Vive y deja vivir. En una época en la que los diarios adolescentes han sido suplantados por 140 caracteres, la polémica del día se cuece casi tan rápido como los macarrones en una olla hirviendo.

Si a la facilidad para criticar en redes sociales le sumamos que la celebridad y artista Billie Eilish siempre ha escondido su cuerpo e imagen más íntima, la guerra ha comenzado a golpe de tweet.

Hace unos días se filtraron unas imágenes de la joven cantante de Bad Guy en las que mostraba más carne de la que acostumbra. Ella, que siempre aboga por el look oversize y la ropa tres tallas más grande de la que necesita, apareció en la calle con un ceñido top y unos pantalones de chándal cortos.

La sociedad, morbosa y curiosa, acudió a la casa del pajarito más ávido de la red para comentar lo obvio: ¡la muchacha tiene brazos y piernas! Y, ¡qué valiente ella, mostrando más curvas de las que acostumbra y enseñando lo que el universo le ha dado! ¡Di que sí!

¿Y la polémica? ¿Dónde está, entonces? Simple: celebrar que una adolescente de 18 años se ponga una camiseta de tirantes mostrando un cuerpo absolutamente normal no debería ser motivo de celebración, sino algo mundano que no merece especial ímpetu o énfasis.

La normalidad, en peligro de convertirse en rara avis

Si caminar por la calle con el look que Eilish presentó es un acto de valentía, la sociedad ha involucionado a la hora de trabajar la inclusión en los cánones de belleza establecidos.

Billie Eilish isn't brave. She's normal (Billie no es valiente. Es normal), con este titular y artículo dinamitó la periodista de Buzzfeed News, Scaachi Koul, las redes sociales al contar algo sobre lo que ni debería hablarse.

La pieza en cuestión analiza cómo, en la búsqueda por alabar su coraje por mostrarse tal y como es, y responder a las críticas que decían que tenía cuerpo de madre aficionada al vino, se ha terminado por considerar como anormal algo completamente cotidiano.

«Billie Eilish ha sido fotografiada llevando ropa de gente normal, porque, creedlo o no, es lo que es», decía un usuario en Twitter.

Un usuario en Twitter defendió la normalidad del asunto.

¿Dónde ha fallado el discurso de inclusión?

Como bien articula Scaachi Koul, si llevar una talla 38 «con orgullo» es un ejercicio de valentía, hay algo que no estamos haciendo bien.

Que si la 36 es la nueva 34, y la 34 la nueva 32, la cuestión es siempre la misma: cuerpos reales de mujeres comunes siendo alabados como valientes por salir a la calle a mostrar sus atributos. Estamos a unos meses de contemplar titulares a lo: “Billie, libera a la orca Willy que llevas dentro y ponte a régimen”.

Ojalá Rocío Jurado estuviera presente para callar con alguna frase icónica a los troles. Aunque Eilish no responda con un «si me queréis, irse», este episodio ha terminado por confirmar el por qué la joven se escondía detrás de bolsas de basura firmadas por lujosas marcas.

Billie Eilish con su particular e icónico look.

Toc, toc, la hipocresía al habla

Eilish siempre es preguntada por lo mismo y en sus entrevistas siempre cae el “por qué llevas esos trapos puestos”, traducido al lenguaje de madre protectora o abuela preocupada -aunque en este caso no sea porque los riñones estén al aire-.

Su respuesta es, casi siempre, la misma. En Vogue Australia dijo que el llevar ropa «800 tallas más grande» que ella era debido a que «no le da la oportunidad a nadie para juzgar cómo es tu cuerpo». Como las cebollas que resisten a ser peladas, Eilish lleva «capas y capas» y quiere ser «misteriosa».

«Nadie puede decir que tengo el culo plano o gordo porque no lo saben”, admitía a la revista de moda.

Billie Eilish habla de su estilo en Vogue Australia.

Para más inri, hace cuatro meses lanzó un sugerente corto con una crítica abierta al body shaming. En Not my responsibility (no es mi responsabilidad), lanzaba dardos a diestro y siniestro y se preguntaba por qué una talla define a una mujer.

«Si uso algo cómodo, no soy una mujer. Si me quito las capas, soy una fresca. Aunque nunca habéis visto mi cuerpo, lo seguís juzgando. ¿Por qué? Hacéis suposiciones sobre las personas en función de su talla», decía contundente.

El corto Not my responsibility protagonizado por la propia Eilish.

Los que la alabaron por su crudeza y sinceridad -recordemos que tiene 18 años- son los que ahora la convierten en meme en redes sociales por no ajustarse al perfil de celebridad al más puro estilo Barbie california.

Quizá en unos años la talla 38 se haya convertido en un trozo de trapo al vacío que exprime todo nuestro potencial. Hasta entonces, dejemos de reivindicar la delgadez extrema.