En el momento de escribir estas líneas hay 1.052 incendios activos en Canadá, 852 de los cuales todavía no están controlados. Pero si se hace la cuenta desde enero de este año el total de fuegos ha rozado los 6.000. Algo que ha provocado decenas de miles de evacuaciones y la pérdida de 15,2 millones de hectáreas (una superficie equivalente a la mitad de Italia). Unas cifras que ya han servido para pulverizar el anterior récord nacional (las 7,3 millones de hectáreas que se quemaron en 1989), pero que, con cuatro meses por delante antes de que acabe el año, todo indica que seguirán empeorando.

La situación en el segundo país más grande del mundo es dramática, a pesar de los intentos de las autoridades para controlar los fuegos. Pero las consecuencias las está sufriendo todo el planeta. El humo de los incendios oscureció por completo ciudades como Nueva York, e incluso acabó llegando a España después se recorrer más de 7.000 kilómetros (un hecho insólito). Además, el nivel de emisiones se disparó, lo que podría afectar a la capa de ozono. Y la vegetación quemada ya no podrá actuar como sumidero de carbono.

Marcelino Nuñez, delegado de Aemet en Extremadura, señala que a principios de agosto las emisiones de carbono de los incendios forestales canadienses ya habían superado las 300 megatoneladas de CO2, aproximadamente el triple de la media de la temporada de incendios en las últimas décadas. Pero desde entonces han seguido aumentando: los últimos datos de Copernicus, el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, hablan de que se han alcanzado ya las 377 megatoneladas.

"La magnitud de los incendios en Canadá en 2023 es la mayor registrada en este país. Pero, desgraciadamente, en años anteriores y a nivel planetario, ha habido otros episodios parecidos en otros países, como los incendios de Siberia en 2016, los de Chile de 2017 y los que se producen todos los años en el área subsahariana de África, donde recientes estudios indican que se quema allí cerca del 70 % de la superficie que se calcina a mundial", asegura Núñez. Y añade: "Los incendios son un fenómeno que, a escala planetaria y cada año, se producen con mayor extensión e intensidad".

Las causas de un año de récord en Canadá

Nuñez explica que la receta para generar un gran incendio forestal sólo necesita tres ingredientes: vegetación que actúe como combustible; ignición causada por el hombre (de manera intencionada o no) o por fenómenos naturales y una situación meteorológica que provoque un tiempo cálido, seco y con viento. Y en el país norteamericano se han cumplido las tres cosas.

"Muchos de los incendios de Canadá han estado ocurriendo donde ha habido condiciones mucho más secas y cálidas de lo habitual. Esto conduce a una mayor inflamabilidad del combustible, que significa que la vegetación está en el estado ideal para quemarse cuando hay una ignición. Y el aumento del peligro de incendio significa no sólo que hay más riesgo de que se produzcan, sino también que la escala e intensidad del fuego puede ser mucho mayor", detalla Mark Parrington, científico de Copernicus.

En primavera, relata Núñez, las altas temperaturas provocaron que la temporada de incendios comenzara más temprano de lo habitual en Canadá, y de manera muy intensa. A mediados de mayo una ola de calor en las provincias de la Columbia Británica y Alberta agravó los efectos de los primeros fuegos. En junio sucedió lo mismo en Quebec, en medio de otra ola de calor que fue de récord. Y en julio, que fue el mes más caluroso jamás registrado en el planeta, algunas de las temperaturas más "anómalas" del mundo se encontraron en el norte de Canadá.

"Los principales incendios se han producido en los Territorios del Noroeste, incluyendo Yellowknife, la capital de la provincia y la ciudad más grande. Además ha habido grandes fuegos en Alberta, Columbia Británica, Nueva Escocia y Quebec. A principios de junio ya se habían quemado tantas hectáreas como las que suelen quemarse durante toda una temporada en Canadá. Pero para principios de agosto el terreno calcinado era aproximadamente el doble de lo normal", afirma el experto de Aemet.

Si se estudian las causas es inevitable hablar también del cambio climático. Y es que, aunque los incendios necesitan una meteorología favorable, el calentamiento global les está proporcionando las condiciones idóneas para que, como en Canadá, sean más persistentes. Lo explica Parrington: "El cambio climático contribuye a las condiciones más secas y cálidas, que facilitan la inflamabilidad y el riesgo de incendio. Y nuestro análisis ha demostrado que la mayoría de los incendios observados se producen cuando la humedad del suelo es mucho más seca que la media".

Impacto en la capa de ozono

El científico de Copernicus detalla que en 2016 hubo una serie de incendios en Canadá que provocaron que la alta energía del fuego inyectara humo en la atmósfera superior. Un fenómeno que podría tener repercusiones en la capa de ozono. Sin embargo, considera que no ocurrirá lo mismo con los incendios de este año, porque "no parece que haya habido mucha inyección de humo directamente en la estratosfera".

Sin embargo, Núñez señala que estudios recientes están apuntando a la hipótesis de que partículas liberadas en los incendios forestales están interactuando en la "complejísima química atmosférica" del equilibrio del ozono. "Parece que se ha demostrado que partículas del humo de los incendios forestales interactúan con compuestos estables de cloro en la atmósfera, y como resultado se generan procesos de destrucción de la capa de ozono", asegura.

Según detalla, gracias al Protocolo de Montreal de 1987, que regula la producción y el consumo de los famosos CFC, compuestos muy destructivos del ozono estratosférico, la capa de ozono se está recuperando. La ONU estima que se espera una recuperación total del agujero de ozono alrededor de 2066 en la Antártida y para 2045 en el Ártico. Pero con estos nuevos hallazgos, a los investigadores les preocupa que un aumento de los incendios forestales pueda amenazar este progreso en la regeneración de esta capa "imprescindible para la vida en del planeta".

La vegetación como sumidero de carbono

El ejemplo de Canadá sirve para ilustrar otro problema. Cuando los bosques se queman, emiten grandes cantidades del carbono almacenado. Pero, cuando la vegetación en las áreas quemadas vuelve a crecer, extrae este carbono de la atmósfera. Un proceso que forma parte del ciclo normal de emisión y recuperación del CO2 a través de los incendios que, sin embargo, está cambiando.

"Lo que está sucediendo en los últimos años es que el cambio climático, provocado por el exceso de CO2 en la atmósfera, está generando situaciones extremas de sequías, y temperaturas muy altas, que están favoreciendo la intensidad y la frecuencia de los incendios. Con lo cual ese equilibrio se está rompiendo", explica Núñez, que detalla que ahora este proceso se está retroalimentando: "Cuantos más incendios haya en el planeta, mayores son las emisiones de CO2, y estas vuelven a favorecer las condiciones que facilitan que se produzcan otros incendios. Es un círculo vicioso que es necesario romper".