Joan Clotet pasó 13 en la consultora Arthur Andersen, y otros 17 en Ferrovial, además de tres en Grupo Zeta. Aún así, es un firme defensor del cambio en el mundo laboral y advierte a quien quiera escucharle que la revolución digital nos obliga a estar en formación constante. Tiene claro que "no existe el trabajo para toda la vida" y cuestiona abiertamente el concepto del funcionariado. Pero también advierte a las empresas que la IA, paradójicamente, hace más determinante que nunca el factor humano. Con una tecnología cada vez más barata "la diferencia la marcan las personas" avisa desde su "Humanismo Digital" que ahora presenta en formato libro editado por Libros de Cabecera.

Pregunta .- La Inteligencia Artificial (IA) genera angustia en mucha gente, pero usted defiende que es una oportunidad.

Respuesta.- No es bueno ni malo, es una herramienta, mi recomendación es que lo miremos con apertura. Cuando no tenemos información es lógico que lo miremos con incerteza, vemos el riesgo de perder cosas. Y cuando entra en lo cognitivo, como la IA generativa, que aplica a casi cualquier tarea, pensamos que hagas prácticamente el trabajo que hagas se eliminarán tareas, eso genera inquietud. Mi propuesta es que se trata de un fenómeno que nos invita a reflexionar sobre lo que hacemos. Quizá todos tenemos que cambiar de profesión, o utilizar la tecnología antes que otros.

Cuando pienso en muchas profesiones me cuesta imaginar que sean sustituidas al 100% por la IA, porque siempre hay un espacio para que la persona ejerza de persona. Está el ejemplo clásico del call-center, las personas prefieren que el problema se lo resuelva una voz, aunque no saben si es humana. Ese call-center tenía 200 personas y ahora son cinco, pero esos cinco tienen que ser muy buenos y la empresa los tiene que cuidar.

P.- No es una espectativa halagüeña para esos 200 trabajadores.

R.- Todos tenemos que hacer la reflexión de descomponer el trabajo que hacemos para ver si es reconvertible. Evidentemente usaremos la tecnología si está en nuestras manos, y si nuestro trabajo es muy repetitivo tiene mucho riesgo de ser sustituido. Nadie puede anticipar lo que va a pasar, pero si pones luces largas y proyectas cual sería tu profesión 2.0 hay muchas cosas que puedes hacer. Lo único que no podemos hacer es estar parados porque el mundo cambia y si no cambiamos, nos cambian.

P.- ¿Cómo educamos para este nuevo escenario?

R.- Invertiría la pregunta, más que cómo los educamos, pensemos en qué ejemplo damos a los niños. Podemos darles una gran formación, educación en conciencia sobre los riesgos de la dependencia digital, pero si los padres se pasan cinco horas enganchados, no sirve. Debemos formarlos para que sean conscientes de los riesgos de la tecnología, debería ser una asignatura en los colegios.

Tomar una decisión de formación en los próximos años pensando que será para toda la vida me parece muy arriesgado

Lo digital es el contexto en el que vivimos, debemos conocer las herramientas y usarlas a nuestro favor para aprender. Pero esas herramientas están hechas para seducirnos, están diseñadas para engancharnos. Nos tenemos que asegurar de tener toda la información para tomar una buena decisión, no solo sobre si uso Tik Tok o no, sino si un trabajo tiene futuro o no. Seguir formando a personas en profesiones que tienen muchos números de ser digitales es irresponsable, pero vamos con la inercia del más lo mismo. Con la revolución que estamos viviendo tomar una decisión de formación en los próximos años pensando que será para toda la vida me parece muy arriesgado.

P.- ¿La formación constante no se da ya por descontada?

R.-  Se da por descontado que un estudiante es un aprendiz a tiempo completo, pero si eso te da un trabajo y te olvidas del aprendizaje -que muchas empresas tampoco lo promueven, te dan formación si hay tiempo y es subvencionado- tienes el riesgo de ser cada vez menos empleable.

P.- ¿Nos olvidamos de la estabilidad laboral?

R.- Todo el mundo necesita una cierta estabilidad, pero esta estabilidad hoy en día no viene solo por proteger lo que teníamos en el pasado. La estabilidad viene por proteger el futuro, por entender lo que vendrá y estar en empresas y contextos que nos ayudan a crecer, en vez de exprimirnos hasta el último día para decirte, al final, 'ya no te necesito'. Nos movemos por reacción y eso es muy arriesgado porque las empresas no son ONG, son negocios.

P.- ¿Cómo convencer a las empresas de implementar ese humanismo que predica?

R.-  Todas las decisiones afectan a las personas, que son los trabajadores, pero también los clientes, los pacientes o los votantes. Y tenemos la fuerza de decir no te compro, o no te voto, o no quiero trabajar para ti. Hay compañías que se empiezan a dar cuenta de que les cuesta más fichar, si preguntaran a los que se van se darían cuenta de que esa empresa no es un buen lugar en el que pasar ocho horas al día. Y las personas somos únicas, cuando pierdes un trabajador pierdes un conocimiento que nadie hace el esfuerzo de valorar.

Las personas somos únicas, cuando pierdes un trabajador pierdes un conocimiento que nadie hace el esfuerzo de valorar

P.- Esta revolución abre todavía más el abismo entre ricos y pobres, digitales y analógicos y quienes tiene opción de formarse y los que no.

R.- Totalmente, ahí entra la responsabilidad no solo de los desarrolladores de estas tecnologías, sino de todos aquellos que tienen a otras personas bajo su responsabilidad. En la administración o en empresas grandes o pequeñas. Intentar anticipar y no hacer lo que hace muchas empresas: nada. Fichar cuando toca y despedir sin demasiados miramientos.

Existe un gran trabajo pendiente, acompañar a mucha gente, pero no solo en el trabajo, desde que se están educando. Tengo amigos muy contentos porque sus hijos estudian profesiones que no parece que vayan a ser lo mismo en unos años. Pero ellos están tranquilos porque entienden lo que estudian sus hijos. Y en cambio habrá otro cuyo hijo es YouTube y hace diez años le daba vergüenza decirlo. Si miramos atrás hay profesiones nuevas, no exclusivamente digitales, que antes no existían, y estas no se ven tanto como las profesiones que se pierden. La clave está en anticiparte para analizar en qué eres bueno y qué te gusta.

P.- Seguramente la mayoría prefiere la estabilidad económica a esos cambios.

R.- Sí. Analizar cuan compatible es esa decisión de cambio con la vida que llevamos, con tener hijos, hipoteca… Esta es la clave. Cuando alguien cambia de trabajo recupera lo que le gustaba, he visto a mucha gente que proyecta hacia la jubilación. Si dedicamos un tiempo a reflexionar en qué somos buenos, es un ejercicio recomendable, que idealmente debes hacer cuando tienes trabajo.

P.- Deme un ejemplo.

R.- Un taxista de Madrid, veintitantos con tom-tom y toda la cacharrería, que trabaja con la aplicación para conseguir clientes… Su padre, taxista, había comprado una segunda licencia convencido de que es un trabajo para toda la vida. Pero él me habla de un informe de la Universidad de Oxford de 2013 y de la evolución de la demografía de Madrid para concluir que el sector no da para amortizar la licencia y el coche y vivir de ello durante 40 años, por lo que estaba pensando en venderlo e invertir en un competidor de Cabify.

Esperar en algo tan crítico como mi trabajo, mi salud o mi economía no me genera demasiada comodidad

La mayoría, con trabajos mucho más amenazados que el de taxista, lo único que hace es esperar: una vacante, un cambio de jefe…. Esperar a que alguien haga algo con algo tan crítico como tu trabajo. A mi esperar en algo tan crítico como mi trabajo, mi salud o mi economía no me genera demasiada comodidad.

Ese taxista es una rara avis, pero es un ejercicio que deberíamos hacer todos, y si el análisis de nuestro trabajo no nos motiva suficiente, tenemos que aceptarlo.

P.- En los últimos dos años se han disparado los opositores en España, los jóvenes quieren ser funcionarios, parece que la sociedad va en sentido contrario a lo que propone.

R.- Aquí hay una reflexión imprescindible que debe hacer el Gobierno. Los canadienses, o el Reino Unido ya la han hecho: Qué trabajos son necesarios, cómo avanza la tecnología y por tanto en 10 o 15 años qué haremos. Hay que hacer ese trabajo de mirada a largo plazo, porque no todo el mundo tiene esta iniciativa de forma natural, la mayoría solo piensa en el cambio cuando se ve amenazado.

Ya no existe el trabajo para toda la vida. Por tanto, todo el que tenga capacidad de influencia en gestionar talento tiene una responsabilidad: Acompañar a la gente para mentalizarlos de que nada es para siempre, tenemos que cambiar, evolucionar y formarnos constantemente.

Con la IA generativa se le ven las orejas al lobo en muchas profesiones, y no es malo que la gente sea más consciente de ello

Cuando me preguntan qué estudié respondo ¿hace 45 años o la semana pasada? Si me pagan por lo que estudié hace 45 años mal asunto. Estamos obligados a actualizarnos constantemente y sino perdemos empleabilidad.

Tendremos que acompañar a mucha gente hacia un futuro que está por dibujar, yo no creo que sea tan negro. Pero con la eclosión de la IA generativa se le ven las orejas al lobo en muchas profesiones, y no es malo que la gente sea más consciente de ello, porque lo peor que te puede pasar es no darnos cuenta.

P.- ¿Debemos prepararnos para ser sustituidos por una máquina en unos años?

R.- Se me hace difícil pensar que a una persona le puedan decir 'lo que tu haces lo hace 100% una máquina' pero a futuro no me atrevo a decirlo en ninguna profesión. Si la empresa se responsabilizara de acompañarte sería fantástico.

P.- Reclama en su libro responsabilidad a las empresas, afirma que deberían invertir más en personas que en tecnología, pero no parece el camino de la mayoría.

R.- Deberían invertir en las personas tanto o más que en tecnología, porque las personas marcan la diferencia. La tecnología cada vez es más barata y está al alcance de más empresas, donde te puedes diferenciar es en las personas y no solo en los negocios de servicios. En una empresa que solo tiene tres personas y el resto son máquinas escoger las personas apropiadas, que se quieran quedar contigo, es importante. Sé que es muy poco comercial, pero si desde el primer día nos dijeran que nos ayudaran a crecer pero que no demos por descontado que un trabajo es para siempre, porque si un día no nos necesitan nos dirán que ya no pueden contar contigo, estaríamos más preparados.

P.- No creo que la vicepresidenta Yolanda Díaz avale su visión del mercado de Trabajo.

R.- Seguramente. Reconozco que estoy condicionado porque toda mi experiencia laboral ha sido en la empresa privada, no conozco el sector público más allá de haber tenido clientes en él. Pero el concepto de un trabajo garantizado para siempre no me parece demasiado sano en ningún ámbito, es un contexto que no invita a evolucionar.

El concepto de un trabajo garantizado para siempre no me parece demasiado sano en ningún ámbito, es un contexto que no invita a evolucionar

El mundo cambia, siempre estás compitiendo con otros, reduciendo costes y en un momento u otro necesitas actualizarte. Si estás en contextos que promueven esto estas ayudando a tu empleabilidad.

P.- No veo esa preocupación en muchas empresas.

R.- En las empresas hay una visión muy poco humanista. Existe una gestión que equipara a las personas con activos: compro cemento y ficho personas. La gestión del factor humano también tiene que cambiar mucho, porque sino la gente no querrá trabajar para esa empresa, por lo menos la gente preparada que marca la diferencia.

P.- Afirma que las tecnologías son neutras, pero sus desarrolladores y propietarios no lo son.

R.- No lo son en absoluto, lo que hace que los usuarios también estemos obligados a evolucionar rápido y mirarlas con espíritu crítico, entendiendo los intereses que hay detrás. Lo hemos visto en estos 15 años de redes sociales: entras, empiezas a compartir y de repente te das cuenta de que el producto eres tu. Las tecnoloías son herramientas, pero la consciencia digital tiene que evolucionar y hay que acompañar a las personas a entender quién está detrás.

P.- Y ahora que empezábamos a tener la ilusión de que entendemos las implicaciones de las redes sociales llega la IA y nos vuelve a dejar sumidos en el desconcierto.

R.- Aún peor. Hasta ahora en la tecnología digital sabíamos que alguien programa algo: hay un input, un proceso programado por una persona y un output. Ahora resulta que como llevamos años dejando un rastro digital con nuestros datos la propia tecnología es la que lee los datos y los interpreta y esto nos pone un espejo de nuestros propios sesgos.

Cuando vemos que un algoritmo aprueba una hipoteca o asigna una cama de hospital, asusta

Los debates morales deben estar presentes en cualquier desarrollo tecnológico porque iremos delegando decisiones en tecnología. Lo hacemos de forma inconsciente desde hace años, porque no le veíamos el riesgo. Pero cuando vemos que un algoritmo aprueba una hipoteca o asigna una cama de hospital, asusta. Las empresas que están delegando en tecnología determinadas decisiones han de tener una cierta responsabilidad. Sin olvidar que como usuarios también tenemos fuerza para imponer nuestro criterio.

Aquí la inteligencia artificial nos ayudará, porque nos enseña a hacer mejores preguntas. Estamos descubriéndolo, sabemos que si le hacemos las preguntas de determinada manera el resultado es sorprendentemente bueno. A veces tan bueno que nos da miedo. El cambio de la IA es que permite a la tecnología hablar con un lenguaje natural. Si la IA da las respuestas que corresponden a mi trabajo, lo ideal sería que el primero que haga las preguntas sea yo, para avanzar y hacerlo mejor.

P.- ¿La revolución digital debería llevarnos de vuelta al estudio de las humanidades?

R.- Absolutamente, y no solo como atrezzo, como han hecho las grandes tecnológicas. En el catálogo de habilidades en las que una persona se forma para el futuro, no solo están las habilidades digitales. También importará que tengan formación en humanidades y habilidades que les den más capacidad para interpretar el contexto, más creatividad, empatía para dirigir y trabajar en grupo… esto no lo hará nunca un robot.

El hecho de que la tecnología sea capaz de hacer cada vez más cosas es un estímulo para que las personas nos espabilemos a aportar valor humano

Hay una serie de áreas que cuanto más digital es el mundo más echamos de menos en las empresas. En Japón en 2018 hubo elecciones en un distrito de Tokio y uno de los candidatos, que era un robot, obtuvo 15.000 votos. ¿Significa que el robot toma mejores decisiones? Probablemente no, pero sí que la alternativa no era demasiado buena.

El hecho de que la tecnología sea capaz de hacer cada vez más cosas es un estímulo para que las personas nos espabilemos a aportar valor humano. Porque sino la tecnología nos va ganando terreno. Hay gente que chatea sin saber si lo hace con una persona o una máquina, y le es igual, lo que quieren es que les resuelvan el problema.