Moscú se ha convertido estos días la capital de la diplomacia global. La crisis entre Rusia y la OTAN por la arquitectura de seguridad europea, simbolizada en Ucrania, ha llevado a la capital rusa a quienes tratan de evitar que estalle un conflicto en Europa, encabezados por el presidente francés, Emmanuel Macron, a quien se ha unido esta semana el canciller alemán, Olaf Scholz.

A los dos recibió Putin con frialdad. Como se negaron a hacerse una PCR en tierras rusas, el líder ruso les sentó a metros de distancia, en una mesa interminable. La escenografía hablaba de un encuentro en el que las posiciones son antagónicas, pero al menos Putin se sentó con ellos a hablar. Y cuando todo apunta a que Rusia ha preparado el terreno para que se produzca una agresión sobre Ucrania, cualquier forma de diálogo es una manera de ganar tiempo y evitar que estalle el conflicto.

Al presidente de Estados Unidos no le ha recibido en Moscú, pero sí ha conversado en varias ocasiones por teléfono con él: la última, el sábado en uno de los momentos más críticos de las últimas semanas.

A la vez el presidente ruso ha recibido a otros dirigentes con quienes mantiene buena relación. Especialmente significativa fue la visita del primer ministro húngaro, Viktor Orban, el único líder de la Unión Europea que puede considerarse aliado de Putin.

El primer día de febrero Orban se veía con Putin en la capital rusa. Aunque Orban se presentó como portador de un mensaje de paz, el objetivo de la visita era reforzar la cooperación económica con Rusia. También Orban buscaba garantizar el suministro de gas ruso a Hungría en caso de que estallen las hostilidades en Ucrania. Rusia tiene contratos millonarios para desarrollar la industria nuclear en Hungría.

En primavera hay elecciones en Hungría y por primera vez en años hay ciertas posibilidades de que Orban pierda el poder. Putin se dejó ver cerca de Orban para dejar claro de que cuenta con dirigentes de peso en Europa como aliados.

Putin suele elogiar a Orban porque, a su juicio, elige con independencia a sus socios. Hungría es el único país de la UE que no se ha puesto del lado de Ucrania en la crisis entre Rusia y la OTAN. También se ha negado a recibir tropas de refuerzo. Así se explica que a Putin no le importe colocarse cerca de Orban. Lanza así el mensaje a la Unión Europea de que cuenta con aliados fuertes en su seno.

El líder ruso también ha sido muy hábil a la hora de tejer amistades mutuamente rentables, como la que ha tejido con el ex canciller alemán Gerhard Schröder. El ex jefe de gobierno socialdemócrata está sentado en la directiva de Gazprom, la empresa matriz del gasoducto Nord Stream 2, la joya de la corona de las relaciones germano-rusas. Putin se ha dejado ver en el 75 aniversario de Schröder, por ejemplo. Y el ex canciller siempre dice que Putin jamás le ha decepcionado. "Siempre cumple su palabra".

Aliados americanos

Dos días después viajaba a Moscú el presidente argentino, Alberto Fernández. La Argentina de Fernández y CFK, vicepresidenta, es una gran aliada de Rusia. Es uno de los países en los que se ha empleado la vacuna rusa, Sputnik, para combatir el coronavirus. De hecho, Argentina está tratando de que se apruebe esta vacuna en otros países latinoamericanos.

Alberto Fernández dijo ante Putin que Argentina ha de ser "la puerta de entrada" de Rusia en América Latina. Fernández busca romper romper la dependencia económica y comercial del Fondo Monetario Internacional y de Estados Unidos. "Argentina tiene que abrirse hacia otros lados", dijo el presidente, con la mirada puesta en Rusia. En su cuenta de Twitter difundió imágenes del cálido saludo que le brindó el líder ruso.

En el continente americano Putin también cuenta con la admiración de Jair Mesías Bolsonaro, presidente de Brasil, que ha estado en Moscú este miércoles. Bolsonaro se ha sentado ante una mesa de reducidas dimensiones que permite a los interlocutores permanecer a poca distancia. "Somos solidarios con Rusia", dijo el dirigente brasileño que no mencionó de forma explícita el conflicto con la OTAN sobre Ucrania.

 Bolsonaro dijo que quería impulsar las relaciones bilaterales con Rusia, especialmente en defensa, recursos energéticos y agricultura. Entre los acuerdos firmados hay uno relativo al intercambio de información geopolítica y de tecnología militar. Putin elogió a Brasil como principal socio comercial de Rusia en América Latina.

Con otros mandatarios se sienta también cercano, aunque mantengan una relación con vaivenes. Es el caso de Recep Tayyip Erdogan, que estuvo a principios de enero en Moscú. Turquía es miembro de la OTAN y suministró a Ucrania drones de combate, pero aún así Putin hace caso a Erdogan cuando intenta realizar una labor de mediación. Ayuda a esa cercanía el hecho de que los dos sean hiperlíderes en un momento liderazgos líquidos.

Distinta es la relación con el bielorruso, Aleksander Lukashenko, que viajará este viernes a Moscú. Lukashenko en este momento apoya a Rusia en su demostración de fuerza frente a la OTAN. A los dos les une la aversión a los aliados, y sobre todo, a la Unión Europea y su defensa de los valores democráticos. Putin se puso del lado de Lukashenko cuando reprimió las protestas de agosto de 2020, tras unas elecciones en las que dijo ganar tras reprimir a la oposición. Y ahora Lukashenko permite que las tropas rusas entrenen con bielorrusas a las puertas de Ucrania.

Punto y aparte merece la relación de Putin y Xi Jinping. La cercanía entre los dos líderes ha allanado el camino al acercamiento entre Moscú y Pekín. China ha reconocido el derecho de Rusia a garantizar la seguridad de sus fronteras, a la vez que Xi se ha decantado por una solución pacífica en conversaciones con mandatarios como la que ha mantenido el presidente francés, Emmanuel Macron. Putin y Xi se vieron en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín y sellaron una alianza a prueba de crisis con la OTAN.