En la película Cónclave uno de los papables con más opciones, de origen estadounidense, extiende en la sombra sus tentáculos para ganarse el favor de sus compañeros purpurados. Ofrece dádivas y futuros cargos a cambio de los votos que le permitan disfrutar del título de “Vicario de Cristo, Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, Sumo Pontífice de la Iglesia universal, Patriarca de Occidente, Primado de Italia, Arzobispo y metropolita de la provincia romana o Soberano del Estado  Ciudad del Estado Ciudad del Vaticano”, algunos de los títulos adicionales al de Papa, el más popular y mundano.

Sus argucias son destapadas en una de las cenas que reúne a los miembros del colegio cardenalicio, ya sometidos al encierro que inician este miércoles los 133 cardenales encargados de escoger al sucesor del Papa Francisco. En el filme, uno de los cardenales a cargo del protocolo acusa al norteamericano de “simonía”, el pecado que representa todo acto que persiga compra o venta de bienes espirituales, a cambio de beneficios materiales. “Es una película que se ajusta mucho a la realidad. La fuente es un primado católico de Inglaterra que participó en el cónclave de 2005”, señala en conversación con El Independiente Giovanni Maria Vian, director durante más de una década de L'Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede.

La 'función' del espíritu santo

Las intrigas han acompañado a las sucesivas votaciones de los cardenales que, entre las cuatro paredes de un lugar hipnótico como la Capilla Sixtina, culminarán con una mayoría de al menos de dos tercios y la fumata blanca que anuncie la elección del nuevo pontífice. En el estricto protocolo vaticano, medido hasta el mínimo detalle, se establece que los cardenales procesionan desde a Capilla Paulina hacia la Sixtina invocando la ayuda del Espíritu Santo mientras entonan el Veni Creator Spiritus («Ven, Espíritu Santo, bendito Creador»). En 1997 el que luego sería Benedicto XVI fue preguntado si el Espíritu Santo es responsable de quién es elegido papa. Precedido por una sonrisa, Ratzinger lo matizó: “Yo no diría eso, en el sentido de que el Espíritu Santo elige al papa... Yo diría que el Espíritu no toma exactamente el control del asunto, sino que, como un buen educador, por así decirlo, nos deja mucho espacio, mucha libertad, sin abandonarnos por completo. Por lo tanto, el papel del Espíritu debe entenderse en un sentido mucho más elástico, no en el sentido de que dicta al candidato por el que hay que votar. Probablemente, la única garantía que ofrece es que la cosa no puede arruinarse por completo”.

El proceso que arranca este miércoles, tras el fallecimiento de Jorge Bergoglio el pasado 21 de abril, ha estado precedido por las tensiones entre el sector que se reivindica como albacea de su legado reformista y las familias que aspiran a una suerte de contrarreforma, un regreso a la tradición en asuntos doctrinales y sociales como la homosexualidad o el papel de las mujeres. Y algunos de los trapos sucios se han lavado en público. El cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller, uno de los líderes del sector más ultra, fue uno de los primeros en abrir fuego al censurar abiertamente el pontificado de Francisco.

En una entrevista con el rotativo italiano La Stampa, Müller afirmó que el próximo papa debería tener “una sólida formación teológica y doctrinal, que no sea ni autoritaria ni débil” en referencia al argentino. “Si Jesús dice que el matrimonio es entre un hombre y una mujer y es indisoluble, ningún papa puede cambiar esta doctrina”, alegó. “Los lobbies homosexuales quieren equiparar las uniones entre personas del mismo sexo al matrimonio, pero esto contradice totalmente la doctrina de la Biblia. Podemos discutir la atención pastoral concreta e individual para guiar a las personas hacia la vida cristiana, pero no podemos aceptar la ideología de género, que es contraria a la doctrina de la Iglesia”, agregó.

En las páginas de El Independiente, el cardenal jesuita peruano Pedro Barreto respondió a su hermano en el colegio cardenalicio. “Hay un sector entre los cardenales, pequeño pero con mucho dinero, que cree que puede avasallar”, deslizó. Los cruces de declaraciones entre las distintas familias y sensibilidades de la jerarquía eclesiástica no han sido los únicos protagonistas de un cónclave que los propios protagonistas han reconocido como el más mediatizado y tal vez político de los últimos tiempos, en un contexto marcado por el auge de los populismos, la polarización política y, en el seno de la iglesia, la crisis de vocaciones y los escándalos financieros y de abusos sexuales que han salpicado al clero en la última década.

Bulos y desinformación

Una coyuntura en la que la ciudad-estado del Vaticano no ha quedado exenta del contagio global de bulos y noticias falsas. “Lo hemos visto en las congregaciones generales. Se propagó el rumor de que el cardenal Pietro Parolin [uno de los favoritos para heredar el trono] tenía problemas de salud y se había desmayado”, explica a este diario Austen Ivereigh, periodista y biógrafo de Francisco. “¿Quién hizo público ese rumor? Fue CatholicVote.org, un sitio web trumpista ferozmente anti Francisco. Es una es una clásica maniobra porque quieren atacar a Parolin por el acuerdo con China”, alega.

¿Quién hizo público ese rumor? Fue CatholicVote.org, un sitio web trumpista ferozmente anti Francisco

“La interferencia política -prosigue- existe, pero los cardenales lo saben. El fundador de esa web es el embajador estadounidense ante la Santa Sede nombrado por Trump. Todavía no ha sido confirmado, pero este es el mundo en que vivimos, donde el embajador ante la Santa Sede de Estados Unidos ha actuado para interferir en una elecón papal”. La Capilla Sixtina ha sido blindada para garantizar el aislamiento total de los cardenales. “Se está revisando a diario porque los micrófonos ahora son tan chiquitos que es muy fácil de introducir. Hay mucho interés en este cónclave. Rusia, China, Estados Unidos y todos están viendo porque saben que la Iglesia Católica  sigue siendo la institución mayor y más antigua del mundo con un poder moral que francamente supera el de cualquier país del mundo a pesar de que no tiene poder en el sentido efectivo”, subraya Ivereigh.

Lobby vaticano

Cercano a Francisco, asegura “confiar mucho en el proceso”. Pero no oculta que las dinámicas terminan favoreciendo las invitaciones a comer previos al cónclave, al estilo lobista que reina en Bruselas alrededor de los funcionarios y políticos de la Unión Europea. “Hay que ser un poco astuto porque antes eran los italianos los únicos que sabían cómo funcionan las cosas”, murmura. “Pero cuando llega el momento de elegir, es muy solemne. Los cardenales votan mirando el descenso al infierno y el último juicio, asegurando que lo hace sin buscar el interés personal. Puede haber excepciones pero los cardenales lo hacen vaciando cualquier interés personal y prejuicio ideológico”.

El campo de batalla, no obstante, se ha desplegado los días previos. Y, en ciertos casos, ha tenido como mar de fondo el tsunami de la pederastia que ha golpeado al clero católica durante más de una década. Fuentes de una asociación de víctimas de abusos sexuales reconocía a este diario su extrañeza por la acusación contra Robert Francis Prevost, cardenal estadounidense nacionalizado peruano, de haber encubierto casos de pederastia. “Cuando ha sido uno de los que más ha trabajado en este asunto”, señalaba uno de sus principales dirigentes.

Son todos hombres que forman parte de este sistema de encubrimiento y todos deben ser examinados con detenimiento

Pederastia bajo el radar

Los dardos de la organización estadounidense Bishop Accountability han apuntado, en cambio, hacia dos de los cardenales favoritos: el secretario de Estado, Pietro Parolin y el cardenal filipino Luis Antonio Tagle. Le acusan directamente de no actuar ante los casos de abusos. “Llevamos más de dos décadas investigando los abusos en la Iglesia católica. Estamos centrando nuestra atención en los dos principales candidatos a la elección papal: Tagle y Parolin. Ambos han mostrado una tendencia a ocultar información sobre delitos sexuales y a encubrirla al público y a las autoridades civiles”, desliza a este diario Anne Barrett Doyle, codirectora de la organización.

“Como secretario de estado, ningún funcionario de la Iglesia en el mundo ha desempeñado un papel tan fundamental como él en ocultar información sobre delitos sexuales a las autoridades civiles. El cardenal Tagle es un funcionario muy diferente. Es una persona que parece bastante empática con las heridas de las víctimas, pero la solución que propone es desastrosa. Cree en resolver los abusos de forma privada. Piensa que el dolor aumenta si esta información se difunde en los medios de comunicación y en los tribunales, y cree en la resolución privada. Hemos aprendido por las malas que la privacidad se traduce en secretismo, y que el secretismo siempre beneficia a los perpetradores y conduce al encubrimiento por parte de los obispos”, argumenta.

Preguntada por si el resto de purpurados están a salvo de sospechas, Barrett Doyle replica: “No quería dar a entender que los otros 131 cardenales están libres de responsabilidad en este asunto. Por supuesto que no. Cualquier sacerdote que haya servido el tiempo suficiente como para convertirse en cardenal lo ha hecho mientras estos asuntos se debatían abiertamente o a puerta cerrada. Eso significa que todos los electores papales actuales tienen algún tipo de complicidad institucional, silencio o indiferencia. Son todos hombres que forman parte de este sistema de encubrimiento y todos deben ser examinados con detenimiento”.

De Cipriani a Becciu

Varios escándalos previos han sido recordados en el camino hacia el cónclave. El cardenal Juan Luis Cipriani, sancionado por el papa Francisco por un presunto caso de abuso sexual y excluido del cónclave por su edad, 81 años, ha participado en las congregaciones generales, pese a las restricciones que se le impusieron. El primer purpurado de la historia del Opus Dei fue castigado con el exilio de su país natal, la prohibición de llevar símbolos cardenalicios y hacer declaraciones públicas. Otro de los cardenales en el centro de la controversia es Angelo Becciu, a quien Francisco retiró sus privilegios cardenalicios por su implicación en un escándalo financiero por el que fue condenad. Renunció a participar en la elección a pesar de su resistencia inicial.

“Hay que reconocer que los cardenales no son especialmente astutos pero juntos sí, aunque es bastante difícil que cuenten algo de lo que pasa”, recalca Vian, quien recuerda lo que él considera la operación calculada por la que Francisco fracasó en su primer intento de llegar a Papa y venció en su segundo cónclave como contendiente. “No sabemos si son ciertas o no las noticias de la salud de Parolin, pero paradójicamente podría obtener ventaja por el hecho de estar enfermo. Quizás hay quien piense: 'durará dos años, lo ponemos a él y luego vemos'. Esto mismo pasó con Sixto V, un franciscano al que Roma le debe mucho. Se presentó en el cónclave con un con bastón, como para decir que estaba decrépito y después fue muy duro gobernando”, concluye.