Con escaso medio kilo de peso y sus órganos sin madurar, los bebés muy prematuros tienen escasas opciones de salir adelante. Los que lo hacen suelen tener secuelas de por vida. Para lograr que terminen su desarrollo en un lugar lo más parecido al útero materno, un equipo de científicos ha inventado un prototipo de vientre artificial extracorpóreo, donde el minúsculo bebé sumergido en fluido, se alimenta y respira por el cordón umbilical.

El dispositivo está pensado para prematuros extremos, fetos de 23 semanas, unos 5 meses y medio de gestación. Tienen entre un 30% y un 50% de probabilidad de vivir. La inmensa mayoría de los que sobreviven tienen secuelas, como problemas crónicos respiratorios y otras complicaciones vinculadas con los órganos que no estaban maduros cuando salieron al mundo.

“Conseguir un lugar donde puedan madurar sus órganos durante unas semanas mejorará muchísimo su perspectiva de vida”, explica el pediatra Alan W. Flake, del Hospital Clínico de Philadelphia, que presenta su ingenio a través de la revista Nature Communications. Una vez superan las 28 semanas las secuelas son mucho más leves.

El feto está sumergido en un saco con líquido amniótico fabricado en el laboratorio

Cada año nacen unos 15 millones de niños prematuros. Cerca del 7,5% de los nacimientos son prematuros en los países desarrollados, donde suponen la primera causa de muerte infantil tras el primer mes de vida. Hoy en día, los bebés prematuros extremos, nacidos con 22 semanas salen adelante, algo impensable hace unas décadas. A esa edad pesan escasos 600 gramos; son ingrávidos en comparación con los 3,5 kilos que suele pesar un recién nacido tras una gestación completa, de nueve meses.

En el vientre artificial el feto está sumergido en un saco lleno de líquido amniótico fabricado en el laboratorio. El fluido está en constante movimiento gracias a maquinaria externa. “Simulamos el entorno de la matriz materna suministrando nutrientes y factores de crecimiento que permitan a sus pulmones y demás órganos desarrollarse”, cuenta el fisiólogo Marcus G. Davey, que ha diseñado el aparato que hace fluir el líquido.

Cordero creciendo en el vientre artificial

Cordero creciendo en el vientre artificial Hospital Clínico de Philadelphia

Allí dentro, flotando en el líquido casi estéril, los fetos respiran como lo harían dentro del útero materno. En el cuerpo de la madre la sangre bombeada por el corazón del feto sale a través de la arteria del cordón umbilical a la placenta que la abastece de oxígeno y elimina los productos de deshecho. La sangre limpia y oxigenada regresa a su cuerpo de nuevo por el cordón, en esta ocasión a través de la vena. En el vientre artificial una máquina hace las veces de placenta. El invento también aisla al feto de posibles infecciones, controla la temperatura, presión, luz y monitoriza sus funciones vitales.

En una década el dispositivo podría estar listo para alojar bebés

Por el momento han probado el invento con éxito con fetos de ovejas porque el desarrollo de los pulmones es muy similar al de los humanos. El secreto de su éxito está en el movimiento del fluido. Anteriores investigaciones con modelos animales han fracasado porque la réplica de líquido amniótico estaba estancada. Los animales morían a las 60 horas con daño cerebral. El nuevo sistema dinámico ha demostrado funcionar unos 28 días. Los corderos recién nacidos respiraban y tragaban bien, abrían los ojos y echaban lana. Crecieron sin problemas, sus órganos también y su sistema nervioso.

Los primeros prototipos eran tanques de cristal. Han tardado tres años en dar con el mejor envase, la actual bolsa de polietileno, flexible y que puede adoptar la forma del útero original. Los científicos calculan que en una década el dispositivo podría estar listo para alojar bebés. Por el momento, tiene que mejorar algunas prestaciones antes de empezar ensayos con humanos. Por lo pronto tienen que reducir su tamaño a un tercio para adaptarlo a la talla de los niños.