“Quieren despojarme de la carne, de la grasa, de los huesos sobre los que me sostengo”, recita el poeta gazatí Adel al Ramadi en un vídeo que le retrata camino del hospital tras sobrevivir esta semana a un ataque israelí. “Oh, Señor, estamos cansados”, se lamenta tras 635 días de guerra en la Franja de Gaza. El hambre se ha convertido en un arma más en el enclave palestino, reducido a escombros y con su población cada vez más menguada y hambrienta.
Cada madrugada, sin horario fijo ni garantía alguna de seguridad, miles de palestinos se aventuran por las ruinas de Gaza en busca de algo que les permita sobrevivir: una caja de comida. Desde finales de mayo, cuando comenzó a operar la llamada Fundación Humanitaria para Gaza (GHF) -una organización que opera con mercenarios y blindada por soldados israelíes- esa búsqueda desesperada se ha convertido en una trampa mortal.
Trampa mortal
Según el Ministerio de Salud de Gaza, más de 550 personas han sido asesinadas y más de 4.000 heridas mientras intentaban acceder a la ayuda alimentaria distribuida por esta organización respaldada por Israel y financiada por Estados Unidos. La cifra arroja una realidad brutal: cada día, al menos una decena de personas de media pierde la vida intentando conseguir un plato de comida.
"Es una masacre, una tras otra durante 30 días. Este sistema es degradante, inefectivo y un crimen", denuncia el español Aitor Zabalgogeazkoa, coordinador de emergencias de Médicos Sin Fronteras en Gaza. Desde sus clínicas de emergencia, ubicadas cerca de los centros de distribución, ha sido testigo directo de la violencia. “Las distribuciones se organizan a cualquier hora, sin aviso, algunas a las 2 de la mañana, a las 12 de la noche. Y la gente tiene que entrar en una zona de combate por una sola carretera y llegar a un lugar que está vallado con alambre de espino y pelearse virtualmente por la comida, que está dejada en el suelo. Si llegan antes, como es una zona de combate, les disparan. Si durante la distribución no respetan el lugar por el que tienen que ir, también les disparan y, si se quedan más tarde, también les disparan”, narra Zabalgogeazkoa.
Es una masacre, una tras otra durante 30 días. Este sistema es degradante, inefectivo y un crimen
“En el espacio de un mes, en las dos salas de emergencias que tenemos, en los dos centros de salud pequeños que tenemos, junto a la zona de la distribuciones, hemos recibido más de 20 muertos y más de 500 heridos. Todos los muertos tenían heridas mortales en el abdomen o en el pecho”, agrega el trabajador humanitario.
El sistema de reparto, descrito como un "programa militarizado de ayuda humanitaria", se organiza en cuatro puntos de distribución ubicados en zonas consideradas de evacuación. Es decir, lugares a los que, paradójicamente, los civiles no deberían acudir. Las entregas se hacen sin previo aviso obligando a las personas a atravesar zonas de guerra, expuestas a disparos desde torres de vigilancia o por las fuerzas israelíes.
Un reparto bajo fuego
Los testimonios recogidos por Amnistía Internacional y Associated Press (AP) describen un sistema deshumanizador que utiliza el hambre como un arma más de guerra. Videos obtenidos por AP y verificados por analistas forenses muestran a contratistas estadounidenses disparando munición real, lanzando granadas aturdidoras y rociando gas pimienta a la multitud. En una de las grabaciones, los hombres armados celebran una ráfaga de disparos: "¡Hell yeah, boy!". Poco después, uno de ellos afirma que ha alcanzado a un civil.
Los contratistas, empleados por la empresa estadounidense UG Solutions y subcontratados por Safe Reach Solutions, han declarado que muchos de sus compañeros no estaban cualificados, no habían recibido formación en armamento y llegaron a Gaza sin una comprensión clara de las normas de enfrentamiento. Algunos fueron reclutados apenas días antes de comenzar. Según un informe interno, durante una sola distribución en junio se utilizaron 37 granadas aturdidoras, 27 proyectiles de goma y humo, y 60 botes de gas pimienta. El informe también señala que hubo heridos en el 31% de las distribuciones.
"Esto es amateurismo armado", escribió un contratista en un correo interno
Muchos contratistas ni siquiera habían ajustado adecuadamente sus armas. No fueron evaluados para comprobar su capacidad de uso responsable, y algunos no sabían manejar el armamento con precisión. "Esto es amateurismo armado", escribió un contratista en un correo interno al que ha tenido acceso la agencia de noticias estadounidense.
"Hay personas inocentes que están heridas. Gravemente. Innecesariamente", declaró uno de los contratistas bajo condición de anonimato. Las cámaras instaladas en los centros, según los testimonios, estarían equipadas con sistemas de reconocimiento facial conectados a una base de datos compartida con el ejército israelí. Algunos vídeos muestran pantallas etiquetadas como "analytics", utilizadas para identificar rostros en tiempo real.
Según los testimonios, existe un sistema llamado "POI Mugs Card" que distribuye entre el personal imágenes de personas consideradas "de interés". Fotografías tomadas en el lugar, a menudo sin criterios claros, son añadidas a esta base de datos. Contratistas afirman que soldados israelíes y analistas estadounidenses trabajan codo a codo en una sala de control cerca del cruce de Kerem Shalom. En una comunicación remitida a El Independiente, la organización bajo sospecha niega los hechos y la multitud de pruebas presentadas por AP. “La fuente principal de la noticia es un antiguo contratista descontento que fue despedido por mala conducta semanas antes de la publicación de este artículo”, alegan.
El hambre como estrategia
"Israel está utilizando la hambruna como herramienta de su política genocida contra la población palestina en Gaza", denunció este jueves Amnistía Internacional en un informe. La organización acusa a Israel de imponer "deliberadamente condiciones de vida calculadas para lograr la destrucción física" de los gazatíes.
Los datos resultan escalofriantes. Desde principios de 2025, más de 18.700 niños han sido hospitalizados por desnutrición aguda. Pero la cifra real podría ser mucho mayor. La mayoría de los menores afectados no puede acceder a hospitales debido a los bombardeos, los desplazamientos forzados y la destrucción de infraestructuras.
El caso de Jinan Iskafi, una bebé de cuatro meses que murió por desnutrición severa, conmocionó incluso al personal sanitario. Fue ingresada con diarrea crónica, deshidratación y marasmo. Necesitaba una fórmula especial sin lactosa, pero el bloqueo impuesto por Israel lo hizo imposible. "Para muchos bebés, no poder acceder a leche especial es una condena a muerte", advierten los médicos.
En el hospital Nasser, en Jan Yunis, la doctora Wafaa Abu Nimer afirma que cada día centenares de niños son examinados por desnutrición. Algunos llegan con edema, pérdida muscular y secuelas de explosiones. "Incluso los que se recuperan, arrastran cicatrices psicológicas profundas", lamenta.
Una ayuda convertida en emboscada
La Fundación Humanitaria para Gaza fue creada en febrero de 2025 y registrada en el estado estadounidense de Delaware como una entidad sin fines de lucro. Su propósito oficial: distribuir ayuda humanitaria durante la crisis de Gaza. Fue presentada por Israel como una alternativa al sistema de la ONU, que fue vetado tras acusaciones —no demostradas— de que Hamás desviaba recursos.
Desde el inicio, GHF ha operado con personal armado, sin transparencia operativa y con acceso limitado para periodistas y organizaciones internacionales. La ONU no forma parte del programa y ha denunciado el uso de ayuda como "trampa mortal". El gobierno de Estados Unidos, sin embargo, comprometió 30 millones de dólares para financiar la operación.
Para muchos bebés, no poder acceder a leche especial es una condena a muerte
En junio, durante un reparto independiente de harina liderado por el Programa Mundial de Alimentos y organizaciones locales en Gaza, no se reportaron heridos. Miles esperaron su turno pacíficamente. El contraste con el modelo de GHF es abrumador. "Una prueba clara de que no es el reparto el problema, sino la militarización del proceso", denunció Amnistía.
Susan Maarouf, nutricionista en un hospital gazatí, relata cómo el número de menores con síntomas de desnutrición severa se ha disparado desde abril. "En un mundo ideal les recomendaría comida rica en proteínas, agua limpia, higiene. Pero en Gaza, esas palabras suenan a crueldad", lamenta.
Una niña sin pelo y una pregunta
"Doctora, ¿me volverá a crecer el pelo? ¿Sigo siendo guapa?". Esa fue la pregunta que una niña con edema nutricional, tras perder casi todo su cabello, le hizo a la doctora Abu Nimer. La frase encierra la dimensión emocional de esta tragedia. "No se está prestando suficiente atención al impacto psicológico del hambre y la guerra", se queja la doctora.
Según cifras del Ministerio de Salud palestino, la mortalidad infantil ha pasado de 13,6 muertes por cada mil nacidos vivos en 2022 a 32,7 en 2024. La mortalidad materna también se ha duplicado. Amnistía Internacional subraya que “los estados que continúan apoyando militarmente a Israel podrían ser considerados cómplices de crímenes internacionales”. La organización exige el fin del comercio que contribuya al genocidio y sanciones contra los responsables.
Los niños de Gaza han comenzado a visitar los vertederos buscando cualquier cosa que puedan llevarse a la boca
Mientras tanto, 852 camiones cargados de ayuda humanitaria siguen bloqueados en El Arish (Egipto) esperando la autorización israelí para entrar a Gaza. El combustible, esencial para hospitales y purificadores de agua, sigue prohibido desde marzo. Las condiciones empeoran. El futuro se esfuma. La ayuda, concebida para aliviar, se ha convertido en arma. Gaza es hoy el escenario donde se muere por un puñado de arroz o un litro de leche. Donde un plato de comida puede costarte la vida. “Los niños de Gaza han comenzado a visitar los vertederos buscando cualquier cosa que puedan llevarse a la boca. Con la esperanza de encontrar restos de comida o algo que puedan vender para conseguir una comida, rebuscan entre los residuos, recogiendo plástico, leña o cualquier cosa que pueda reutilizarse como combustible. Esta es la triste realidad actual en Gaza, donde la vida se ha vuelto casi imposible”, denuncia un gazatí desde la franja.
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