Se veía venir. Nadie en el paseo de la Castellana daba un duro porque la última etapa de la Vuelta a España pudiera disputarse con normalidad. El dispositivo policial era, dada la magnitud de la cita y el contexto político-social en el que se producía, muy reducido. Todo iba a saltar por los aires. Y, ante los ojos de todo el mundo, saltó. Después, la Delegación del Gobierno en Madrid aseguró que fue una jornada "sin incidentes", y que acudieron 100.000 personas.

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Cerca de las siete de la tarde, la megafonía de la carrera anunció la cancelación de la etapa: no se podía garantizar la seguridad de los corredores. Tampoco se pudo celebrar el podio final, al que debía subir Matthew Riccitello, del equipo Israel Premier-Tech, como mejor joven. Los manifestantes propalestinos se echaron inmediatamente a la calzada, colocándose frente a los antidisturbios.

En la plaza de Neptuno arrojaron objetos contra los agentes, que respondieron con cargas. En cambio, en la calle de Alcalá o en el tramo de la Castellana que baja desde Colón, las protestas transcurrieron sin violencia, al menos durante la primera fase de las mismas.

La Policía blindó el centro de Madrid y salir de allí se convirtió en una odisea. Para los periodistas atrapados al otro lado de la Castellana, regresar a la sala de prensa, ubicada en la calle Alfonso XII, era casi imposible. El balance inmediato: dos detenidos y 22 policías heridos por el lanzamiento de vallas y otros objetos.

Las reacciones no se hicieron esperar. El ejecutivo israelí, a través de su ministro de Exteriores, Gideon Saar, calificó al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, "de ser una vergüenza para España". La prensa belga informó además de que la organización del Tour de Francia se replantea la salida prevista el próximo año desde Barcelona. Lo cierto es que en las dos pruebas 'hermanas' de la Vuelta a España, el Giro de Italia y el propio Tour, no se han vivido altercados similares en los últimos años.

Los periódicos internacionales coincidieron en señalar lo ocurrido como un final "inédito" en la historia de las grandes vueltas. L’Équipe habló de un desenlace "sin final", con cargas policiales y caos en el centro de Madrid; Sporza destacó que el pelotón quedó bloqueado tras la invasión de los manifestantes; La Gazzetta dello Sport subrayó el clima de tensión y drama; y Le Monde abrió su portada con la imagen de un activista propalestino en pleno recorrido.

Los policías señalan al Gobierno

Los principales sindicatos policiales han exigido responsabilidades. La Confederación Española de Policía (CEP) pidió una condena a quienes crearon el "caldo de cultivo perfecto" para el "boicot". Jupol criticó a los "responsables políticos que han hecho un llamamiento a las protestas", mientras que el Sindicato Unificado de Policía (SUP) acusó a Sánchez de "alimentar la protesta" y reprochó al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que "mire hacia otro lado", mientras subrayaba que el dispositivo fue "claramente insuficiente, poniendo en riesgo la seguridad de todos".

Desde el inicio, los responsables de La Vuelta han tratado de explicar sin éxito que no tienen capacidad de veto sobre la presencia del Israel, clasificado gracias a los puntos obtenidos en competición. Sería la Unión Ciclista Internacional (UCI) la encargada de prohibir su inscripción, como ya ocurrió con los equipos rusos tras la invasión de Ucrania.

Lo cierto es que, a lo largo de la carrera, las protestas han puesto en peligro en varias ocasiones la integridad física de los ciclistas. Tres de ellos, Javier Romo, Edward Planckaert y Simone Petilli, sufrieron caídas tras la irrupción de manifestantes en la carretera. Este sábado, un grupo reducido de manifestantes se abalanzó sobre los corredores, a la altura de Cercedilla, cuando trataban de evitarles.

Previamente, en Bilbao, la organización tuvo que cancelar el final de etapa. En Galicia, acabar ocho kilómetros antes de lo previsto, y en Valladolid reducir el kilometraje de la contrarreloj para evitar salir del casco urbano. La tensión llevó al equipo Israel a eliminar el nombre del país de sus maillots para tratar de pasar más desapercibidos.

Guerra política

Por la mañana, Pedro Sánchez había legitimado el boicot a La Vuelta, obviando los riesgos que los corredores han sufrido en las dos últimas semanas: "Reconocimiento y respeto absoluto a los deportistas, pero también nuestra admiración a un pueblo como el español que se moviliza por causas justas como la de Palestina". Y añadió: "España hoy brilla como ejemplo y da un paso al frente en la defensa de los derechos humanos".

Tras los disturbios, varios miembros del Gobierno respaldaron la protesta. Óscar López, ministro de Transformación Digital, defendió la "llamada a la conciencia internacional" de las marchas y pidió "serenidad" para que "no haya cuatro saltados que empañen lo que ha sido una manifestación espontánea". También la ministra de Sanidad y líder de Más Madrid, Mónica García, celebró lo ocurrido: España, dijo, "vuelve a ser faro mundial en defensa de los Derechos Humanos".

Por su parte, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que viajaba en el coche de dirección de carrera y se fotografió antes con los ciclistas del equipo Israel, denunció la "kale borroka alentada por Pedro Sánchez y sus ministros", que a su juicio convirtió el final de la Vuelta en escenas de "familias y niños corriendo y llorando". "Esto no es Madrid", escribió en sus redes.

El alcalde, José Luis Martínez-Almeida, fue en la misma línea. En una declaración institucional desde el Palacio de Cibeles, aseguró que lo ocurrido es "fruto del odio y la violencia alentados de forma irresponsable durante los últimos días por dirigentes de la izquierda y especialmente por el presidente del Gobierno".

Un podio improvisado

Aunque no pudieron subir al podio en la Cibeles, los ganadores de la Vuelta a España improvisaron una ceremonia en uno de los hoteles donde se albergaban. El danés Jonas Vingegaard, doble campeón del Tour, celebró su tercera victoria en una 'grande' acompañado del portugués Joao Almeida y del británico Tom Pidcock.

Mads Pedersen, ganador de la clasificación de los puntos, Jay Vine, ganador de la montaña, y el ya mencionado Riccitello, también se dejaron ver por allí. A pesar de las circunstancias, el gesto permitió poner un cierre a la carrera y reconocer el esfuerzo de los ciclistas tras una edición marcada por la tensión y las protestas.

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