Entre mitras, birretes y telas de los más exquisitos tejidos Raniero Mancinelli ha preparado el traje del próximo Papa de Roma. Su taller, abierto en 1962, se halla en el barrio del Borgo, limítrofe con el minúsculo territorio del Vaticano.
“Ya está preparado, ya está hecho y empaquetado para ser entregado”, explica Raniero, el sastre que -a sus 86 años, la misma edad del difunto Papa Francisco- ha zurcido la casulla blanca que vestirá el nuevo pontífice, el que salga elegido por los 133 cardenales que se hallan confinados en la Capilla Sixtina, a apenas unos metros de su local.
Tres medidas para "tres Papas"
“He confeccionado el traje blanco específico de tres medidas para tres papas de tamaños diferentes, pues no sabemos qué medida tiene este nuevo Papa, si es pequeño, mediano o grande. Por eso hemos preparado tres medidas con la esperanza de que una de las tres le quede bien”, desliza Raniero, elegido entre la parroquia de sastres dedicados a vestir al clero en la Ciudad Eterna.
La única talla obviada entre las posibles es la XL. “Si hace falta extragrande, la haremos rápidamente de un día para otro. Será fácil tenerlo todo listo”, responde con premura cuando se le pregunta por ese “olvido”. Es primera hora de la mañana y el sastre no se detiene. Mientras despacha con un par de medios y sortea las cámaras que le siguen como una vieja estrella de rock, prepara cepilla con mimo las casullas de lana ligera y ultima los preparativos del pedido vaticano.

Los detalles
“Cuando se haya votado, será fácil completar los últimos detalles. Sí hay que hacer pequeños detalles, lo veremos en el último momento y esperamos poder hacer todo lo necesario para cumplir con creces”, comenta este artesano curtido por décadas de fino trabajo.
“He trabajado con el clero desde hace muchos años. He sido sastre desde adolescente. Es lo único que sé hacer. Calculo que he trabajado unos 70 años, pero he servido también a los tres últimos papas: Juan Pablo II, Benedicto XV y Francisco.Y los tres tenían gustos particulares”, desliza. De las paredes de la trastienda del local, donde está ubicado su taller, cuelgan fotografías en las que, en compañía de su esposa Giovanna, aparece con el pontífice argentino; todo el material necesario y un viejo mapa del Vaticano. También una ajada máquina de coser y una plancha de otro tiempo.
He servido también a los tres últimos papas: Juan Pablo II, Benedicto XV y Francisco. Y los tres tenían gustos particulares
"Cada uno tenía sus necesidades"
“Cada papa es un poco una persona en sí mismo y cada uno tiene sus necesidades, cada uno tiene sus gustos, cada uno tiene sus preferencias, pero más o menos siempre son sotanas que hago para el Papa y esto me gratifica, me gusta”, responde con sencillez Raniero, quien a través de sus trajes y las demandas de los sucesivos pontífices ha descubierto universos a veces opuestos.
“La diferencia entre el Papa Francisco y los demás Papas es que él ha sido, digamos, un poco más sencillo, más, como dicen ustedes los periodistas, el papa de los pobres, el papa de los más necesitados, y sin duda era un papa muy sencillo, que no quería cosas muy sofisticadas ni muy lujosas”, murmura el octogenario. En el negocio familiar también están implicados su hija Laura y su nieto Lorenzo.
En su tienda, tan cercana a la institución vaticana, el ritmo resulta infernal. “Hay bastante trabajo porque hay gente que va y viene, cardenales que llegan y que necesitan alguna cosita. Intento hacer lo que puedo”, confiesa de camino a entregar el encargo. Sin nombre ni rostro, el Papa número 267 tiene ya sus primeras mudas como Obispo de Roma. “Podría ser una continuación del papado de Francisco. Podría ser, pero el espíritu santo elige y se decidirá”, dice mientras apura el paso. Está a las puertas del Vaticano, escoltadas por la guardia suiza. Su figura enfundada en un traje gris se desvanece en cuanto cruza el umbral.
Competencia entre sastres
La alegría va por barrios, también en los asuntos eclesiásticos y papales. Mientras en el taller de Raniero se celebra el encargo, en el de Gammarelli -ubicado junto al Panteón, en la zona de Rione- se suspira por la ocasión perdida. Gestionada por la sexta generación familiar, la sastrería eclesiástica rival solía exhibir las vestimentas creadas para el nuevo pontífice en los escaparates, hoy huérfanos de cualquier prenda papal. Los Gammarelli ha sido sastres papales desde el siglo XVIII, cuando los papas gobernaban los Estados Pontificios, antes de la unificación de Italia. De un modo y otro, han vestido casi todos los nuevos papas desde Pío IX (1846-1878), a excepción del polaco Karol Jozef Wojtyla, quien optó por un sastre de su Cracovia natal.
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