En Piñor, Ourense, la muerte daba de comer. A falta de otros atractivos, el pueblo se hizo famoso por su boyante industria del ataúd: madera noble, clavos dorados y remates de terciopelo para salir por la puerta grande. Pero desde hace unos días, el runrún en el bar gira en torno a la vida, o mejor dicho, a La vida sigue igual.

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Julio Iglesias ha comprado un casoplón en este municipio de poco más de mil almas. El inmueble, que antes pertenecía al exalcalde Manuel Cabezas y su esposa, cuenta con lago artificial, ascensor interior y un garaje con espacio para veinte vehículos. "¡Vamos a tener a un famoso!", ha exclamado una vecina en declaraciones a Lorena Rodríguez de la Torre para Efe. No sabemos si lo dice con alegría o con inquietud, pero lo dice.

La operación, discreta como un traje blanco en una boda gallega, llevaba meses gestándose. Aunque el exalcalde prefiere no hablar, los obreros ya están a pleno rendimiento limpiando muros, ajustando setos y preparando el terreno para el desembarco del ídolo. Algunos aún no se lo creen. "Nunca me lo hubiese imaginado", ha dicho Manuel Bernárdez, antiguo trabajador de la finca. Claro que tampoco se imaginaban que un día Piñor saldría en todos los medios por algo distinto a sus ataúdes.

Un pied-à-terre en Galicia

El cantante, nacido en Madrid en 1943 pero de padre gallego –el célebre doctor Iglesias Puga, ginecólogo pionero y secuestrado por ETA en 1981–, mantiene una relación sentimental con Galicia desde que veraneaba allí de niño. Después dedicaría a esta tierra Un canto a Galicia, esa declaración de amor que, por una vez, no olía a salitre ni a habanera sino a orballo y churrasco.

Que nadie se confunda: esto no es una jubilación. Iglesias, que ya tiene casas en Miami, República Dominicana y probablemente en algún lugar del éter, no viene a retirarse, sino a ampliar su mapa sentimental. Su padre soñaba con verle marqués, y él ha respondido comprando un pazo con laguito. Otra forma de nobleza. La sentimental, la hortera, la que tiene banda sonora y garaje para veinte coches.

Y así, mientras los gallegos siguen fabricando ataúdes con la precisión del que sabe lo que viene, Julio Iglesias compra futuro en forma de finca. La muerte, por ahora, puede esperar.

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