Polonia estrena presidente este miércoles 6 de agosto. El historiador populista Karol Nawrocki, que venció el 1 de junio por sorpresa frente al liberal Rafał Trzaskowski, empieza su mandato de cinco años como sucesor de Andrzej Duda. En los dos primeros, si no hay cambios imprevistos, va a cohabitar con el liberal Donald Tusk, de quien Nawrocki dice que es "el peor primer ministro desde 1989", es decir, desde que los polacos depusieron al comunismo. Tusk ha asegurado que no dejará que Nawrocki, una vez que jure su cargo, "se dedique a sabotear políticamente al Gobierno". 

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Arranca así la batalla decisiva entre los populistas (Ley y Justicia, PiS) y los liberales (Plataforma Cívica) en Polonia, lo que se anticipa como un choque de trenes con Nawrocki y Tusk como protagonistas. Nawrocki tratará de hacer la legislatura imposible a la coalición que lidera Tusk, y el líder de Plataforma Cívica dará la pelea para que en otoño de 2027, cuando están previstas las legislativas, no vuelvan al Gobierno los populistas del PiS. 

Desde diciembre de 2023 Tusk encabeza un gobierno de coalición con la izquierda y el centro derecha que despertó muchas expectativas. Esta peculiar alianza logró desbancar a los populistas de Ley y Justicia, tras ocho años en el poder. Pero quedó en la Presidencia Andrzej Duda, también del PiS. De este modo, muchos de los cambios prometidos, como la aprobación de una ley del aborto y la reforma de la justicia, quedaron aparcados por las discrepancias con el presidente, que tiene poder de veto de las leyes. Para revocar ese veto se precisan los tres quintos del Sejm y la coalición de Tusk no los tiene. 

El chasco de las presidenciales

La esperanza de Tusk, y su gran apuesta, era terminar su mandato con un presidente de Plataforma Cívica. No forzó la máquina con Duda con la mirada puesta en las presidenciales de la primavera de este año. Si el presidente era afín, habría tiempo para impulsar la agenda prometida. Y así tampoco se mostraba un perfil más radical que pudiera molestar a los votantes del centro. 

La decepción fue enorme cuando el alcalde de Varsovia, Rafał Trzaskowski, el candidato de Plataforma (y de Tusk) a la Presidencia, perdió por la mínima frente a Karol Nawrocki, un historiador sin experiencia política. Y lo peor es que la elección era un referéndum sobre Tusk y lo había perdido. No pudo culpar a Trzaskowski, un candidato impecable con una gestión exitosa en la próspera capital polaca, de la derrota. Las encuestas lo confirman: un sondeo de julio de CBOS apunta que el 32% de los polacos tiene una visión positiva del Gobierno de Tusk mientras que el 44% la tiene negativa. 

Karol Nawrocki había sido designado por el gran maestre del populismo polaco, Jarosław Kaczyński, quien lleva décadas enfrentado a Donald Tusk. Ya acertó Kaczyński en 2015 cuando apostó por Andzej Duda frente al entonces presidente liberal Bronisław Komorowski. Ganó contra pronóstico por excesiva confianza de Komorowski. Y aquello fue el preludio de su victoria en las legislativas unos meses después. 

En esta ocasión Kaczyński ha apostado por un perfil más confrontacional. Nawrocki, aficionado al boxeo, no elude el choque cuerpo a cuerpo. A sus 42 años, también representa a otra generación. Kaczyński ,a sus 76, queda lejano para ese votante joven que del PiS se está yendo a Konfederacja, más ultra aún.

Desde Konfederacja, liderada por Sławomir Mentzen, le crecen los problemas al PiS. Los jóvenes más tradicionales están cansados del "duopolio" del PiS y Plataforma y escuchan encantados los postulados de Mentzen, un joven empresario de éxito que promete menos impuestos, y más calidad de vida.

Tusk se queda si plan B

Tras la derrota, Tusk se quedó noqueado. La reacción fue convocar una moción de confianza, que ganó por 243 votos frente a 210. También nombró por primera vez un portavoz del gobierno, cargo que detenta Adam Szłapka, ministro de Asuntos Europeos, y en julio hizo un reajuste del Gabinete.

Creó dos superministerios, de Finanzas y Economía, más otro de Energía. Ascendió a Radoslaw Sikorski, ministro de Exteriores, a viceprimer ministro. Sikorski se perfila así como el delfín de Tusk.

Y, sobre todo, designó a Waldemar Żurek, un ex juez perseguido por el PiS por su rechazo a sus reformas judiciales, como ministro de Justicia. Ya ha empezado a expulsar a los jueces, llamados neojueces por el Gobierno, nombrados por el PiS. "No se pongan nerviosos. Esto solo es prelucio", escribía en x Donald Tusk en respuesta a los ex ministros del PiS soliviantados con Żurek, entre ellos el ex ministro de Justicia del PiS Zbigniev Ziobro. El nombramiento de Żurek refleja que Tusk ha cambiado de registro: ahora va a por todas contra el PiS. 

La agenda de choque de Nawrocki

Si cumple con lo que ha anunciado, Nawrocki va a ir a la confrontación. Incluso quiere cambiar el proyecto del nuevo hub de comunicaciones CPK, que en realidad lo concibió el PiS y el Gobierno lo ha adoptado con cierto retoques más pragmáticos. Será una plataforma con aeropuerto, estaciones de tren y cercanías, nudo de autopistas que convertirá a Polonia en un centro neurálgico de las comunicaciones en Europa Central. Al PiS no le hace gracia que ahora el mérito se lo lleve el Gobierno de Tusk.  

Nawrocki se ha comprometido a recorrer Polonia para promover sus ideas fiscales, como la exención de impuestos para las familias con dos o más hijos, la reducción del tipo del IVA y otros recortes fiscales que supondrían un gasto presupuestario de decenas de miles de millones. Estará así en modo campaña para el PiS cuando tendría que ejercer como presidente de todos los polacos. 

También ha prometido vetar cualquier ley que "cambie la forma de la identidad nacional o ceda la soberanía de Polonia a autoridades ajenas a la República", con alusión indirecta a la UE, y una insinuación sobre la política de inmigración y cuestiones como la modificación de las leyes sobre el aborto y los derechos LGBTQ+.

Donald Tusk ha aludido a la Constitución como línea roja que tendrá que respetar Nawrocki. "Me sé la Constitución de memoria, especialmente las partes que detallan las responsabilidades del presidente y del Gobierno: el presidente es el representante del Estado polaco. El Gobierno lleva a cabo la política interior y exterior".

En política exterior puede haber también confrontación, ya que Nawrocki presumió en campaña electoral de su cercanía con Donald Trump: fue recibido en la Casa Blanca. Es la primera vez que un presidente de EEUU interviene de esa forma en Polonia, país donde todos los gobernantes son proamericanos.

El nuevo embajador en Varsovia, Tom Rose, ya ha empezado a dar lecciones a Tusk y Sikorski sobre su preocupación por la situación humanitaria en Gaza. Para Tom Rose no hay nada que reprochar al Gobierno de Netanyahu, un ejemplo de generosidad, a su juicio. 

A quién sirve la polarización

En realidad, como señala Aleks Szczerbiak, profesor de Política en la Universidad de Sussex, en The Polish Politics Blog, "Donald Tusk siempre prefiere operar en un entorno político muy polarizado. Un enfoque más matizado por parte de Nawrocki sería mucho más problemático para el Gobierno".

Faltan aún dos años para las elecciones legislativas y ese tiempo es una eternidad en política. Además, como recuerda Szczerbiak, Tusk, que ya fue primer ministro entre 2007 y 2014, es un "maestro en remontadas", pero necesitará, a su juicio, un cambio de paradigma (gamechanger) para llegar con solvencia al final del mandato.

Aún así los populistas no pueden dar la batalla por ganada: ahora también tienen rivales a su derecha (Konfederacja) y su ascenso va a hacerles muy difícil lograr una mayoría solvente. 

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