La curia general de los agustinos está ubicada en primera línea de la Plaza de San Pedro, a unos pasos de la Basílica. Sus ventanas se abren a las dependencias que ahora ocupa el que durante años fuera su prior general, el estadounidense Robert Francis Prevost. Entre los muros de la orden, aún resuena el eco de la elección. Prevost, agustino, misionero en Perú y cardenal en Roma, es desde el jueves León XIV. Para quienes compartieron con él mesa, oración y vida comunitaria, no es solo una elección histórica. Es personal. El pontífice es uno de los suyos. Un fraile más. El que recogía su plato después de comer.

“Es un hombre normal. Eso es lo que mejor le define. Escucha, acompaña, te deja trabajar. Y cuando tiene que decidir, decide”, explica a El Independiente Alejandro Moral Antón, el ahora prior general de la orden agustina, quien le sucedió a cargo de la congregación. Conoce bien al nuevo pontífice. Compartió años de servicio con él y le vio recorrer medio mundo como superior general. Lo recuerda como un líder que gobernaba desde la cercanía. “No impone, propone. Siempre dialoga. Pero nunca deja que las cosas se queden en el aire”, desliza este burgalés, de la pequeña localidad de La Vid, en la comarca de Ribera del Duero.

Imagen de juventud de Robert Francis Prevost.

El retrato que emerge de sus hermanos agustinos es a la vez coral y unánime. La sencillez no es pose, sino hábito, confirman. “Recogía su plato. Lo llevaba al carrito como todos. Ayudaba. No era un cardenal con distancia. Era uno más”, evoca Moral.

Un origen malagueño remoto

León XIV, aseguran, lleva parte de España en la sangre. Su madre, Mildred Agnes Martínez, descendía de una familia malagueña. “Él mismo nos lo contaba”, explica el también agustino Luis Marín de San Martín, obispo de Suliana y subsecretario de la Secretaría General para el Sínodo. “Decía que su bisabuelo era de Málaga. No lo decía con pompa, sino como una pieza más de su biografía, que es diversa y muy rica”.

Esa mezcla —padre italo-francés, madre de origen español— ha marcado la trayectoria de Prevost, que durante sus últimos en Roma dirigió el Dicasterio de los Obispos. “Nunca fue nacionalista. Para él, la diversidad es un regalo. Y eso lo ha aplicado siempre en la Iglesia. No ve las diferencias como un problema, sino como una oportunidad de integración”, agrega Marín.

Marín conoce a "Roberto", como le llaman en su congregación, desde hace años. Compartieron casa durante cinco años en Roma, cuando él era prior general. “Compartimos la comida, la oración, el trabajo. Le gustaba el tenis, era de la Roma. Pero sobre todo, era cercano. Cercano de verdad”, insiste.

Prevost, tercero por la izquierda, junto a los españoles Cristóbal López Romero y María Luisa Berzosa.

Un estilo sin pompa ni gestos grandilocuentes

El nuevo Papa ha vivido en comunidad hasta hace apenas unos días. Comía en la casa de los agustinos en Via Paolo VI, rezaba con ellos, caminaba por los pasillos como uno más. “Era habitual verlo sonriendo. Siempre saludaba, siempre tenía tiempo para escuchar”, recuerda Enrique Martín Osa, formador en el Colegio Internacional Agustiniano. “Lo que más me impresionó es que, cuando venía a España, se acordaba de los nombres de los frailes. Te saludaba por tu nombre. Eso dice mucho de él”.

Quienes le han tratado insisten en que “no es carismático en el sentido tradicional”. Ni populista ni exuberante. “Es tranquilo, sosegado. Pero también muy claro. Tiene una mirada serena y firme”, explica Marín. “No se deja arrastrar por la visceralidad. Y eso, hoy, es una virtud”.

Cuando fue obispo en Chiclayo, el noroeste de Perú, su compromiso social fue inmediato, apuntan. En las inundaciones o durante la pandemia, estuvo en la primera línea. “Iba donde estaba la necesidad. No se quedó en el despacho. Esa cercanía no es teoría. Es práctica”, añade el obispo agustino.

El prior agustino Alejandro Moral. | Francisco Carrión

Un Papa de continuidad, pero con voz propia

El nombre de Prevost no figuraba a priori entre los favoritos, aunque en El Independiente sí lo incluimos en nuestras quinielas previas. Pero dentro de la Iglesia, su candidatura circulaba con fuerza. Fue elegido en la cuarta votación. Rápido. “Muchos lo tenían ya en el corazón”, reconoce Marín. “Fue elegido en la cuarta votación. Muy rápido. No hay duda de que el Espíritu Santo ha obrado”. 

Moral coincide: “Cuando vi lo rápido que fue el cónclave, pensé en él. Por su trayectoria, por su perfil pastoral, porque encarna la continuidad del camino que abrió Francisco”. Y Marín confiesa: “Cuando salió su nombre, fue una sacudida de emoción. Una alegría inmensa". Lo presenció desde los ventanales de la curia agustina, con visión directa del balcón central de la basílica de San Pedro.

Prevost, de misionero en Perú.

Los tres agustinos coinciden en que no será una ruptura respecto a Francisco. “No es una fotocopia, pero sí una continuidad. Camina en la misma dirección: sinodalidad, diálogo, apertura o ecología pero con su estilo tranquilo, sereno, profundamente humano”, dice Marín.  Ese deseo de unidad fue parte de su primer mensaje como pontífice. Pidió trabajar por la paz, por la fraternidad, por la igualdad. “La Iglesia tiene que ser líder en la presentación del Evangelio”, insiste el prior. “No para imponerse, sino para construir comunión en un mundo herido”.

Prevost, en su juventud, en una misión en Perú.

Fraile y pastor

Roberto Prevost fue misionero en Perú antes de ser obispo. También fue prior provincial, estudió en Roma, y fue nombrado prefecto para los obispos. Tiene, como resume Marín, “una experiencia eclesial única”. Ha conocido culturas, sensibilidades y estilos diferentes. “Y nunca se ha cerrado. Siempre ha integrado”.

“Como misionero en Perú, tiene una visión real de lo que necesita el mundo. Y como fraile, sabe que la Iglesia no se construye desde arriba, sino desde dentro, desde la comunidad. Estoy convencido de que será un gran Papa. No solo porque lo conozco, sino porque encarna lo que la Iglesia necesita: escucha, diálogo, cercanía, evangelización y paz”, apunta Martín Osa. Esa paz es precisamente uno de los llamados más urgentes que León XIV expresó en sus primeras palabras tras la elección. “Trabajemos por la paz, por la fraternidad, por la igualdad”, dijo ante una plaza abarrotada de fieles y turistas. “Que la Iglesia sea líder en llevar el Evangelio a un mundo herido”, suplicó.

Luis Marín recibe la felicitación por la elección de Prevost de una religiosa.

Es precisamente lo que muchos en el Vaticano esperan ahora: un Papa capaz de tender puentes en una Iglesia dividida en sensibilidades. “Él no habla de conservadores y progresistas. Para él, todos somos Iglesia. Y todos sumamos”, insiste Marín. “Es el Papa que necesitábamos ahora”. “Con la ayuda de todos, queremos dar una esperanza al mundo desde el evangelio. La misión de la iglesia es ayudar a ser más hermanos todos y él va a intentar esto: crear paz, crear unidad, crear comunión. La paz que tanto necesitamos. Ahora mismo estamos en peligro, en India y Pakistán por ejemplo. No podemos continuar así en el mundo”, musita Moral.

Desde Roma, sus hermanos agustinos ya se han puesto a su disposición. “Habrá tiempo para abrazarlo”, dice Marín. “Él sabe que estamos aquí. Y nosotros, que él sigue siendo uno de los nuestros”, concluye.