La de la descarbonización es una carrera extraña. En ella corren una suerte de ‘caballos’ gráciles en forma de modernos vehículos eléctricos y ‘burros’ algo fatigados como el envejecido parque móvil español. Lo hacen además en una ‘autopista’ con cada vez más ‘corredores’. Mientras la generación de energía verde no deja de aumentar en nuestro país y la capacidad instalada supera sus propios récords, la parte de la realidad que aspira a erradicar no deja de crecer. El consumo de algunos combustibles fósiles es un claro ejemplo de ello. Hoy en España el consumo de energías fósiles es mucho mayor que hace una década. Las cifras oficiales de la gasolina dan fe de ello y la del queroseno, el principal combustible de la aviación, también.

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Actualmente nuestro país consume un 40% más gasolina que en 2015 y un 34% más de queroseno. Se trata de los dos combustibles fósiles que más han incrementado su consumo, pero no los únicos. En realidad, todos lo han hecho. Mientras la electrificación de las carreteras y la economía avanza a ritmo lento, la demanda de fueloil (+3%), GLP (+9%) o gasóleo (+0,13%) ha seguido aumentando, según los datos de la Corporación de Reservas estratégicas de Productos Petrolíferos (CORES).

En esta década de descarbonización la implantación y el desarrollo de energías limpias, fundamentalmente la fotovoltaica y la eólica, han seguido evolucionando. Pero al mismo se han topado con un ritmo muy inferior de renovación en ámbitos que deberían ser los que absorbieran una parte importante de esa energía verde.

La electrificación del transporte es sin duda una de las grandes carencias con la que se han encontrado las renovables. Hoy prácticamente el 90% del parque móvil se mueve con motores diésel o gasolina. Según la patronal de fabricantes de automóviles, ANFAC, de los 31,3 millones de vehículos que hay matriculados en España apenas 495.000 son eléctricos. El parque móvil ha aumentado en esta última década de manera muy importante al pasar de los 27,4 millones de vehículos hace una década a los 31,3 millones actuales. Los datos de Anfac muestran cómo entonces teníamos una media de 489 vehículos por cada 1.000 habitantes y hoy esa cantidad se ha elevado hasta los 544 vehículos por 1.000 habitantes, un coche por cada dos personas.

Más vehículos y más antiguos

Más vehículos por hogar o empresa y mucho más antiguos. A mayor antigüedad, mayor consumo de combustible. En los últimos años cambiar de automóvil se ha convertido en una decisión cada vez más incierta. Las dudas por el cambio del modelo de movilidad, la incertidumbre ante la revolución del coche eléctrico o el encarecimiento de muchas de sus ofertas han ido retrasando el cambio de la apuesta fósil por la eléctrica. En 2015 la edad media del parque español apenas alcanzaba los 11,7 años, frente a los 14,5 años de media que se registra actualmente.

No es la única causa del incremento del consumo fósil. En estos últimos diez años otro fenómeno ha contribuido de modo decisivo a ello: el aumento de la actividad aérea en nuestro país. El desarrollo de combustibles limpios para la aviación avanza pero por el momento el uso de combustibles limpio como el SAFF sigue sin ser generalizado. El empleo de queroseno continúa siendo mayoritario en la aviación española.

Los aeropuertos han visto en todos estos años cómo su actividad crecía, en gran medida a consecuencia del incremento de la llegada turistas. Si comparamos la actividad de hace una década, según datos de AENA, en 2015 la actividad aérea fue de 207,4 millones de pasajeros. El año pasado esa cifra se disparó un 49% hasta superar los 309 millones de pasajeros. A todo ello se debe sumar la actividad generada por el transporte de mercancías y otro tipo de operaciones que también han ido en aumento.

CORES muestra cómo la demanda de queroseno ha aumentado de año en año en la última década. Si hace diez años el total de millones de toneladas consumidas fue de 5,5, en 2024 esa cifra se había elevado hasta los 7,38 millones de toneladas.

Mucho queroseno, poco SAF

El consumo en queroseno que requieren los aviones es sin duda la consecuencia más negativa para la transición energética y la descarbonización en la que está inmersa la economía española y europea. El transporte aéreo y el marítimo son dos de los puntos débiles de todo el proceso y que mayor retraso acumulan. De media, en España la aviación consume entre medio millón y 720.000 toneladas de queroseno al mes. Los meses de julio y agosto, cuando el desplazamiento aéreo con fines vacacionales se dispara, ese consumo alcanza las cuotas más altas. Si hace una década el consumo en meses estivales rondaba las 560.000 toneladas de queroseno, este pasado verano alcanzó las 722.000 toneladas.

La normativa ‘ReFuelEU Aviatión’ establece que desde comienzos de este año todos los aviones deben tener un combustible mixto en el que al menos un 2% sea SAF. Dentro de cinco lustros deberá alcanzar el 70%. No en vano, la aviación es, hoy por hoy, una de las fuentes de mayor contaminación y su descarbonización para limpiar los cielos es urgente. Para el años 2050 los aviones deberán dejar de emitir emisiones contaminantes y el queroseno que ahora emplean sus motores deberá haber sido sustituido íntegramente por alternativas limpias y renovables. Por ahora, la opción ‘verde’ es el SAF (Sustainable Aviatión Fuel), un combustible líquido con las mismas características técnicas que el queroseno pero que logra reducir entre un 80% y un 100% las emisiones de CO2.

Al queroseno, las gasolinas y los gasóleos se les suman otros productos menos contaminantes, como el Gas Licuado del Petróleo, un combinado del propano y el butano, que ha aumentado ligeramente. Supone un consumo de 2,13 millones de toneladas, frente al 1,96 millones de 2015, según Cores. Otros derivados como los lubricantes, el coque o el BIA completan el consumo de derivados petrolíferos, con otros casi 13 millones más de toneladas.

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