Hay regresos que no son pura nostalgia, sino un canto creativo a la continuidad y la maestría de un oficio. En esas coordenadas puede interpretarse la aparición de una colección de fragancias que recupera tres de los grandes emblemas de la perfumería española, olores que pertenecen a la memoria colectiva de nuestro país. Vuelven Agua Brava, Agua Lavanda y Agua Noble convertidas en perfumes nicho y filtradas a través de la mirada, la mano y la nariz de Jean-Claude Ellena, probablemente el perfumista más influyente de nuestro tiempo. En lugar de reeditarlas, Puig, la compañía que creció sobre ellas y que hoy es un gigante del lujo internacional, las ha traducido: mismo idioma, pero con otros acentos.
Para construir estas Colonias Absolutas, Ellena, que se declara "del Mediterráneo antes que de Grasse" –capital mundial del perfume de la que procede la saga a la que él pertenece–, ha trabajado desde la idea de que una colonia es un gesto cotidiano, no un accesorio. Su estilo –economía de medios, claridad y profundidad– encaja con lo que Puig define como su regreso al origen: fragancias ligeras, sin género ni edad, que acompañan sin imponerse. "Son perfumes para sentirse bien, no para parecer", resume el propio perfumista.
Un perfume que no necesita disfraz
La colección nace de una intuición sencilla: en tiempos saturados de intensidad y artificio, lo verdaderamente moderno es volver a lo esencial. Agua Brava, símbolo de masculinidad contenida desde 1968, conserva su arquitectura aromática, pero gana sensualidad y textura amaderada. Agua Lavanda Iris toma como punto de partida la mítica lavanda de 1940 que cambió el olor de los hogares españoles y la eleva con iris, una nota que aporta sombra y elegancia sin alterar la frescura original. En cuanto a la tercera reinterpretación de Agua Noble, se mueve en un territorio más abstracto: cuero andaluz, hojas de naranjo, bergamota, almizcle blanco. Un perfume limpio, con eco táctil.
La cuarta composición, Agua Mediterránea, es nueva. Parte de la hoja de higuera –el olor por excelencia del Mediterráneo, según Ellena— y combina lentisco, menta salvaje, cedro y cítricos en una especie de mapa olfativo del litoral. Con vistas al mismo, en pleno Maresme, Puig organizó este miércoles una presentación por todo lo alto en la Casa Balañà, un icono de la arquitectura catalana del siglo XX entre brutalista y space age diseñado por Antonio Bonet a comienzos de los años 70.
Diseño con memoria
Los frascos recuperan la silueta diseñada por André Ricard en 1962, inspirada en las jarras baleares. Es un diseño sin gestos superfluos, casi arquetípico, que vuelve ahora en vidrio verde con tapón de madera y estuche terracota. Como si la forma también recordara que la belleza no necesita ruido. "Hay que enorgullecerse del pasado", dice Manuel Puig, vicepresidente de la compañía. "Era honesto ser coherentes con nuestros orígenes y poner en valor lo que hemos recibido".
Jean-Claude Ellena ha sido, durante décadas, el gran maestro de la sencillez en perfumería; sus fórmulas funcionan como haikus. Y en estas colonias se advierte esa misma precisión: pocas materias, una calidad impecable y una intención clara. "El olor siempre tiene algo que decir, cuenta algo, te habla. Tiene alma", dice.
El resultado es una colección de perfumes que más que a innovar aspira a permanecer. "Lo importante es la emoción que provoca y eso la hace atemporal", añade Ellena. Puig lo resume con otra frase, casi un lema doméstico: lo lento, bello y para siempre. Que hace juego con el lema de otro exégeta del Mediterráneo, Eugenio d'Ors: la obra bien hecha.
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