La madrugada más dura en lo que va de verano. Alrededor de un centenar de migrantes ha intentado cruzar a Ceuta a nado desde las costas marroquíes. Algunos de ellos fueron acercados hasta la zona por pequeñas embarcaciones de pescadores marroquíes, que realizan estos traslados a cambio de dinero.

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La tentativa ha sido por la frontera del Tarajal por segunda madrugada consecutiva aprovechando la intensa niebla, han informado a Efe fuentes policiales. Se suma al medio centenar de migrantes que en la madrugada del martes intentaron llegar a Ceuta por la misma vía tras lanzarse al agua desde las costas de Castillejos, ciudad marroquí distante unos dos kilómetros de la aduana fronteriza del Tarajal.

La operación ha mantenido en alerta permanente al Servicio Marítimo de la Guardia Civil, que ha realizado rescates sin descanso durante toda la noche y la mañana, apoyado por la Marina marroquí, según el diario local El Faro de Ceuta. La colaboración entre ambos países ha permitido interceptar la mayoría de los intentos y evitar entradas masivas como las registradas en veranos anteriores.

Rutas suicidas

Los intentos de cruce se han concentrado en puntos críticos como el Tarajal, el Sarchal y la zona conocida como la Sirena, donde algunos migrantes son obligados a lanzarse al mar desde las pateras, incrementando el riesgo de ahogamiento. En varios casos, la niebla espesa y las corrientes han convertido los trayectos en verdaderas rutas suicidas.

La Marina marroquí se encargó de recoger a numerosos nadadores en aguas próximas a su costa, mientras que la Guardia Civil trasladó a otros hasta la playa del Tarajal, donde fueron entregados nuevamente a las autoridades del país vecino. Solo una pequeña decena de personas consiguió pisar suelo ceutí.

Este tipo de intentos no es aislado. Desde finales de julio, los cruces a nado se han intensificado y superan con frecuencia el medio centenar diario, con picos de hasta cien personas en una sola noche. Los migrantes provienen de diversos orígenes —marroquíes, argelinos, subsaharianos y asiáticos, tanto adultos como menores—, todos con el mismo objetivo: escapar de la precariedad de su país de origen.

La Guardia Civil trabaja al límite, sin apenas pausas, mientras vigila una frontera sur sometida a una presión constante. Cada operación nocturna es una carrera contrarreloj para evitar tragedias, sobre todo cuando las condiciones del mar y la baja visibilidad ponen vidas en juego.

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