La primera ronda de negociaciones entre Rusia y Ucrania, que ha terminado sin acuerdos significativos, se ha producido durante una jornada en la que Rusia ha intensificando significativamente su ofensiva contra las principales ciudades del país. La batalla es especialmente cruenta en Járkov, la segunda ciudad de Ucrania, sobre la que el Ejército de Vladimir Putin está poniendo más presión actualmente.
Las fuerzas aéreas rusas han llevado a cabo durante todo el día bombardeos que han golpeado directamente a la población civil de una ciudad con más de 2 millones de habitantes contando su área metropolitana. Han muerto al menos 11 personas, tres de ellos niños. 87 edificios fueron destruidos durante el operativo.
"Los ocupantes rusos dispararon en masa contra las zonas residenciales de Járkov. Decenas de muertos y cientos de ciudadanos ucranianos heridos", ha confirmado en un mensaje en sus redes sociales el ministerio de Defensa ucraniano.
Las imágenes tras el bombardeo en estas áreas residenciales muestran civiles muertos en plena calle y numerosos heridos, además de multitud de edificios afectados por el ataque y restos de munición sin explotar.
Con los avances rusos estancados en Kiev, Járkov se está convirtiendo en el principal foco de hostilidades en el flanco norte de la invasión rusa a Ucrania. Este domingo las tropas rusas consiguieron llegar hasta el centro de la ciudad, aunque la resistencia ucraniana es feroz e incluso las autoridades militares anunciaron que habían recuperado el control de la ciudad. Los bombardeos se han producido en Járkov desde el inicio de la invasión, con la población refugiada en las estaciones y túneles de metro, pero nunca con la intensidad de este lunes.
Negociaciones complicadas
Ucrania y Rusia se han visto por primera vez las caras este lunes en un tímido inicio de diálogo que arranca entre recelos, como han reconocido en público los principales actores. Sin condiciones previas, la cita se produjo en la frontera entre Ucrania y Bielorrusia, un país este último que dista mucho de ser un observador imparcial en el conflicto.
El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, fue de los primeros en ofrecer su país como sede del hipotético diálogo. Puso de nuevo sobre la mesa la opción de Minsk, como ya se hizo en 2014 y 2015 para pactar unos acuerdos que teóricamente iban a servir para pacificar el este de Ucrania.
Sin embargo, la Bielorrusia de hoy ya no es la de entonces. La ola de protestas y sanciones desatada tras las controvertidas elecciones de 2020, en las que Lukashenko se hizo con un nuevo mandato, terminaron de acercar al mandatario bielorruso a Moscú, hasta el punto de que ha vinculado indisolublemente su propio futuro al del presidente de Rusia, Vladimir Putin.
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