Desde el cielo de la Franja de Gaza ya no solo llueven las bombas israelíes. Ahora también caen cajas de ayuda asidas a paracaídas. Con cerca de 200 muertos por una hambruna provocada por el hombre -en este caso, el bloqueo impuesto por Israel-, los países árabes y occidentales protagonizan una suerte de competición por lanzar ayuda aérea que organizaciones de derechos humanos y los propios gazatíes consideran tan inútil como insultante e incluso peligroso. En las últimas horas, el ministerio del Interior ha pedido expresamente que se deje de usar: "El caos, la destrucción y la pérdida de vidas y propiedades que provocan son mucho mayores que cualquier beneficio que aporten a nuestro pueblo hambriento".
Desde que hace dos semanas Israel permitiera estas acciones, 289 misiones aéreas han lanzado 305 toneladas de alimentos sobre el enclave palestino, donde 22 meses de operación militar israelí ha dejado más de 61.000 personas asesinadas y una devastación sin precedentes. Canadá, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Alemania, Bélgica y, más recientemente, España —con 12 toneladas en 24 paracaídas— han participado en una operación que han vendido para su público interno. Pero que no ayuda en nada a paliar la crisis que padece Gaza.
“Un riesgo mortal y una ilusión humanitaria”
La imagen resulta potente para abrir unos informativos; la efectividad, en cambio, resulta casi nula, denuncian las organizaciones implicadas y consultadas por este diario. Shaina Low, asesora de comunicación del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC), considera que los lanzamientos aéreos de ayuda “son extremadamente caros y mucho más costosos que entregar la ayuda por los pasos terrestres”. “Solo deberían usarse cuando los lugares son inaccesibles por carretera, y en Gaza no es así. Aquí el 85% del territorio está bajo órdenes militares o declarado zona de exclusión. No hay dónde dejar la ayuda sin poner vidas en riesgo”, advierte en conversación con El Independiente.
Low detalla la cadena de peligros: palés que aplastan a desplazados, paracaídas que fallan, personas ahogadas en el mar intentando rescatar cajas arrastradas por el viento. En esta última semana un enfermero ha muerto y 11 desplazados resultaron heridos después de que un palé se precipitara sobre una tienda de campaña en una zona densamente poblada por unos desplazados internos que desde octubre de 2023 han sido obligados a mudarse continuamente de lugar por las órdenes de evacuación del ejército hebreo.
Con tan poca ayuda, lanzada al azar, se generan peleas, peligros y desigualdad. Es una estrategia que fabrica caos en lugar de salvar vidas
Gaza, con una extensión similar a la isla de la Gomera pero con una población que excede los dos millones, es una de las zonas más densamente pobladas del mundo, lo que convierte cada lanzamiento en una lotería mortal. “No hay espacios vacíos. El riesgo de que los lanzamientos caigan sobre la población civil, o en zonas demasiado peligrosas para que la gente acceda, es enorme. Y lo peor es que quienes más lo necesitan —niños, ancianos, personas con discapacidad— no pueden competir en esa lucha campal por un paquete”.
Low advierte de que lo que denomina la “escasez fabricada” agrava la violencia: “Cuando la ayuda entra por tierra de forma masiva y ordenada, la gente espera su turno. Pero con tan poca ayuda, lanzada al azar, se generan peleas, peligros y desigualdad. Es una estrategia que fabrica caos en lugar de salvar vidas”. A última hora de este martes 20 personas murieron tras volcarse un camión cargado de ayuda humanitaria. La ayuda entra a cuentagotas en la Franja de Gaza. Entre 50 y 100 camiones de ayuda ingresan diariamente a Gaza. El martes, por ejemplo, se registraron tan solo 36 camiones en un día. La ONU advierte de que Gaza necesita entre 500 y 600 camiones diarios para cubrir las necesidades básicas humanitarias. Analistas y fuentes humanitarias sostienen que antes de la guerra se permitían entre 500 y 600 camiones al día, y que en realidad se necesitan más de un millar de camiones para evitar una hambruna generalizada.
“Nos han reducido a una caja de comida desde el cielo”
Desde Oxfam, la crítica va más allá de la logística. Para Busha Khalidi, responsable de políticas para Territorio Palestino Ocupado e Israel, los lanzamientos desde el cielo son un “gesto vacío” que sirve a los gobiernos más que a los hambrientos: “Veintitrés meses después de esta catástrofe, son un gesto para que los gobiernos se den una palmada en la espalda. Una barra energética lanzada desde el cielo no salvará a un niño con desnutrición severa desde hace meses; incluso podría matarlo. Este niño necesita un hospital y cuidados especializados. Todo lo demás es cosmética sobre la devastación”.
Gaza es accesible por tierra y mar. Si hubiera voluntad política, la solución sería abrir pasos, dejar entrar combustible, medicinas y alimentos de forma constante
“Como palestina, lo encuentro profundamente deshumanizante que los países crean que cumplen sus obligaciones legales dejando caer comida sobre un área densamente poblada y accesible por tierra y mar. Básicamente nos han reducido a una caja de comida desde el cielo. No merecemos hospitales, educación ni refugio. Ese es el mensaje que se envía", agrega Khalidi, quien precisa que este tipo de ayuda solo tienen sentido “como último recurso” en lugares remotos, montañosos, sin carreteras. “Aquí no aplica. Gaza es accesible por tierra y mar. Si hubiera voluntad política, la solución sería abrir pasos, dejar entrar combustible, medicinas y alimentos de forma constante. Pero prefieren un espectáculo logístico que evite la única solución real: un alto el fuego y el fin del asedio”.
En un comunicado publicado este miércoles, el ministerio del Interior y Seguridad Nacional palestino alerta de "los efectos catastróficos" que están teniendo los lanzamientos aéreos de ayuda humanitaria sobre la población de Gaza. "La ocupación israelí aprovecha estos lanzamientos de ayuda como parte de su política de hambre planificada, fomentando el caos y la violencia, y propiciando la proliferación de bandas de ladrones y bandidos", denuncia tras señalar que han provocado muertes después de que algunas de las cajas cayeran sobre tiendas y viviendas. La cantidad de ayuda lanzada desde el aire sobre Gaza es solo "una gota en el océano" de lo que se necesita, subraya. "El Ministerio del Interior afirma que los efectos negativos de los lanzamientos en paracaídas y el caos, la destrucción y la pérdida de vidas y propiedades que provocan son mucho mayores que cualquier beneficio que aporten a nuestro pueblo hambriento. (...) La forma óptima de proporcionar ayuda a nuestro pueblo y poner fin a la crisis humanitaria y al hambre sistemática es abrir los pasos fronterizos y permitir el flujo diario y durante largos periodos de tiempo de abundantes cantidades de ayuda humanitaria y suministros alimentarios".
Testigo sobre el terreno: miedo, mercado negro y muerte
En Al Zaweida, en el centro de Gaza, Mohammed Al Taban ha observado la última lluvia de paracaídas desde su ventana. “Vimos las cajas caer. Nadie se atrevió a correr. Sabíamos que, en cuanto tocaran el suelo, habría disparos. Si la ayuda sobrevivía al aire, no sobreviviría a los saqueadores”, relata Al Taban en un artículo en Al Yazira. Lo que sigue -establece- es siempre el mismo guion: disparos, bandas armadas que se llevan la comida por la fuerza, familias hambrientas que no logran acercarse. Poco después, la misma ayuda aparece en el “mercado negro”. “Una galleta de esas cajas costaba 20 shekels —unos cinco dólares—”, cuenta Al Taban. “Mi hermano pequeño la deseaba, pero no podíamos pagarla”.
El precio de la ayuda no es solo económico. Esta semana un palé mató a Uday al-Quraan, paramédico en el hospital Mártires de Al Aqsa. Días antes, 11 desplazados resultaron heridos por otro impacto en el norte de Gaza. No existen datos ciertos de los lanzamientos que han sido efectivos tras sortear las zonas militarizadas o a los saqueadores. Fuentes de la ONU consultadas por este diario reconocen no tener datos “sobre la ayuda que entra fuera del sistema de las Naciones Unidas, lo que incluye los lanzamientos aéreos y la asistencia a través de centros militarizados”, en referencia a los que gestiona la Fundación Humanitaria de Gaza y que desde su puesta en marcha en mayo se cobrado más de un millar de vidas, asesinadas por los disparos de sus mercenarios en los accesos de los centros de distribución.
Los lanzamientos dan lugar a una distribución desigual y a la exclusión de los grupos vulnerables más necesitados
“A medida que se reanudan los lanzamientos aéreos, se advierte de que estos podrían causar la muerte o heridas a civiles y que su alcance es insuficiente para satisfacer las amplias necesidades dentro de Gaza, entre otras preocupaciones”, deslizan desde la ONU. En su último informe, la oficina para la coordinación de los asuntos humanitarios de la ONU reporta que el 28 de julio la ayuda lanzada desde el aire la noche previa “cayó sobre tiendas de campaña, hiriendo a varias personas, y sobre edificios dañados, donde las personas que intentaban acceder a la ayuda corrían el riesgo de sufrir daños físicos por artefactos explosivos”.
Los lanzamientos aéreos -agrega- “dan lugar a una distribución desigual y a la exclusión de los grupos vulnerables más necesitados… entrañan un alto riesgo de desvío, socavan los principios humanitarios, comprometen la dignidad de la población afectada, son insuficientes para satisfacer las amplias necesidades dentro de Gaza y corren el riesgo de desviar la atención de las obligaciones legales de Israel de facilitar un acceso humanitario significativo”. Para Philippe Lazzarini, comisariado general de la UNRWA (la agencia de la ONU para los refugiados palestinos), "los lanzamientos aéreos son la forma más cara e ineficiente de entregar ayuda. Son una distracción para la inacción".
Los países occidentales han corrido a usarlos y promocionar incluso su lanzamiento. El ministerio de Exteriores español se jactó el pasado viernes de haber lanzado “unas 5.500 raciones de comida, que pueden alimentar a unas 11.000 personas”. El lanzamiento se llevó a cabo de un avión militar A400 del Ejército del Aire que despegó desde Jordania “para lanzar la ayuda alimentaria a la población gazatí mediante el uso de 24 paracaídas”. En unas declaraciones en vídeo enviadas a los medios, el titular de Exteriores José Manuel Albares declaró que “España participa en el envío de ayuda por aire usando un avión de nuestro ejército”. “España es el país del mundo que más está haciendo por Palestina”, se jactó.
Un espectáculo para las cámaras
Según la ONU, un camión transporta entre 4 y 10 veces más ayuda que un paracaídas, a una fracción del coste. Miles de camiones permanecen bloqueados en el cruce de Rafah mientras la hambruna avanza, con cinco muertes por hambre registradas en la última jornada. El pasado mes, en un comunicado conjunto, un centenar de ONGs ya avisaron: “Los gestos simbólicos, como los lanzamientos desde el aire, son una cortina de humo ante la inacción. Los Estados tienen obligaciones legales y morales: abrir pasos y permitir el acceso a gran escala. Cada día que pasa, se pierden vidas que podrían salvarse”.
Dentro de Gaza, nadie se engaña. Lo que cae del cielo no es esperanza, sino propaganda. “El mismo cielo que deja caer bombas no puede ser confiable para dejar caer comida”, resume Al Taban. Mientras las potencias exhiben cajas ante las cámaras, entre los eternos desplazados del sur de Gaza la certeza es otra: la ayuda que salva vidas sigue detenida en tierra, mientras la población muere de hambre bajo un cielo que solo trae terror.
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