Pretendidos hermanos que han abrazado el silencio, cuando no cooperan abiertamente con quien ha mutilado durante veinte meses la Franja de Gaza. El asalto a la Flotilla de la Libertad por parte del ejército israelí en aguas internacionales fue censurado este lunes por organizaciones internacionales de derechos humanos. Pero, por enésima vez, los autócratas árabes optaron por ignorar la agresión. Algunos lo denunciaron en sus ya habituales e indoloros comunicados. Otros, no obstante, ni siquiera se inmutaron.

“Desde el comienzo mismo del genocidio, hemos escuchado a muchos palestinos en Gaza y más allá hacer declaraciones sobre cómo los Estados árabes han 'traicionado' y 'abandonado' a Palestina y al pueblo palestino. De hecho, este tipo de declaraciones son anteriores al genocidio y se remontan a décadas atrás. La verdad del asunto es que la mayoría de los palestinos tienen razón al pensar y decir eso. Aparte de una retórica fuerte pero vacía, así como de algunos esfuerzos diplomáticos sostenidos pero ineficaces para presionar a Estados Unidos a fin de que se declare un alto el fuego, los Estados árabes han permanecido inactivos e ineficaces”, señala a El Independiente profesor de Sociología de la universidad canadiense de Mount Royal.

En Gaza, los hospitales se han ido derrumbando uno tras otro; los niños mueren de hambre y las bombas han seguido cayendo como una lluvia incapaz de ser detenida. En las capitales árabes, los líderes ha mirado hacia otro lado. Desde Rabat hasta Riad, las élites gobernantes han tejido una coreografía de condenas vacías, comunicados repetidos, y cumbres inanes. Mientras tanto, en los callejones de Jan Yunis y en las ruinas de Jabalia, los cuerpos de las víctimas se han acumulado sobre un balance de víctimas aún incierto: más de 54.000 muertos y al menos 10.000 más que permanecen bajo los escombros.

"Un decisión estratégica"

“El silencio árabe no es un accidente. Es una decisión estratégica”, explica Ayyash. “Los regímenes árabes no solo han abandonado la causa palestina; la ven como una amenaza existencial. Temen que la resistencia palestina encienda la mecha en sus propios países”, arguye. “He perdido el respeto por prácticamente todos los gobiernos árabes en los últimos 19 meses, lo cual no es mucho decir, porque para empezar no les tenía mucho respeto”, apunta a este diario Omar el Akkad, autor de Algún día todo el mundo habrá querido estar siempre en contra, un revelador ensayo contra la indiferencia que marca la operación militar israelí en Gaza.

“Estuve en el mundo árabe a finales de 2024 y se repetía un patrón: se veían vallas publicitarias expresando apoyo al pueblo palestino o banderas en los laterales de los edificios. Pero cualquier expresión de apoyo por parte de la población que fuera más allá de este nivel superficial era inmediatamente reprimida, lo que nos lleva de nuevo a la idea de la diferencia entre la apariencia y la realidad. En el mundo árabe actual, es muy importante para la mayoría de estos gobiernos, si no para todos, expresar un apoyo aparente al pueblo palestino, al tiempo que se aseguran de que ese apoyo no vaya más allá de las apariencias”, denuncia El Akkad.

Los regímenes árabes no solo han abandonado la causa palestina; la ven como una amenaza existencial

Autocracias con terror a la opinión pública

Detrás de esa táctica subyace la propia naturaleza de los regímenes árabes, en su mayoría, dictaduras que han sellado su permanencia en el poder a partir de la brutal represión de la más mínima disidencia. La Primavera Árabe que estalló en 2011 ha servido a los Estados profundos para  protagonizar un ruidoso regreso a escena, con la lección aprendida de las revueltas y la decisión de prevenir las fallas que permitieron su cuestionamiento en las calles por amplios y heterogéneos sectores de la sociedad.

“¿Qué gobierno árabe en su sano juicio, tratándose en su mayoría de dictaduras y regímenes autoritarios, quiere apoyar realmente a una población tan versada en la revolución y la resistencia? Existe un temor terrible a que esa actitud se extienda. Entiendo perfectamente que no haya habido protestas generalizadas, pero también creo que hay que tener en cuenta lo que sucedería si se intentara organizar una de estas protestas generalizadas”, advierte El Akkad. “Serían aplastadas. Por eso soy cauteloso a la hora de afirmar que la ira de la gente no es real, porque en todos los sitios a los que he ido, la ira era muy real. Simplemente creo que está siendo reprimida por un grupo de gobiernos que están mucho más interesados en reservarse sus opiniones que en tomar medidas reales de apoyo al pueblo palestino o a su propio pueblo”. Y añade: “Saben que cualquier gesto real de solidaridad puede volverse como un bumerán en contra de sus propios palacios”.

La represión preventiva ha sido la respuesta más generalizada. En El Cairo, Casablanca y Dubái, las expresiones de apoyo no han pasado de luces verdes proyectadas en rascacielos. Pero cualquier intento de protesta masiva ha sido sofocado antes de empezar. Ayyash lo llama “la política de las vitrinas”: mostrar solidaridad, sin permitir que esta se traduzca en presión real contra Israel o sus aliados. “En definitiva, los estados árabes y la Liga Árabe han permanecido deliberadamente inactivos e ineficaces, con la esperanza de poder capear el temporal de la ira de sus pueblos mediante estructuras de seguridad interna opresivas y de que, al final, una Autoridad Palestina servil, que se parezca a ellos y actúe como ellos, emerja como líder indiscutible de un Estado palestino falso, acabando así con la causa palestina y las aspiraciones de su pueblo”, comenta Ayyash.

El secretario generla de la Liga Árabe, Ahmed Aboul Gheit, en una reunión reciente. | EP

Un hombre de Mubarak aferrado a presidir la Liga Árabe

Uno de los rostros que encarna esa táctica es Ahmed Aboul Gheit, de 83 años y actual secretario general de la Liga Árabe, una institución cada vez más cuestionada y apodada por algunos como el “club de los dictadores”. A finales de mayo, en plena ampliación de la ofensiva militar israelí en Gaza, visitó Madrid para presentar sus memorias. Agasajado por las autoridades españolas, canceló la entrevista que había prometido a El Independiente por supuestos problemas de agenda. Aboul Gheit representa a la vieja guardia política de Egipto, la que se resiste a salir de escena pese a sus complicidades directas con algunas de las etapas más oscuras de la tierra de los faraones. Fue ministro de Exteriores de Hosni Mubarak entre 2004 y 2011, hasta que un levantamiento popular le arrebató el cargo. Desde 2016 se ha aferrado a la Liga Árabe, tras el golpe de Estado que reconcilió al país con los generales. En el argot egipcio, se le conoce como “felul”, los restos del ejército de Mubarak que siguen copando las instituciones.

“En 2002, los líderes de los Estados árabes firmaron la 'Iniciativa de Paz Árabe', promovida por Arabia Saudí. Según la iniciativa, todos los Estados árabes firmarían tratados de paz con Israel si este se retirara de los territorios que ocupó en 1967 y aceptara el establecimiento de un Estado palestino. Desde entonces, la competencia entre los Estados del Golfo y Arabia Saudí, por un lado, e Irán y sus aliados y representantes, por otro, sustituyó al conflicto entre Israel y Palestina como prioridad para los Estados del Golfo y Arabia Saudí”, explica a este diario James Gelvin, profesor de Historia Moderna de Oriente Próximo de la Universidad de California.

La presión sobre Israel sólo puede generarse mediante el uso de la fuerza militar y/o la aplicación de presión económica

“Como resultado, abandonaron la Iniciativa de Paz Árabe y comenzaron a colaborar con Israel en cuestiones estratégicas. Algunos Estados árabes —los Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudán— llegaron incluso a normalizar públicamente sus relaciones con Israel. Otros, como Arabia Saudí, comenzaron a trabajar con Israel entre bastidores. Hamás lanzó su ataque contra Israel el 7 de octubre de 2023, en gran medida para demostrar que el conflicto entre Israel y Palestina no iba a desaparecer y para obligar a los Estados árabes a abordar de nuevo la cuestión”, agrega Gelvin. “Aunque los gobiernos árabes se han mostrado más que dispuestos a abandonar la causa palestina en el pasado, esta goza de una extraordinaria popularidad entre la población árabe, e incluso regímenes tan represivos como el saudí tienen que ceder ante la opinión pública en esta cuestión, o al menos fingir que lo hacen. Si las imágenes de Gaza han indignado a la población de Europa y Norteamérica, pensemos en cuánto más han indignado a la población de Oriente Medio”.

Emiratos o Marruecos, en la vanguardia de los lazos con Israel

Aún así, la estrategia dominante ha sido tratar de salvar la fachada mientras se mantenían relaciones con el Estado judío. Emiratos ha seguido haciendo lucrativos negocios con empresas israelíes y Marruecos ha llegado incluso a acoger en su territorio a una de las unidades de élite israelíes para entrenar a sus tropas en tácticas de guerra subterránea, como la que se lleva a cabo en el enclave palestinos de Gaza. Rabat tiene una larga historia de cooperación con los israelíes, que le asesoraron en la construcción del muro que protege su ocupación ilegal del Sáhara Occidental, la excolonia española. “La presión sobre Israel sólo puede generarse mediante el uso de la fuerza militar y/o la aplicación de presión económica. Sabemos, por diversas razones, como la superioridad militar de Israel y su arsenal nuclear, que el uso de la fuerza militar no es una opción. Pero aplicar presión económica es absolutamente una opción, y los estados árabes están optando por no hacerlo. Para estos regímenes árabes, las relaciones económicas con Estados Unidos son primordiales, y consideran a Israel un importante socio comercial en el sector de la tecnología y la innovación. Simplemente no quieren renunciar a nada de eso por las aspiraciones de libertad y liberación de los palestinos, que consideran, en el mejor de los casos, una cuestión secundaria”, apunta El Akkad.

La mayoría de los Estados del mundo árabe solo quieren que el tema desaparezca para poder volver a sus quehaceres habituales

“Los regímenes tienen que andar con mucho cuidado. A lo largo de los años —durante la invasión israelí del Líbano en 1982, durante la primera intifada de 1987, durante el asalto israelí a Cisjordania en 2002, durante la guerra del verano de 2006— han perfeccionado la técnica de aparentar preocupación sin hacer nada realmente constructivo. Sin duda, la mayoría de los Estados del mundo árabe solo quieren que el tema desaparezca para poder volver a sus quehaceres habituales”, aventura Gelvin. “Una de las cosas más difíciles de hacer, si se cree en una visión puramente pragmática o transaccional del mundo, es apoyar a un grupo de personas que no pueden ofrecer nada a cambio. El pueblo palestino, en virtud de la ocupación bajo la que ha vivido durante décadas, tiene muy poco que ofrecer al resto del mundo en términos de transacciones materiales”, admite El Akkad.

“Cuando la gente dice que esta es la cuestión moral que define nuestra época, este es uno de los aspectos que la conforman. No hay ningún beneficio material. Al menos para mí, adoptar esta postura es, obviamente, lo moralmente correcto. Y así acabas teniendo gobiernos como el de los Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, y de hecho, como muchos gobiernos de todo el mundo, que siempre se comportará de la forma que más les beneficie transaccionalmente. Y según esa definición, tiene todo el sentido del mundo que sigan haciéndolo. Si dejamos de lado la moral, algo que muchos de los líderes de estos países parecen dispuestos a hacer, entonces lo que describes tiene todo el sentido del mundo”, concluye el escritor. “Los líderes árabes se han olvidado de los palestinos, pero su pueblo no. Y eso hace que la situación sea muy inestable, por muy férreo que sea el control del poder. Tener esa desconexión con tu propio pueblo, te deja en una situación muy incierta. Y no me sorprendería que hubiera consecuencias que se extendieron al mundo árabe más allá de las fronteras de Palestina. Supongo que tendremos que esperar y ver qué pasa”.

Y Ayyash añade: “Si su traición al pueblo palestino logrará el fin que buscan es otra historia y aún está por ver. No creo que muchos de sus pueblos, ya sea en Egipto, Marruecos o Arabia Saudita, los olviden o los perdonen jamás por esto”.

En los cafés de Ammán o en los chats encriptados del Golfo, la ira es palpable. “Los pueblos no han olvidado. Pero están amordazados”, dice el escritor Jamal Kanj. En su opinión, la vergüenza no solo viene del exterior. “Lo más deshonroso no es la complicidad occidental, sino la de quienes comparten lengua, historia y religión con el pueblo masacrado”. “Apoyar una causa que encarna la resistencia y el derecho a rebelarse puede ser un espejo demasiado incómodo para los autócratas”, afirma Kanj. Mientras tanto, los mismos líderes que reprimen las voces en sus países disfrutan de relaciones privilegiadas con Israel y Washington.

La ofensiva israelí sobre Gaza no es solo un ataque: es una advertencia regional. Lo sugiere Akram Belkaïd, redactor jefe de Le Monde Diplomatique: “Israel está trazando su hoja de ruta para una limpieza étnica aceptada por el mundo. Y los gobiernos árabes, con su inacción, la están validando.” Belkaïd no ahorra ironía al describir las reuniones de la Liga Árabe como una tragicomedia: declaraciones huecas, sin una sola medida concreta. Ni embargos, ni sanciones, ni rupturas diplomáticas. Solo gestos vacíos, como quien reza mientras observa el incendio sin mover un dedo.

Egipto, por ejemplo, rechaza públicamente recibir desplazados de Gaza, pero negocia en privado condiciones financieras para aceptarlos. “Es un juego cínico”, dice Belkaïd. “La misma región que impuso un embargo petrolero a Occidente en los años 70 hoy prefiere no incomodar a Washington”.