Llueve sobre mojado. Cada cierto tiempo, una influencer imprudente protagoniza un hecho luctuoso que la convierte en una celebridad mundial... después de muerta. Ha sido el caso de la rusa Inessa Polenko, que falleció el pasado 7 de abril cuando trataba de hacerse un selfie al borde de un escarpado precipicio en Gagra, Georgia. Polenko, de 40 años, se precipitó desde una altura de 50 metros. Tras sufrir graves heridas por la caída, fue conducida a la UCI del hospital general de esta conocida ciudad balnearia situada en la costa del Mar Negro, donde falleció.

Al parecer, según han publicado varios medios locales y norteamericanos, Polenko se saltó una valla de seguridad para acceder a un punto desde el que conseguir la foto más vistosa de uno de los parajes más bonitos de esta región cercana a la frontera rusa.

La esteticién afincada en Moscú no llegaba a los 10.000 seguidores en sus cuentas de Instagram, pero contaba con una fiel parroquia de seguidores que admiraba y jaleaba las fotos de sus viajes y de los tratamientos que ofrecía.

La afición de algunos creadores de contenido a desafiar las normas y las advertencias para conseguir una foto o un vídeo impactantes ha obligado a los responsables de lugares e instituciones de todo el mundo a imponer restricciones y prohibir los selfies en determinados espacios.