Sin abrirse a la izquierda Vox no puede ser un partido de gobierno. Es una idea fundamental extendida dentro del partido de Santiago Abascal, que roza sus máximos en las encuestas nacionales sin un desgaste considerable al PP, adhiriendo todo el votante muy de derechas pero también al abstencionista descontento con el sistema. Si bien en otro contexto una opción como Vox no podría prosperar entre los nichos progresistas, en un momento de deterioro y de desconsolidación de esas opciones políticas, así como un ambiente de decepción generalizada, esto da combustible a los de Abascal para intentar permear y emular a otros socios internacionales como Marine Le Pen y la Reagrupación Nacional francesa.

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En definitiva, de ser una opción percibida como radical, a una opción ampliamente representativa entre diferentes capas sociales sin que lo ideológico sea el principal obstáculo. Tras refundar el antiguo Frente Nacional, Le Pen consiguió el voto de exvotantes de Los Republicanos o del Partido Comunista, de jóvenes e incluso de mujeres. Figuras como Iván Espinosa de los Monteros recientemente han advertido sobre esta lepenización, criticando el movimiento desde ECR a Patriots.

En España, Vox viene coqueteando con esa idea desde hace tiempo. En 2018 se presentó públicamente como una apuesta de relevo de un PP que había renunciado al contenido ideológico en beneficio de la gestión y la economía. Con la crisis del coronavirus, intentó alzar un discurso obrerista y sobre los servicios sociales, vinculándolo todo a la inmigración como problemática, desde una posición elitista que desentonaba. La ausencia de una crisis social dura tras la pandemia impidió que calase. Se evidenció ese intento con el despliegue del sindicato Solidaridad.

Desde entonces, y a hasta este punto, la ruptura de Vox con su antiguo ser y la depuración de todas las figuras claves -salvo Abascal- vinculadas a esa élite, como el matrimonio Espinosa de los Monteros-Monasterio, y la entrada de nuevos liderazgos juveniles, como el de Carlos Hernández Quero, han permitido implementar un discurso más social con tintes patrióticos. A nivel estratégico, y a diferencia del pasado, el giro discursivo es un hecho: se habla más de economía y de problemas sociales como la vivienda o el deterioro de los servicios públicos a la vez que se azuza la inmigración masiva y la corrupción que rodea al Gobierno y desacredita a las formaciones de izquierda que lo respaldan.

En Extremadura, ya iniciada la campaña este viernes de madrugada, Vox se enfrenta a un primer examen con esa estrategia desplegada en su totalidad: ver hasta qué punto puede empezar a sumar capas de votantes progresistas. Es algo que determinarán a posterior las encuestas, pero también el resultado en vistas a lo que bajen PSOE o Unidas Por Extremadura, si se da el caso, lo que crezca o no el PP, y el nivel de participación, si eso lo capitaliza Abascal y su candidato Óscar Fernández. El discurso es claro en Vox, pero de momento los números no acompañan del todo a esa apuesta.

El relato del que parte Abascal y Fernández es antiestablishment, contrario a las élites bipartidistas, a derecha e izquierda. De por sí se quiere plantear un escenario dicotómico en el que no hay ideologías, sino formas de gobierno: un nosotros, patriótico e inclusivo entre españoles, frente a un ellos que o bien "estafa", en alusión al PP, o es "corrupto", dicho del PSOE. Y a diferencia de Vox, se expresa, ambos se alinean. Y en esa denuncia antisistema, se hace una llamada clara a los perdedores del sistema, a las clases bajas y a los más jóvenes. "El bipartidismo ha convertido a la región en líder en paro, en salarios más bajos y en éxodo juvenil". Es algo "inadmisible tras cuatro décadas de promesas falsas y abandono institucional", dijo el candidato extremeño en Trujillo (Cáceres), en precampaña.

Vox centra el discurso en la inmigración pero da cada vez más peso al problema de la vivienda, al paro juvenil o a los salarios bajos y el problema de la vivienda con recetas radicalmente distintas a la izquierda

Este discurso viene ya de antes desde el plano nacional. En julio el partido presentó su programa económico y de vivienda. Y desde el inicio del curso se aprecia un discurso mucho más obrerista. De crítica de sueldos bajos -pese a votar contra las subidas del SMI-, la inaccesibilidad a los alquileres, especialmente entre los jóvenes. Se cuestiona el relato triunfalista del Gobierno en materia económica, al hablar de la subida del precio de la compra o los gastos del día a día frente a las cifras macroeconómicas. Y ataca al PP por respaldar lo que denominan como un sistema de empobrecimiento de las clases medias.

En la presentación de candidaturas en Mérida, Abascal sintetizó esa estrategia en una referencia para apelar a lo sentimental, a la emotividad del electorado. "Los españoles no quieren ser esclavos, ni tener un sueldo que no dé para pagar el alquiler. Algunos poderosos, también sociatas y peperos, quieren a los inmigrantes para traer mano de obra esclava. Y el español que no lo acepta se marcha a Alemania. No nos gusta ese modelo y vamos a mirar por los nuestros". Lo compartió en redes Hernández Quero: "Esto y nada más".

El problema de la vivienda es una de las cuestiones a la que la izquierda desde el Gobierno no está sabiendo dar respuesta. Algo que irrita a sus votantes a la vez que ven aflorar supuestos escándalos de corrupción o entrar en crisis la identidad de sus formaciones con escándalos como el de Paco Salazar en el PSOE, que golpea al marco del "partido más comprometido con el feminismo".

¿Qué dicen los sondeos al respecto?

El único que ofrece microdatos es el CIS. El resto de empresas demoscópicas solo da el trasvase de votos en los que se podría ver si hay una evolución o no en adhesión del votante progresista o descontento con el sistema. Abundan datos nacionales [más abajo se precisan autonómicos]:

En enero de este año, en uno de los peores momentos de Vox por el seguidismo a Trump y la ofensiva arancelaria de este, en su barómetro SigmaDos da menos del 2% la transferencia del PSOE a Vox. Nada de Sumar a Vox. En el último, se ve un muy ligero ascenso, al 2,5% en el caso de adhesión del voto socialista y del 1,3% de Sumar. En esa misma franja de tiempo, bajo la perspectiva de 40dB, del PSOE obtiene de un 2,5% a un 3,9%. Nada de Sumar. Gana claramente entre los abstencionistas a nivel nacional: de estar prácticamente empatado con los populares y los socialistas, con 7% de respaldo entre personas que no votaron, a pasar a un 14% con PP y PSOE sin alcanzar el 5%. Este aspecto no lo detecta SigmaDos. NC Report en febrero estimaba un 2,4% de pérdidas de PSOE a Vox. Ahora las cifra en la mitad. No hay más precisión.

Vox adhiere al triple de abstencionistas que PP y Vox a nivel nacional, según el CIS. Pero eso no se produce en Extremadura, por debajo del PSOE

El CIS de enero y el de noviembre sigue una tendencia similar. En el primero el traspaso de votante de PSOE a Vox es del 0,7% y pasa al 2,8% este noviembre. En Sumar, pasa de nada a un 0,7%. Es una transferencia mínima. Para hacernos una idea, un 3% del voto del PSOE respecto a las últimas generales de 2023 supone unos 235.000 votos. Lo que sí detalla el CIS es una tendencia: la base electoral de Vox ha cambiado en los últimos años. Ya no son los más ricos quienes lo respaldan en su mayoría, cada vez lo hacen más en la clase trabajadoras y los decepcionados del sistema. Crece -sin liderar- en voto entre los trabajadores menos cualificados, los obreros y operarios de maquinaria y artesanos, y entre los parados. Lo que se añade al ya alto respaldo entre militares.

Entre esos operadores pasa del 9,2% al 31,4% de intención de voto casi en un año. Duplica el apoyo entre los trabajadores del sector servicios y comerciantes y pequeños propietarios hasta un 19,7%; y también dobla entre los que son directivos o gerentes, hasta un 17,7%. Sube del 11% al 17% entre los parados y crece del 3,6% al 11,9% entre las amas de casa. Se resiste el voto de los jubilados, que se mantiene a los mismos niveles, de en torno al 6%. Y dos de cada diez agricultores le dan su confianza a Abascal. Liquida en un año ese voto del PP, que adhiere. Le sigue el PSOE con unos siete puntos por debajo.

Si bien Vox se abre paso en profesiones ligadas a la clase obrera o media, aún no hay un respaldo total a nivel ideológico. Si se observa la auto ubicación ideológica -escala del 1 al 10, siendo la primera "muy de izquierdas" y la última "muy de derechas"- de los consultados en el CIS, en enero, nadie de izquierdas entre el 1 y el 2 votaría a Vox. Menos de un punto del 3 al 4. Los que se consideran de centro lo harían en 5,6%. Las cifras crecen de manera notable del 6 al 10. El 9 es el más respaldado. El 34,1% de los votantes de Vox se ubican ahí. En el 10 lo hacen el 32,1% y en el 8 el 25,1%.

En noviembre se nota un muy ligero avance. Se supera la barrera del 1% con máximos de 1,5% entre la escala del 1 al 3. 2,2% en el 4. Sin embargo, se refuerzan todos los demás números a la derecha. Entre el 8 y el 10 se roza o supera el 40%. Por lo tanto, se puede reconocer que hay un muy leve incursión de Vox entre el electorado progresista. Pero apenas se roba. Respecto a los abstencionistas, el CIS pasa en este año de dar un empate similar al anterior comentado a dar diez puntos a PP y Vox a partes iguales. El abstencionista que ahora participaría se decantaría ahora por un vuelco a la derecha, lo que refleja hartazgo con la situación actual y la gestión del Gobierno. Aunque ideológicamente, hay equilibrio. No es ni muy de derechas ni muy de izquierdas.

Sí se observa esa tendencia ideológica hacia la derecha en el caso de los nuevos votantes, los más jóvenes. De los que no tenían edad para votar, la mayoría se auto ubican entre el 7 y el 9 en la escala. Casi el 20%. Desciende Vox -con altibajos estos meses- entre el electorado joven que votará por primera vez: del 34,3% al 31,2% en noviembre. Aunque con estabilidad: tres de cada diez jóvenes apostarán por Abascal la primera vez que voten.

La crisis de los partidos de izquierda beneficia a la suma de la derecha, que crece mientras PSOE o Sumar van perdiendo apoyos hacia la abstención o hacia la indecisión

En el caso de Extremadura en concreto, solo hay un primer CIS preelectoral y una encuesta reciente de SigmaDos a falta de que en los próximos días salgan nuevos estudios, ya con la campaña abierta.

El CIS en Extremadura da un trasvase muy similar del PSOE a Vox, del 2,4% regional comparado con el 2,8% nacional el mes pasado. No hay fugas de la izquierda a la izquierda del PSOE. Otro contraste es que en la escala de auto ubicación ideológica, Vox en Extremadura solo tiene apoyo a partir del 5. Es anecdótico por debajo. Aunque a diferencia de lo nacional su votante se ubica mayoritariamente en el 5 (24,6%), en el 8 (13,8%) y en el 10 (32,7%). Otro contraste es que hay tendencia del abstencionismo de las autonómicas de 2023 a votar al socialista Miguel Ángel Gallardo (21,6%) a diferencia de Óscar Fernández (16,2%) y Guardiola (13,6%). Otra es que los jóvenes prefieren más a Guardiola. Solo el 5,4% de los nuevos votantes lo harían por Vox a diferencia del 35,1% que lo harían por el PP.

En el caso de SigmaDos, hay dos encuestas producidas a finales de octubre -publicada a principios de noviembre- y a finales de noviembre. El PP se mantiene en los 29-30 y Vox pasa de 7-8 escaños a 8-9. Se aprecia un ascenso del 0,9% al 3% de fugas de PSOE a Vox. Nada desde Unidas por Extremadura. Lo que se aprecia es que PP y Vox refuerzan a sus votantes de 2023 y reducen fugas entre ellos. No hay datos de abstencionistas.

Vox cala entre obreros que ya han votado a la derecha

A diferencia de lo que puede ocurrir en Francia, las conclusiones que dejan estos sondeos es que si bien Vox se extiende entre la clase media-baja y clase baja, no lo hace con filón ideológico de la izquierda, lo que da a entender que obtiene votos de electores que anteriormente ya han pasado por la derecha o que no se definen de izquierdas. No es llamativo, dado que en Extremadura ya creció el PP en feudos socialistas, y a nivel nacional en muchos enclaves 'rojos' como Andalucía el PP se ha hecho fuerte.

Vox está en auge, pero responde, por otro lado, a que la izquierda está disminuyendo por indecisos y personas que ahora no votarían. Hay poca movilización y eso permite que la derecha crezca. Mientras tanto, el PP se mantiene estable, obtiene algunos votos por el centro que compensan las salidas a Vox por la derecha. Y eso queda patente a la hora de estimar resultados en las encuestas.

Puede destacarse una diferenciación con la estrategia particular y obrerista que se está poniendo en práctica en Madrid, especialmente en los barrios del sur. Si bien el PP de Isabel Díaz Ayuso ya ganó ahí y puede haber trasvase de voto de PP a Vox, con esa estrategia de denuncia del elitismo y la Miamización de la capital, el objetivo de Vox es movilizar a los barrios a través de la inmigración y aprovechando la crisis que atraviesa la izquierda desde hace años en la región.

Una buena parte de la dedicación que está poniendo Abascal en precampaña, con casi 3.000 km recorridos, y que seguirá dándose en campaña, responde a querer calar entre la izquierda y a la vez atraer el mayor voto posible del PP.

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