"En Palestina se están haciendo cesáreas sin anestesia porque no hay medicamentos", cuenta Soraida Hussein. En un conflicto que se ha cobrado más de 44.000 vidas, las mujeres y niñas palestinas son las más frágiles. El hambre severa, la falta de acceso a agua potable y servicios sanitarios mínimos las ponen en riesgo. Su circunstancias aumentan las probabilidades de mala salud, especialmente para madres lactantes y mujeres embarazadas, que requieren cuidados específicos que no están disponibles.
"Durante meses las mujeres no tenían productos de higiene femenina y tuvieron que inventarse maneras de protegerse en su menstruación", relata Soraida. Esta activista, coordinadora de la sucursal palestina de Alianza por la Solidaridad, reside desde hace años en Ramala, la capital de la Cisjordania ocupada. Allí colabora con múltiples asociaciones que ayudan a las mujeres en medio de este conflicto. "Una mujer me contó que fue a casa de un vecino, rompió con él sábanas y cortinas y que utilizó esas telas como compresas", desliza Soraida. Estas prácticas por la escasez de recursos básicos exponen a las mujeres a enfermedades e infecciones.
Los últimos datos de Naciones Unidas, de comienzos de año, cifraban en más de 540.000 las mujeres y niñas en edad reproductiva en Gaza que tienen problemas cotidianos de acceso a productos de higiene y salud vinculados a la menstruación. UN Women estimaba entonces que se necesitan cada mes diez millones de paquetes de compresas para preservar la dignidad de las mujeres y jóvenes en la Franja.
La vida sin recursos básicos
Soraida narra en conversación con El Independiente cómo una joven se sentía en deuda con el miedo que estaba pasando en la guerra, porque se le había cortado la menstruación y no tenía que pensar en maneras de higienizarse. "Es la cruda realidad de las mujeres palestinas, hasta agradecer un conflicto por no tener acceso a productos de higiene femenina", desliza.
La escasez de comida ha hecho que muchas mujeres estuviesen durante meses ingiriendo comida enlatada. Esta alimentación ha derivado en hipertensión o problemas cardiovasculares por el exceso de sodio. "No pueden comer más comida enlatada porque están enfermas y no hay medicinas para que se traten, pero es que no tienen otra cosa que llevarse a la boca", denuncia Soraida. "A las que fueron madres se les cortó la leche materna por esta malnutrición", agrega.
Las pacientes oncológicas son otras de las grandes afectadas. El conflicto dificulta significativamente el diagnóstico temprano, el tratamiento adecuado y la atención continua de estas mujeres. "Un chico me contó que su madre tenía cáncer de mama y que falleció por no recibir medicación. Lamentablemente las muertes por cáncer de mama o útero elevan el número de fallecidos en este conflicto", subraya la trabajadora humanitaria.
Los abusos de los soldados
La violencia sexual también ha escalado en el contexto de la guerra y el desplazamiento. Las mujeres y niñas en zonas de conflicto se enfrentan a riesgos de abuso sexual y violencia física por parte de actores militares. El muro que separa Cisjordania de Jerusalén es un foco de estos abusos. "Cuando los palestinos cruzan el muro son cacheados por los soldados y se sabe que se han sobrepasado con las mujeres en múltiples ocasiones", denuncia la activista feminista. "Muchas familias prefieren que sus hijas no vayan al colegio para evitar esto, en una sociedad en la que el porcentaje de mujeres graduadas de la universidad es mayor que de hombres", describe.
Soraida detalla a El Independiente que "entre 1994 y 2004 las organizaciones de mujeres estuvimos formando y enseñando a los policías palestinos cómo actuar si una mujer iba a una comisaría a denunciar un abuso". Ahora entre el 70% y el 80% de las comisaría cuentan con una unidad de género y una unidad de protección de la familia. "Lo que no tenemos todavía es una ley palestina que proteja claramente a las mujeres de la violencia, pero de momento se utilizan leyes jordanas", apunta.
El peso del horror
Las mujeres palestinas sufren también violencia psicológica. Los bombardeos, los desplazamientos o el hambre impactan gravemente en su vida cotidiana. "Si a una mujer le preguntas que cómo está te responderá dependiendo de cómo estén sus hijos, porque para ella su bienestar es que su familia esté bien", señala Soraida. "Las mujeres se niegan a sí mismas por el bienestar de su familia y cargan con un peso el doble de grande".
"Antes del genocidio, el 21% de las familias palestinas estaban encabezadas por mujeres, dato que no ha hecho más que aumentar", apunta la activista. Desde el estallido de la guerra el 7 de octubre de 2023, "muchas mujeres han enviudado y tienen que sacar adelante a sus familias solas", lo que se traduce en un deterioro y agotamiento mental.
Soraida destaca también el impacto que el conflicto tiene en las adolescentes y niñas: "Una joven palestina a la que le bombardearon la casa y la escuela y que ahora vive con su familia en una carpa va a estar pensando continuamente en el colegio, en los sueños que tenía o en el chico que le gustaba; su salud mental peligra". Para ayudar tanto a niñas como a mujeres a evadirse, asociaciones como la de Soraida crean iniciativas con las que se pueden mantener ocupadas. "Para los más pequeños tenemos actividades educativas para que no se les olvide leer y escribir, y también actividades para pintar, jugar o bailar", explica. Las mujeres celebran reuniones en las instalaciones de Alianza por la Solidaridad, donde comparten sus problemas y preocupaciones: "Una mujer me dijo que se sentía muy bien y contenta porque a pesar de lo malo que había pasado otras mujeres le habían dado las gracias por escucharlas", describe Soraida.
El alto al fuego en el Líbano pactado esta semana por Israel y Hizbulá llena de esperanza al pueblo palestino de que lo mismo ocurra en su territorio. "Las mujeres tienen que estar en los acuerdos de construcción de la paz y la reconstrucción del territorio, porque siempre se les niega la participación y deben tener ese espacio", concluye la activista.
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Gracias por abordar este tema