
Aunque le hayan privado miserablemente de acceder al generalato que merecía, su comportamiento ha estado muy por encima del de quienes quisieron dominarlo y no pudieron.
¡Enhorabuena, mi general!