Este jueves 30 de octubre, víspera de Halloween, el Principado de Asturias inaugura su sede en Madrid. El presidente del Gobierno asturiano, Adrián Barbón, acompañado por la ministra de Defensa, Margarita Robles, corta la cinta de una embajada que albergará la Oficina Económica y Comercial de Asturias en la capital de España, pero también un salón de actos, un anfiteatro, salas de trabajo y reuniones y un gabinete para el gobierno autonómico. El inmenso local, distribuido en tres plantas y 1.800 metros cuadrados en la esquina de San Bernardo con la glorieta de Ruiz Jiménez, se encuentra en los bajos del magnífico edificio brutalista de viviendas militares proyectado a mediados de los 70 por Fernando Higueras. Desde allí, Asturias quiere captar inversiones y proyectar la imagen de la región.
Pero lo cierto es que la cinta que se corta este jueves ya se cortó hace casi veinte años. Este local ya albergó la embajada de Asturias en Madrid antes de que llegara la crisis, de que el siguiente Gobierno autonómico decidiera clausurarla e intentara sin éxito vender el local, que permaneció años cerrado y en estado de semiabandono. Hoy, después de que un excéntrico arquitecto montara en él una tienda de decoración y proyectos y dejara el local tras meses sin pagar la renta, vuelve a ser la embajada de Asturias en Madrid. La historia merece ser contada.
Todo comienza en 2005, cuando el ejecutivo autonómico del socialista Vicente Álvarez Areces, con el PSOE de vuelta al poder en Madrid de la mano de José Luis Rodríguez Zapatero, decide que la región debe tener una presencia emblemática en la capital, al margen del histórico Centro Asturiano de la calle Farmacia, su restaurante Casa Hortensia y la popular sidrería de la tercera planta. Se compra el local, que durante décadas había albergado las oficinas comerciales de Iberia, y se acondiciona: seis millones de euros y dos la rehabilitación: "un 'chollo', para los responsables regionales", informó entonces el diario La Nueva España.
Una embajada de ida y vuelta
La inauguración oficial se celebra por todo lo alto el 15 de febrero de 2007, coincidiendo con FITUR. Hay tienda de productos asturianos, biblioteca, salas de exposiciones y una oficina del Instituto de Desarrollo Económico del Principado (Idepa) para captar inversiones. El propio Areces define el espacio como "la casa de todos los asturianos en Madrid". A la entrada se iza la bandera. En el ambiente se respira la insensata confianza de los años de bonanza, justo antes de que todo hiciera crac.
En julio de 2011, nada más llegar al poder, el Gobierno autonómico de Foro, presidido por el exministro del PP Francisco Álvarez-Cascos, decide cortar por lo sano y suprimir la embajada en Madrid junto con la que el Principado tenía en Bruselas. No se traslada, no se reduce, no se redimensiona: se clausura. La decisión va acompañada de un decreto que disuelve la delegación sin buscarle alternativa.
Se intenta entonces vender el local por medio de subasta. Se fija un precio de salida de algo más de once millones de euros. La subasta queda desierta. Se prorroga. Vuelve a quedar desierta. Se prorroga de nuevo. No hay comprador. El espacio, sin actividad, se llena de polvo. En la puerta acristalada se cuelga un cartel con un teléfono de información.
Atelier de un arquitecto mediático y albergue para los sintecho
Pasan los años, el local sigue cerrado, y ya con el PSOE de vuelta al Gobierno regional, presidido por el cabal Javier Fernández, el Principado decide que, si no se puede vender, al menos se puede alquilar. En 2016 se formaliza el arrendamiento: 240.000 euros anuales, contrato de cinco años prorrogable, gastos de comunidad y mantenimiento a cargo del inquilino. El nuevo ocupante es un estudio de arquitectura y urbanismo, A-Cero, dirigido por el mediático Joaquín Torres. La antigua embajada asturiana se convierte en la monumental tienda-atelier del arquitecto de los futbolistas, hacedor de las casas rectilíneas de la elitista urbanización de La Finca que desgraciadamente han creado moda y escuela en toda España.
Sin embargo, hay cosas que no cambian. Las personas sin hogar que habían adoptado el hábito de pernoctar en los recodos y aleros del local durante sus años de abandono se resisten a dejarlo. La convivencia es más o menos asumible, pero pronto surgen conflictos. A-Cero instala unas varillas de hormigón armado cortadas para impedir el descanso en el hueco de los escaparates. Algunos vecinos de Malasaña critican la arquitectura defensiva contra los vulnerables.
Volver a empezar
Mientras tanto, en Asturias, el debate político de la necesidad de una oficina comercial en Madrid no termina de apagarse. Para unos, es imprescindible: los principales fondos, las grandes empresas, los contactos estratégicos están aquí. Para otros, es otra vez la "embajada", el despilfarro de dinero público. En medio, la Cámara de Comercio de Oviedo insiste en la necesidad de un espacio para captar inversiones y dar presencia a la región. La burocracia avanza despacio: primero había que recuperar el inmueble, luego resolver un litigio por impagos del alquiler, después evaluar las obras necesarias –"no cuenta con una configuración sencilla", reconocía hace tres años la consejera de Hacienda, Ana Cárcaba–. Finalmente, en septiembre de 2022 Joaquín Torres deja el local. La sede quedaba de nuevo vacía a la espera de que el Principado hiciera lo necesario para volver a ocuparla.
Tres años después, con meses de retrato, tras una inversión de 750.000 euros para su acondicionamiento a cargo de la Agencia Sekuens (Agencia de Ciencia, Competitividad Empresarial e Innovación Asturiana) y con un presupuesto anual de 340.000 euros, reabre la embajada asturiana en Madrid. Las grandes vidrieras están en su mayoría cubiertas con vinilos publicitarios de turismo de Asturias. En su vestíbulo, desde la calle, ya puede verse su directorio, en castellano y asturiano: la planta cero reservada para la Oficina Económica y Comercial (OECA), un área de coworking (sin traducción a la fabla propia), un "despachu" y una "sala de xuntes". En la -1, el "anfiteatru", otro salón de actos y más salas de trabajo. La planta noble, la primera, la sala de "xuntes" del "Gobiernu" y la oficina del gabinete.
La OECA, que lleva meses trabajando antes de la inauguración oficial del local, nace con los objetivos de atraer inversión hacia Asturias y servir de punto de encuentro para empresarios con interés en la región y trabajar en sectores como la agroalimentación, la industria biomédica, las renovables o las tecnologías de comunicación. Se habla también de defensa, aprovechando su tradición y músculo industrial (de ahí, quizá, la presencia de Robles este jueves) y las cuantiosas inversiones en marcha. Una oficina que pretende ser útil, discreta y funcional, consensuada con las fuerzas económicas de la región, lejos de la imagen cultural y festiva de 2007.
Hoy, con una nueva cinta que cortar, la pregunta no es si esta sede será rentable o si captará inversiones; eso se verá en sus memorias anuales. La pregunta, quizá más simple, es si esta vez permanecerá abierta lo suficiente como para no tener que volver a inaugurarla dentro de unos años.
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