Diez medidas que sintetizan una intencionalidad: reducir en lo posible la influencia de Vox tras los siguientes ciclos electorales. El PP ya había dado pasos puntualmente y con anterioridad para hablar de inmigración: en los comicios catalanes de 2024, para abordar la inseguridad, y meses después durante la crisis migratoria de Canarias y Melilla y las negociaciones para el reparto de menores migrantes no acompañados con el Gobierno. Pero ha sido durante el final del ciclo de sesiones anterior y este inicio del nuevo, con la cumbre de Murcia y la presentación este martes del Plan Nacional de Inmigración, cuando el PP decide entrar de lleno a un debate espinoso dominado por Vox.

El curso empezó con el convencimiento de que podría aumentarse las distancias con Santiago Abascal. Desde Génova calculaban un margen de un millón de votos para rozar e incluso alcanzar, con un total de diez millones, la mayoría absoluta. Sin embargo, en apenas semanas Vox se ha fortalecido sondeo tras sondeo: ya supera su techo, arrasa entre la generación Z e incluso quita ese millón de votos precisamente a Feijóo, lo que plantea un reto de futuro a los populares ante un constante relevo generacional. El PP, por ello, cree que debe ir a la ofensiva en todos los ámbitos. También en la inmigración.

La conclusión es que, si sigue abandonando debates o tratándolos de forma superficial, Vox irá abriéndose paso y condicionará con mayor representación tanto a los barones territoriales -hay comicios en Castilla y León y Andalucía en 2026, con visos de buen resultado para Abascal, y amago de adelantos en enclaves como Extremadura-, como un futuro gobierno de Alberto Núñez Feijóo. Algo que preocupa, dado el compromiso adquirido en el último congreso del PP en julio, donde afirmó que gobernará en solitario buscando apoyos externos. Pero a menor distancia entre fuerzas, menor margen para exigirlo a Abascal.

Fuentes de Vox apuntan a que este asunto, tanto autonómico como nacional, dependerá de los escaños y no preocupa, aunque se sienten a gusto desde fuera porque ven mayor capacidad de presión. El partido se mueve mejor desde la oposición, siendo más agresivo: hasta que no rompieron con el PP en las comunidades el año pasado, venían experimentado una bajada electoral significativa. El principal objetivo no es tanto de gobierno, sino de sorpasso a los populares. Otras fuentes políticas, próximas a Génova y Bambú hacen quinielas: "Ningún gobierno de coalición de Feijóo y Abascal duraría más de un año". Lo justifican con que "habría una crisis cada semana".

"Barrios irreconocibles" o nacionalidad "merecida"

Durante la presentación del plan migratorio, Feijóo y los suyos quisieron enmarcarse constantemente en la centralidad, entre el "populismo" de un PSOE "que omite" el que es ya "el principal problema para los españoles" y exige "un debate", y de un Vox "que convierte el miedo en ideología". Hubo guiños a autónomos y trabajadores en general, para atraer también a votantes socialistas no tan politizados y desencantados con la gestión en inmigración del Gobierno. Pero hubo algunas coincidencias con el discurso de Vox, que evidencia la competencia.

Por un lado, hubo una diferencia clara entre el apoyo a la diversidad frente al multiculturalismo en la sociedad española. "No se pueden convertir barrios enteros en lugares irreconocibles", dijo Feijóo. Hace tan solo una semana, el vicepresidente de Vox, Ignacio Garriga, durante una entrevista en La 2 Cat, afirmó la misma frase. "En Cataluña, en Murcia, en Madrid hay barrios que ya son irreconocibles. Eso hay que denunciarlo, y eso no es ser ni racista ni xenófobo, es sentido común".

Por otro lado, y en añadido a propuestas como ligar la inmigración al empleo con un visado por puntos, fortalecer la vigilancia fronteriza, centralizar todas las competencias en una "autoridad única", Feijóo ahondó en las expulsiones o el impedimento de entradas si se cometen delitos graves en territorio español o en los lugares de residencia anteriores durante los cinco años previos. En Vox lo verbalizan como "al que delinca, billete de vuelta".

El PP coquetea ya directamente con elementos concretos del lenguaje antiinmigración ilegal de Vox para ese objetivo electoralista. Aunque figuras como la vicesecretaria de Política Sectorial del PP, Alma Ezcurra, aseguró durante la presentación que no entran en el debate por "moda" u otros intereses, sino porque "preocupa" y "hay españoles confundidos en sus barrios".

Incluso Feijóo calcó una parte de un discurso de Giorgia Meloni, socia italiana de Vox, al que la familia europea popular se viene acercando incluso desde antes de las europeas del año pasado. En un mitin reciente en Roma, la premier afirmó: "La ciudadanía italiana no se regala, si quieres ser ciudadano italiano debes quererlo, sudarlo, merecerlo. Es un premio a quien respeta nuestra identidad". El dirigente popular, tras mencionar que una vez en el Gobierno endurecerá los requisitos de idioma y conocimiento cultural para adquirir la española, apreció: "La nacionalidad no se regala, se merece".

Ante ello, la reacción de Vox no ha tardado en llegar. Primero a nivel parlamentario, con la misma musicalidad de la propuesta de Feijóo pero yendo un paso más allá. Al mismo tiempo que el PP presentaba el plan, los de Abascal anunciaban en el Congreso una proposición no de ley que contiene la remigración de los inmigrantes irregulares, de los legales que delincan de gravedad "o hagan de los leves su forma de vida" y quien no se integre culturalmente. Se pide suprimir el arraigo para obtener la nacionalidad, priorizar a los nacionales para las ayudas sociales y deportar a los inmigrantes que no contribuyan económicamente, entre otros. Además de ventaja fiscales a las contrataciones de nacionales.

Vox no confía en que el PP aplique el plan y avisa de que solo ellos pueden garantizarlo

Por la tarde, reaccionó Abascal a la presentación de Feijóo. Lo hizo a través de uno de los satélites comunicativos afines al partido. "Son frases literales que he dicho (...), es algo escandaloso". "No sé si él lo sabe. O si lo ha copiado un asesor, se la ha dado y el pobre no lo sabe. Pero están bien dichas", apreció el también diputado, aunque creyó que el PP no tiene previsto cumplir ese plan. "Ojalá ganemos las elecciones. Pero si no, y tenemos algo que decir, las van a cumplir. Que los españoles sepan que si quieren que se cumpla solo puede apoyar a Vox", ahondó criticando al PP.

El PP, choque con Vox y vuelta a su marco

Esa ofensiva en todos los ámbitos a la que se compromete el PP llevará al partido además a contestar a cada "mentira" o "insulto" que se lance desde Bambú contra Génova. Creen que debe haber un punto de inflexión en la relación con Vox y que "ignorarlo ya no vale". Pero, igualmente, se atacará cada actuación cuestionable de los de Abascal. El ejemplo más claro es la crítica al dirigente de Vox por su ausencia en la tribuna del desfile de la Fiesta Nacional o a la recepción a palacio, algo que algunas capas del PP ven como un desplante a la Corona y su utilización. La comparativa con EH Bildu o los independentistas no gustó al de Amurrio, que renuncia a compartir espacios más allá del Congreso con el Gobierno.

En añadido, esa ofensiva pasa por dar la vuelta al argumento de Vox de que "PSOE y PP son la misma estafa". Garriga, desde Barcelona por la mañana, culpó al PP de ser responsable junto al PSOE de "una invasión de inmigración ilegal".

Durante días atrás los populares vienen incidiendo -con convencimiento- en la idea de que hay una colaboración en la sombra entre socialistas y ultraconservadores para salir beneficiados por ambos costados con el detrimento de Vox. Que se está consolidando una pinza. Se agita la idea de que hay contactos entre el asesor de Abascal, Kiko Méndez-Monasterio y el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, para esa operación. Todo pese a que nunca ha habido relaciones entre partidos.

El PP se retrata en el centro, frente a una estrategia interesada de dos extremos con intereses de retroalimentación electoral mutuos. En parte, creen que los últimos barómetros del CIS o la encuesta de Iván Redondo van orientados a ello: a dar imagen de un PP debilitado frente a Vox, pisándole los talones, y un Sánchez fuerte como primera opción aunque sin margen para gobernar. Está por ver, en primera instancia, cómo influye ese tono duro en las negociaciones de PP y Vox para sacar adelante los presupuestos de 2026.