La rendición total como única salvación posible. En una semana de vértigo, Donald Trump ha lanzado a golpes de tuit sucesivos ultimátum a la República Islámica de Irán. Un in crescendo verbal que situaba en inminente la implicación directa de Washington en la riña a garrotazos entre Israel e Irán. Hasta que el magnate republicano frenó en seco y, en una de sus ya conocidas autoenmiendas, declaró que se tomaría “dos semanas” para resolver la ecuación, de consecuencias impredecibles para la región, a la que le ha arrastrado el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.

Mientras las bombas israelíes dañaban los centros neurálgicos del programa nuclear iraní y algunos de los decenas de misiles lanzados por Teherán sorteaban la Cúpula de Hierro, la Casa Blanca debatía a puerta cerrada una posible intervención directa. Lejos de la luz pública, los líderes del Golfo Pérsico se embarcaban en una campaña diplomática a contrarreloj. Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Omán tienen por delante la misión de tratar de disuadir a Trump de escalar el conflicto. No lo hacen por una simpatía abierta hacia Teherán, sino por un interés más acuciante: su propia supervivencia y sus intereses económicos.

“Están literalmente entre la espada y la pared”, resume en declaraciones a El Independiente Kawa Hasan, experto en Oriente Próximo y norte de África del centro de análisis Stimson. “Porque si la situación se agrava y la actual guerra bilateral entre Irán e Israel se amplía y Irán se ve aún más acorralado, existe la posibilidad de que Irán y sus aliados puedan atacar a estos países. Podrían atacar infraestructuras energéticas estratégicas clave: instalaciones petrolíferas, instalaciones de gas, instalaciones de hidrocarburos, que son fundamentales para las economías de estos países. Si se produjera lo que yo denomino un escenario de pesadilla, sería realmente desastroso para estos países y para toda la región”, desliza este analista.

Si la situación se agrava y la actual guerra bilateral entre Irán e Israel se amplía, existe la posibilidad de que Teherán y sus aliados puedan atacar a estos países

Aliados y primeras víctimas

Desde sus despachos, los ministros de Exteriores de los países del Consejo de Cooperación del Golfo monitorean con ansiedad cada declaración de Trump, quien ha lanzado declaraciones contradictorias, desde su confesión de habérsele agotado la paciencia con los Ayatolás hasta su predisposición a alcanzar un acuerdo que le permita cumplir con su promesa electoral de no implicar a EE.UU. en una guerra larga y costosa. En este limbo de ambigüedad calculada, los gobiernos del Golfo buscan usar su influencia —económica, diplomática y militar— para inclinar la balanza hacia la contención.

“Un conflicto abierto arruinaría sus visiones estratégicas, desde la Visión 2030 saudí y la diversificación más allá del petróleo. Lo que han estado tratando de hacer estos países es, en primer lugar, utilizar sus relaciones con Trump, para persuadirlo de que no se vea arrastrado a una guerra directa con Irán”, advierte Hassan.

Una acción que marca una paradoja con el pasado reciente. Durante años saudíes o emiratíes presionaron a Washington para adoptar una línea dura con Irán. Emiratos incluso normalizó unas relaciones con Israel que ha defendido a capa y espada durante los veinte meses de operación militar israelí en la Franja de Gaza. Hoy, en cambio, son los mismos que alertan de una catástrofe regional si Trump escucha a Netanyahu. Han llegado a la conclusión de que serán los primeros en pagar el precio en caso de involucración estadounidense en el plan israelí.

"A diferencia de 2015, los estados del Golfo no quieren una escalada ni una guerra. Por el momento, se han vuelto hacia dentro, centrándose en el desarrollo económico como parte de una reforma más amplia del régimen autoritario en el ámbito interno. Una escalada con Irán pondría seriamente en peligro este objetivo, especialmente su deseo de atraer inversión extranjera directa", confirma Jon Hoffman, investigador del Cato Institute. "Sin duda, están transmitiendo este mensaje a Trump, la cuestión es si será suficiente para contrarrestar la presión de los halcones de Israel y Washington a favor de la guerra con Teherán. Solo el tiempo lo dirá, pero por el momento los estados del Golfo no están del lado del presidente".

La preocupación es real. Con bases militares estadounidenses en su territorio y miles de millones de dólares en infraestructura crítica a la vista de posibles ataques iraníes, los líderes del Golfo temen convertirse en un daño colateral. El analista Ghanem Nuseibeh lo expresa de forma clara en declaraciones a este diario: “Aunque EE. UU. no necesite usar sus bases en el Golfo para intervenir, estas pueden convertirse en objetivos inmediatos”.

Donald Trump saluda al presidente de Emiratos, el jeque Mohammed bin Zayed Al Nahyan. | EP

Una diplomacia de emergencia

En la última semana, las cancillerías de Riad, Doha, Abu Dabi o Mascate han acelerado contactos con Washington, Teherán, Moscú y Tel Aviv. Arabia Saudí ha movilizado su red diplomática para recordar a Trump —con quien firmó acuerdos por más de 100.000 millones de dólares— que sus intereses económicos también están en juego. “Y también le piden que busque soluciones diplomáticas. Saben que un error de cálculo podría encender toda la región”, agrega Hassan.

Las conversaciones han incluido advertencias claras sobre las consecuencias: cierres del estrecho de Ormuz, repuntes del crudo hasta los 130 dólares o ataques a instalaciones clave como las desalinizadoras del Golfo. En Arabia Saudí, el reino que gobierna con puño de hierro el príncipe heredero Mohamed bin Salman, conocen bien la furia de los aliados iraníes. En 2019 los hutíes bombardearon instalaciones petrolíferas saudíes en un momento en el que el gigante petrolero Aramco trataba de lanzar su primera oferta pública de acciones.

“El coste de la intervención estadounidense también podría ser enorme, no solo en el frente militar, sino también en el económico y el político. Si Irán decidiera cerrar el estrecho de Ormuz, por ejemplo, las consecuencias para la economía mundial serían enormes. Todos estos factores se están explicando a la administración Trump, así como la posibilidad de que el conflicto se descontrole, ya que es poco probable que se trate de un ataque puntual y selectivo”, detalla Nuseibeh.

El Golfo ha invertido tiempo y capital en una aproximación gradual hacia Irán. Arabia Saudí y Emiratos reanudaron relaciones con Teherán en 2022

El espejo de Irak

El fantasma del colapso del régimen iraní también atormenta a las capitales del Golfo. No por fidelidad a los ayatolás, sino por el vacío de poder que ello implicaría. En el recuerdo persiste el caos que siguió a la caída de Sadam Husein: guerra civil, insurgencia y oleadas de refugiados. A juicio de Alex Vatanka, experto del Middle East Institute, “los Estados del Golfo quieren seguir gastando su riqueza en inteligencia artificial y campos de golf, no en una guerra de suma cero con Irán”.

El Golfo ha invertido tiempo y capital en una aproximación gradual hacia Irán. Arabia Saudí y Emiratos reanudaron relaciones con Teherán en 2022. En abril pasado, el ministro saudí de Defensa visitó la capital iraní y se reunió incluso con el líder supremo Ali Jamenei. El objetivo: evitar un choque directo, incorporar a Irán a la arquitectura de estabilidad regional. Un sueño truncado ahora por la repentina ofensiva israelí.

Mediar en el fuego cruzado

Los países más pragmáticos —Qatar y Omán— han desempeñado su tradicional rol mediador. Mascate ha acogido emisarios iraníes y ha canalizado mensajes hacia Washington. Doha, clave en las negociaciones con Hamás, ha estado en contacto diario con EE. UU. e Irán, según el Ministerio de Exteriores qatarí. Qatar también se juega parte de su poderío económico: comparte un gigantesco yacimiento de gas con Irán.

“Hay un replanteamiento importante en curso”, afirma Vatanka. La nueva generación de líderes del Golfo ha apostado por la estabilidad como condición para el desarrollo. “Están intentando evitar el colapso del sistema iraní, no porque les guste, sino porque el caos sería peor”, explica. Esa postura ha llevado incluso a Arabia Saudí a tranquilizar a Irán con mensajes directos: no participarán en una acción militar contra la República Islámica. Pero también han advertido: si las instalaciones petroleras vuelven a ser atacadas, habrá respuesta.

“Por esa razón Estados Unidos ya ha retirado algunos de sus activos, como aviones, de la región, de lugares como Al-Odeid, en Qatar. Les preocupan las ramificaciones económicas de una guerra que los arrastre. Realmente no quieren que se produzca esta guerra. Y están constantemente al teléfono diciéndole a la administración Trump que si les hacen daño, los intereses comerciales estadounidenses en la región se verán perjudicados. Espero que también estén diciendo a los iraníes que deben comprometerse, que debe dejar de lado los eslóganes de los últimos años, que ahora vivimos en un mundo nuevo, que la región se enfrenta a consecuencias reales, que Irán debe ser creativo y hacer concesiones, no solo por Irán, sino también por la región”, arguye Vatanka.

Están intentando evitar el colapso del sistema iraní, no porque les guste, sino porque el caos sería peor

Entre Netanyahu y Trump

En paralelo, la tensión entre las agendas de Netanyahu y Trump ha colocado al Golfo en una posición incómoda. Israel parece decidido a escalar, incluso a derrocar al régimen iraní. Trump, más errático, oscila entre la presión militar y la idea de lograr “el acuerdo del siglo”.

La declaración de Trump de que podría “facilmente asesinar” al líder supremo iraní encendió las alarmas en la región. Fue una señal de que el republicano no descarta una escalada sin precedentes. Mientras tanto, las cancillerías del Golfo han intensificado los contactos, conscientes de que una intervención estadounidense haría imposible mantener su frágil equilibrio.

Los petrodólares están usando como arma las inversiones comprometidas en el viaje de Trump el pasado mayo. “Los próximos días y semanas mostrarán hasta qué punto los acuerdos firmados en mayo entre Trump y estos países podrían influir realmente en la decisión estadounidense: o verse arrastrado directamente por el lobby y la política de Netanyahu o tratar de alcanzar de alguna manera una solución diplomática. Nos encontramos en un punto de inflexión muy importante y crucial. ¿Hasta qué punto podrán utilizar esto como palanca e influir en la decisión de Trump?”, apunta Hassan.

El ministro de Exteriores iraní Abbas Araghchi con su homólogo saudí Faisal bin Farhan Al Saud en Yeda (Arabia Saudí). | EP

Rehenes de la geografía

El Golfo sigue siendo un espacio estratégico de primer orden. Más de 45.000 militares estadounidenses están desplegados en la región. El estrecho de Ormuz canaliza una quinta parte del petróleo mundial. Cualquier chispa podría incendiar el mercado energético global.

La visión desde el Golfo es clara. No hay ganadores posibles en una guerra entre Irán, Israel y EE. UU. Solo perdedores. Incluso si caen los ayatolás, el precio podría ser una región ingobernable. “Nadie en el Golfo quiere ver a Irán colapsar. Seríamos los primeros en sufrirlo”, declaró el ex primer ministro qatarí Hamad bin Jassim Al Thani.

Por ahora, el Golfo ha frenado el impulso de guerra total. Pero el margen se estrecha. La región se mueve entre el pragmatismo y el miedo. Entre la diplomacia intensa y el riesgo existencial. Trump, impredecible, se convierte en el juez final de un conflicto que podría alterar el equilibrio regional durante décadas. En las capitales del Golfo, reina una certeza: si la guerra estalla, ya no podrán seguir siendo meros espectadores.

“La gran incógnita es quién influirá en los cálculos de Trump. Los países del Golfo se están alineando en espíritu con la gente de la Administración Trump que también cree que una guerra de Estados Unidos contra Irán sería desastrosa para EE.UU. Así que hay muchos actores diferentes que se oponen a la guerra. Hay personas también en Estados Unidos, la mayoría de las cuales están en contra de esta guerra. Pero, en última instancia, tal vez el presidente Trump se deje convencer por Bibi Netanyahu de que lo mejor es entrar en esta guerra y acabar con la República Islámica de una vez por todas”, concluye Vatanka.