El cine popularizó a científicas como Marie Curie o Hipatia de Alejandría. Pero nuestro presente debe mucho a otras mujeres que se vieron obligadas a trabajar en la sombra. Sólo un ejemplo: hasta hace tan solo 53 años, las astrónomas tenían prohibido usar telescopios públicos en EEUU para sus proyectos de investigación.

Hay decenas de casos, pero hemos seleccionado estos diez ejemplos de científicas a las que debemos, en buena medida, parte de nuestro día a día.

  1. Ada Byron Lovelace (1815-1852). Matemática inglesa a la que debemos el primer lenguaje de programación. Hija del matrimonio de escritores Byron, estudió los números de Bernoulli. A través de secuencias numéricas, unas tarjetas perforadas terminarían tejiendo un algoritmo destinado a hacer algo en una máquina: un programa. Aun sin existir los ordenadores.
  2. Grace Murray Hopper (1906-1992). En la línea de Lovelace, esta contraalmirante estadounidense es considerada otra pionera de la computación. Primera usuaria del ordenador Mark I, compiló (tradujo) el primer programa informático, por lo que se podría considerar madre de las apps.
  3. Vera Rubin (1928-2016). A esta astrónoma de Filadelfia nadie la tomó en serio al principio. No tuvo fácil, como mujer, hacer el doctorado.  Notó algo extraño en la rotación de las estrellas, pero inicialmente la disuadieron de seguir esa línea. Los astrónomos Margareth Burbidge y su marido, por el contrario, se pusieron de su lado. Terminó por descubrir que había algo que debía de actuar como gravedad en medio del aparente vacío. Es lo que luego llamaríamos 'materia oscura'.
  4. Jocelyn Bell (1943). Junto a Rubin, es otra de las astrónomas contemporáneas incomprensiblemente desconocidas. A ella le debemos el descubrimiento de los púlsares, estrellas que palpitan. Emiten señales que ella detectó por primera vez con un radiotelescopio, ayudando a comprender la complejidad de nuestro universo y de lo que nos llega de él.
  5. Henrietta Swan Leavitt (1868-1921). Descubrió y catalogó decenas de estrellas pero, sobre todo, diseñó un método para determinar su distancia. Se la conoce como una de las calculadoras de estrellas de Harvard. Mujeres que hacían trabajos mecánicos para otros investigadores. Todo el mérito se lo llevaron su jefes: Pickering y Hubble.
  6. Florence Nightingale (1820 -1910). De origen toscano, esta enfermera sentó algunas de las bases del Servicio Nacional de Salud británico. En la guerra de Crimea observó que las condiciones higiénicas y de atención a los heridos aumentaba las tasas de mortalidad. Implantó determinadas prácticas –no todas acertadas–, pero con el tiempo establecería las bases de la ciencia de la enfermería. Inspiró las líneas maestras de la Convención de Ginebra y la Cruz Roja.
  7. Lise Meitner (1878-1968). Esta física vienesa se quedó injustamente sin el Nobel, tras ser parte del grupo de investigadores que descubrió la fisión nuclear: romper núcleos de átomos produciendo energía a través de una reacción en cadena. Es la base de cualquier central nuclear actual y de la bomba atómica. En su honor existe el elemento químico meitnerio.
  8. Hedy Lamarr (1914-2000). La actriz vienesa llegó a ser denunciada por el Papa por interpretar el primer orgasmo femenino del cine en Éxtasis. Pero estuvo lejos de quererse encasillar en el papel de mito erótico. Estudió ingeniería y, por su marido, amigo de Mussolini, se hizo con contactos e información reservada. De su mente nació el espectro ensanchado para el salto de frecuencia, tecnología base para comunicaciones inalámbricas como la de los móviles o el WiFi.
    La actriz y científica Hedy Lamarr.
  9. Stephanie Kwolek (1923-2014). A esta química polaco-estadounidense le debemos casi de todo. Es la inventora (por accidente) del poliparafenileno tereftalamida, un material más resistente que el acero y comercializado como Kevlar. Entre sus aplicaciones, cascos de competición, alas de aviones, recubrimientos de CD y cables submarinos o chalecos antibalas.
  10. Rosalind Franklin (1920-1958). Esta cristalógrafa británica nos ha regalado una de las imágenes más icónicas de la biología moderna: la doble hélice de las cadenas de ADN. Consiguió fotografiarla gracias a los rayos X. Años después, James Watson se llevaría un premio Nobel que, según él mismo reconoció, debería haber ido a parar a las manos de Franklin.

Radiografía de las mujeres científicas en España

Hoy es difícil encontrarse con discriminaciones de este tipo. Pero las cifras son contundentes en cuanto a la presencia de la mujer en la ciencia. Ellas representan el 39%, según los datos de la Secretaría de Estado de I+D+i. Una situación que apenas ha cambiado en la última década. No obstante, este dato supera en seis puntos a la media Europea, que se sitúa en un 33%.

El problema añadido con el que se topan es la precariedad. Esta semana la Oficina Precaria ponían en marcha la campaña #CientíficasPrecarias, que fue tendencia en Twitter. En ocasiones, "tienen que asumir todo el trabajo de cuidados [de otras personas] por ser mujer. Parece que ellas tienen poca cabida en la ciencia, pero se recurre a los avances científicos (congelación de óvulos, por ejemplo) para desnaturalizarla y priorizar su carrera científica frente a la personal", señalan desde esta organización.

Por su parte, la presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas de Andalucía, Josefa Masegosa, señala que "los últimos estudios del Ministerio y de la Unión Europea señalan que las mujeres, para llegar al rango más alto de la investigación, necesitan un currículo de entre dos y tres veces mejor que el del hombre, simplemente para que se la considere candidata".

La astrónoma Vera Rubin
La astrónoma Vera Rubin

En conversación con El Independiente, Masegosa recuerda que "La Ley de Igualdad ha ayudado, pero todavía se ven situaciones lamentables"  Esta científica coordinó un programa de TVE en colaboración con la UNED que repasaba el trabajo de diferentes astrónomas. "Empecé a recibir currículos espectaculares de mujeres y ninguna era catedrática. Compañeros con mucho menos currículo lo eran, ¿por qué ellas no?".

Del lado más esperanzador, en España ya se doctora el mismo número de mujeres que de hombres. Algo que no ocurre en la Europa de los 28. Por sectores, la Secretaría de Estado de I+D+i detalla que el porcentaje de investigadoras en la Administración Pública llega al 46 %, cuatro puntos más que la media de la UE (del 42 %), en la Enseñanza Superior al 42 % (41 % en la UE), y al 31 % en el sector empresarial (frente al 20 % de Europa).

Por comunidades autónomas, prácticamente todas se mueven en los mismos datos, con una representación femenina que ronda el 40 %, con dos salvedades: Baleares y La Rioja, donde llegan al 45 %.

Eso sí, cuando más alta es la escala y el rango del puesto, mayor es el sesgo de género: el 79 % de los cargos de dirección y cátedras de las universidades públicas están ocupados por hombres y sólo un 21 % por mujeres, una proporción que, sin embargo, no es tan acusada en los centros privados donde los varones suponen el 57 % de estos puestos frente al 43 % de mujeres.

Cuando más alta es la escala y el rango del puesto, mayor es el sesgo de género

Desde el inicio de la carrera investigadora se observa que las mujeres representan un 54 % del alumnado, frente al 46 % de hombres; la proporción sube en los matriculados a un máster (58 % mujeres frente a un 42 % hombres). En el siguiente escalón, el de las tesis doctorales leídas por mujeres, en 2015 la proporción de hombres y mujeres fue del 50 % por primera vez desde que hay datos.

Donde es demoledora la brecha de género es en los órganos de gobierno: en 2015 sólo había una mujer rectora en toda España (en la Universidad de Granada), y ninguna dirigía alguno de los ocho organismos públicos de investigación.

Desde la Comisión Mujeres y Ciencia del CSIC, su presidenta, Pilar López Sancho, recordó esta semana un estudio reciente de la revista Science, que concluía que los estereotipos sexuales sobre capacidades intelectuales empiezan a partir de los 6 años de edad e influencian los intereses de los niños de ahí en adelante.

En el caso de las niñas, con 6 años eran menos proclives que los niños a creer que los miembros de su propio sexo pudieran ser intelectualmente brillantes. "Para combatir esa tendencia es muy importante que las niñas sepan que tienen exactamente las mismas capacidades que los niños para llegar a ser científicas", subrayaba.

Este 11 de febrero, Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, tendrán lugar decenas de actos en varios países, también en España, donde la desigualdad sigue presente.