España vive la peor ola de incendios de este siglo. Se han quemado más de 50.000 hectáreas y miles de personas han tenido que ser desalojadas de sus hogares. Lo peor, ya van tres fallecidos en las labores de extinción.
Las llamas llegan desde Tarifa hasta Orense. En algunos lugares, como la zona norte de la provincia de Zamora, se quema una sierra que ya fue pasto de las llamas hace tres años. Todos los informativos de radio y televisión, y todos los diarios abren con imágenes de terror en las que las llamas amenazan con devorarlo todo a su paso.
La situación es tan grave que hubiera requerido de una reunión del presidente del Gobierno con los presidentes de las autonomías afectadas para acordar un plan conjunto de actuación urgente ante la catástrofe. En lugar de eso, el ministro tuitero, Oscar Puente, se dedicó desde el primer momento a bromear –maldita la gracia– con la pasividad de Fernández Mañueco (Castilla y León), o Moreno Bonilla (Andalucía), precisamente dos comunidades donde gobierna el PP y hay elecciones en 2026. Ante las críticas a sus excesos verbales, Puente remachó: "No hay desgracia que no les pille de farra".
Mañueco estaba de vacaciones en Cádiz y tardó dos días en ponerse las pilas. Pero Sánchez continúa su descanso en La Mareta (Lanzarote) y el miércoles se limitó a decir en X: "Todos los medios del Gobierno para luchar contra los incendios... Todo mi apoyo a las personas que se encuentran en zonas afectadas". Por lo menos, no echó leña al fuego. Para eso ya tenía a sus provocadores de guardia.
En medio de esa trifulca estúpida, los alcaldes y vecinos de las zonas afectadas se quejaban de la falta de previsión, la escasez de medios y la tardanza en actuar. ¿Cómo no van a tener los españoles una imagen penosa de sus políticos?
Pero, vayamos a las causas. Este año hemos tenido en España la primavera más lluviosa de este siglo. Cualquier experto en gestión de bosques, incluso cualquier vecino de una localidad rural, sabe que ese fenómeno, además de llenar los pantanos, provoca un crecimiento de matorrales y pastos que, en verano, puede convertirse en un peligro. En efecto, este año hemos tenido unos meses de junio y julio muy calurosos y la primera quincena de agosto no ha hecho sino ahondar el problema. Esas altas temperaturas provocan una "sequía relámpago", que convierte los matorrales y pastos en combustible inflamable.
Esto se sabía, pero no se ha hecho nada para evitar el infierno que se nos venía encima.
Esta situación ha coincidido en algunas zonas con fuertes rachas de viento (Tarifa, Tres Cantos) que han complicado las tareas de extinción. A eso hay que añadir que en los últimos años, la inversión en prevención de incendios se ha reducido a la mitad, tanto a nivel estatal como autonómico. El Gobierno tiene ahora menos medios aéreos de los que disponía hace un par de años. El PP lo ha atribuido a la falta de presupuestos. Sea o no esta la causa, el caso es que el Gobierno tiene menos aviones para apagar incendios y se ha visto obligado a pedir ayuda a la UE.
En muchas de las comarcas afectadas se sufre desde hace décadas el fenómeno de la despoblación. No hay cultivos, ni tampoco gente que sepa cómo gestionar estas situaciones. No sólo eso, no se deja pastar al ganado en ciertas zonas ni se retira periódicamente la vegetación seca. En algunos lugares no existen ni franjas de acceso a las zonas de pastos.
La búsqueda de rentabilidad política en la catástrofe no le acarrea ningún beneficio al Gobierno
Es verdad que la gestión forestal corresponde a las comunidades autónomas, pero el Estado es el responsable de coordinar, apoyar y movilizar los recursos cuando se trata de grandes incendios, como es el caso de los que estamos sufriendo ahora. La UME (Unidad Militar de Emergencias) ha estado a la altura de las circunstancias. Margarita Robles ha sido la única ministra que ha hablado personalmente, al menos, con el presidente de Castilla y León. Pero, además de Defensa, hay otros dos ministerios con responsabilidades directas: el Ministerio de Transición Ecológica (de él depende el Programa Nacional de Prevención de Incendios y el Centro de Coordinación Nacional de Incendios Forestales), y el Ministerio del Interior (del que depende la dirección general de Protección Civil y Emergencias). ¿Qué han hecho? La ministra Sara Aagesen y el ministro Grande-Marlaska tienen que comparecer de inmediato para explicar por qué se ha reaccionado tarde y mal, cómo es posible que un ministerio (Transición Ecológica) que tiene su esencia en el cambio climático haya sido tan ineficiente a la hora de prever lo que iba a suceder este verano.
El Gobierno, por tanto, no puede presumir de nada. Todo lo contrario, es el principal responsable de no haber puesto en marcha esta primavera un plan, consensuado con las autonomías, para evitar lo que ahora está sucediendo.
La táctica empleada con Carlos Mazón, echarle toda la culpa de la mala gestión de la Dana, cree el Gobierno que le da rédito. Pero no es así, sino todo lo contrario. Recuerdo la imagen de Pedro Sánchez a los tres días de la riada que había causado más de 200 muertos, decirle a Mazón que si necesitaba ayuda, que la pidiera y el Gobierno se le daría. ¿Cómo es posible tanta arrogancia y tanta irresponsabilidad? Desde luego, al PSOE no parece que esa táctica le esté dado muy buenos resultados en la Comunidad Valenciana, donde no levanta cabeza.
Pero es más. Incluso aunque fuera rentable políticamente, nunca se debería recurrir a algo tan bajo como culpar a otros del desastre y ponerse de medio lado como si la cosa no fuera con el presidente de todos los españoles. Eso es desconocer lo que significa la España de las Autonomías, en la que es el Gobierno el que delega unas competencias, pero es, en última instancia, el Estado quién tiene que responder ante situaciones de emergencia o especial gravedad. Eso afecta tanto a la Dana como a los grandes incendios que estamos padeciendo.
La bronca política que se ha montado en torno a la responsabilidad por la ineficacia ante los incendios no le viene bien a nadie, y abunda en el descrédito de nuestro modelo de Estado descentralizado. Si el gobierno va a "castigar" a las comunidades que no son de su partido, entonces ¿para qué sirven las autonomías? Sánchez, que ha sido relegado en Europa al papel de "simple oyente", como relataba en su análisis Ana Alonso, ha adoptado en esta crisis el papel de observador bondadoso. En línea con una de sus máximas, hacer de la necesidad virtud, ha encontrado la manera de compensar el varapalo político que sufrió en las autonómicas de 2023: como la mayoría las gobierna el PP, todo lo malo que ocurra allí es culpa del PP. Pero a los que ven quemarse sus casas, sus cosechas o su ganado, eso no les sirve de consuelo. Sólo ven que cuando se le necesita, el presidente no está. Ya no es un dios del universo político, un redentor frente al avance de la extrema derecha. Tan sólo es un hombre sobrepasado por los acontecimientos que busca sobrevivir un poco más en espera de un milagro.
1 Comentarios
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hace 9 minutos
¿Si quien tiene la gestión asumida por delegación no la ejerce, provoca una situación muy peligrosa, situación que debe durar el menor tiempo posible?