Con su fanfarronería habitual, Donald Trump se jacta de haber resuelto hasta ocho conflictos desde que regresó al Despacho Oval. “Nadie en la historia ha resuelto ocho guerras en un periodo de nueve meses. Y yo he detenido ocho guerras. Eso nunca había sucedido antes”, ha dicho el estadounidense a pesar del hecho de que los acuerdos o declaraciones a las que se refiere no siempre implicaron resoluciones completas de guerras y en algunos casos ni siquiera está claro desempeñado por el magnate. Mientras sigue tratando de mediar en el de Ucrania y Rusia, su equipo ha puesto en el punto de mira otro contencioso íntimamente ligado a España: el del Sáhara Occidental, la ex provincia española ocupada ilegalmente por Marruecos.

PUBLICIDAD

"Sin duda, la administración estadounidense busca la 'novena guerra' que el presidente Trump concluya en nueve meses", admite en declaraciones a El Independiente Souhire Medini, investigadora visitante en el Washington Institute. "Es probable que en un futuro próximo se anuncie un acuerdo de paz relacionado con el fin del conflicto del Sáhara Occidental. Sin embargo, más allá de los titulares, dicho acuerdo solo será sostenible si Washington participa en su seguimiento y ayuda a dar respuesta a las cuestiones más espinosas: ¿qué futuro le espera al Polisario? ¿Y a los refugiados saharauis en Tinduf?", sostiene Medini.

El 31 de octubre expira el mandato de la Minurso, la misión de la ONU para el Sáhara Occidental establecida en 1991 en virtud del acuerdo de alto el fuego firmado entre Marruecos y el Frente Polisario que debería haber conducido a la celebración de un referéndum de autodeterminado saboteado por el régimen alauí. Con el antecedente previo de la Unifil, la misión de la ONU para el Líbano cuya reciente renovación Washington aprovechó para preparar su adiós, la administración Trump busca ahora desencadenar el fin de la Minurso mientras impone la solución final al conflicto: enterrar definitivamente el derecho a la autodeterminación de los saharauis, habitantes del último territorio pendiente de descolonización de África, y obligar al Polisario a aceptar una incierta autonomía dentro de las fronteras de Marruecos. Fuentes del Polisario consultadas por este diario declinan comentar un borrador que, al cierre de esta edición, ni siquiera había sido recibido por los Estados miembro del Consejo de Seguridad. Insisten en que refleja la postura de EEUU y admiten que "Marruecos está intentando influir en las posiciones de los Estados miembro permanentes", especialmente, Rusia y China, hasta ahora los más reacios a sus postulados.

Oficial de la Minurso en Smara. | ONU

Trump busca forzar un cambio, reemplazando el principio de autodeterminación recogido en el derecho internacional por el vago modelo de “autonomía genuina bajo soberanía marroquí”

En diez días, el Consejo de Seguridad de la ONU abordará el espinoso dossier del Sáhara Occidental. Medio siglo después de la Marcha Verde, el conflicto más longevo del norte de África vive en la parálisis. Hasta ahora. Trump busca forzar un cambio, reemplazando el principio de autodeterminación recogido en el derecho internacional por el vago modelo de “autonomía genuina bajo soberanía marroquí”. Un viraje que, de consumarse, alteraría la arquitectura diplomática del Magreb y cerraría la puerta a un referéndum que la ONU prometió en 1991 y nunca llegó a celebrarse, ante los obstáculos colocados por Rabat.

En la ofensiva de Trump en el Sáhara trabajan el enviado especial de la Casa Blanca para Oriente Medio, Steve Witkoff -uno de los urdidores del frágil acuerdo de alto el fuego entre Hamás e Israel-, el yerno del presidente Jared Kushner y el asesor para África del presidente de EE.UU. Massad Boulos. "Nuestro equipo está trabajando ahora mismo en Argelia y Marruecos. Y va a haber un acuerdo de paz allí en los próximos… en mi opinión, 60 días", declaró Witkoff en una entrevista junto a Kushner con el programa 60 minutos de la cadena estadounidense CBS.

El fin del referéndum

El proyecto de resolución estadounidense respaldado por Francia -dos países que han reconocido la soberanía marroquí sobre el Sáhara- propone un marco de negociación nuevo: conversaciones “sin condiciones previas” entre Marruecos, el Frente Polisario, Argelia y Mauritania, pero delimitadas estrictamente a la propuesta marroquí. “La autonomía genuina bajo la soberanía marroquí es la solución más viable”, reza el borrador.

En un gesto inusual, el texto “acoge con satisfacción el liderazgo del presidente Trump” y agradece a Estados Unidos su “disposición a acoger negociaciones”. El tono subraya la ambición política de la Casa Blanca: exhibir una paz fabricada a contrarreloj y presentar al presidente como el pacificador que desatascó un conflicto enquistado desde hace cinco décadas. La propuesta no sólo consolida el plan marroquí sino que, de paso, también reduce el mandato de la Minurso, que sería renovada durante tan solo seis meses.

La “autonomía”, según Rabat

El plan de autonomía marroquí, presentado en 2007 y diseñado por la Francia de Jacque Chirac con escaso entusiasmo en los pasillos de Rabat, ocupa apenas tres folios. En teoría, concede al Sáhara Occidental la creación de una administración local —la llamada Región Autónoma del Sáhara— con competencias internas en infraestructura y política social. Pero deja en manos de Rabat los resortes clave: recursos naturales, política exterior, moneda y seguridad.

La propuesta nunca fue desarrollada ni sometida a revisión. Tampoco se precisó cómo se garantizaría la autodeterminación saharaui, un principio inscrito en todas las resoluciones de la ONU. Para el politólogo Hugh Lovatt, del European Council on Foreign Relations, “Marruecos tendrá que mostrar una mayor flexibilidad si quiere avanzar”. “Hasta ahora no ha tomado medidas para implementar su propia visión de autonomía, lo que refleja el deseo de la monarquía de centralizar el poder”, señala quien se muestra reacio a un horizonte de disolución de la Minurso. “Existe una tendencia a reducir la misión, dados los recortes generales de la ONU en personal y misiones de mantenimiento de la paz. Pero eliminar por completo la Minurso sería desestabilizador, sobre todo porque actúa como una especie de amortiguador entre Marruecos y Argelia. Y, por supuesto, supondría un duro golpe para el proceso de paz liderado por la ONU, dado el papel central que ha desempeñado la misión hasta la fecha”, apunta en declaraciones a El Independiente.

Rabat insiste, sin embargo, en que su plan es “la única solución viable”. El propio ministro de Exteriores, Nasser Bourita, se lo recordó en julio al asesor de Trump para África, Massad Boulos, durante su gira por el Magreb. “No hay otra base de negociación posible”, dijo. Es el mantra que ha ido repitiendo a los países a los que, en una demostración de una política exterior cada vez más agresiva, ha ido imponiendo declaraciones como las que firmó el Gobierno español hace tres años, promulgando un plan de autonomía sin desarrollar como “la base más seria, creíble y realista para la resolución de esta disputa”.

Naser Bourita con el asesor de Trump para África Massad Boulos.

La estrategia de Washington

“El presidente quiere demostrar que puede resolver los conflictos que sus predecesores no pudieron”, explica a El Independiente el investigador Michael Walsh, investigador afiliado de la Ludwig Maximilian University de Munich. “Y el Sáhara ofrece una oportunidad perfecta: es un conflicto de baja intensidad, con bajo costo político interno y un aliado estratégico de por medio: Marruecos”.

Washington ha dado pasos paralelos. En el Congreso, un grupo de legisladores republicanos —encabezados por el representante Joe Wilson— ha promovido una enmienda al presupuesto de defensa para evaluar si el Frente Polisario cumple los criterios de organización terrorista extranjera. El proyecto, que podría incorporarse al National Defense Authorization Act de 2026, busca redibujar el mapa de alianzas en el Magreb y aumentar la presión sobre Argelia, principal valedor del movimiento saharaui.

“La campaña para presentar al Polisario como aliado de Irán y parte del eje de resistencia se ha intensificadoá”, advierte Walsh. “El discurso de seguridad nacional encaja con la lógica electoral republicana y refuerza la narrativa de que el plan marroquí es una solución frente al caos”, insiste. En una operación de difamación a la que se han sumado think tank e incluso algunos periodistas, se ha tratado de subrayar unas supuestas conexiones entre el Polisario y Teherán sin pruebas. La organización saharaui ha negado de manera reiterada cualquier vinculación.

La ofensiva diplomática estadounidense llega en un momento de debilidad institucional de Naciones Unidas. Los recortes presupuestarios impulsados por Washington —más de 800 millones de dólares menos en misiones de paz— amenazan la viabilidad de la Minurso, ya cuestionada por su escasa capacidad para garantizar el alto el fuego. Pero en Washington, la idea de una retirada ordenada gana adeptos. “Algunos actores cercanos a la administración quieren ver la misión concluida antes de las elecciones intermedias en EEUU, en abril de 2026”, confirma Walsh.

Desde el Washington Institute, las investigadoras Souhire Medini y Sabina Henneberg abogan por prudencia: “Aunque Minurso haya superado su mandato original, sigue desempeñando un papel crucial en evitar una escalada. Terminarla de forma abrupta sería un error”, escriben en un artículo publicado el mes pasado. “Haciéndose eco de las opiniones de Rabat sobre la resolución del conflicto, últimamente ha cobrado cada vez más importancia la posibilidad de transformar la Minurso en una misión política, similar al papel que ha desempeñado la Unami en Irak. El objetivo de este cambio sería facilitar las negociaciones para crear una 'provincia' autónoma del Sáhara dentro de Marruecos”, esbozan. “La reciente diplomacia de Rabat con Rusia y China indica que está tratando de conseguir el respaldo total del Consejo de Seguridad para ambos objetivos, aunque la perspectiva de que voten a favor de la propuesta de autonomía de Marruecos es lejana, dadas las fuertes relaciones de Moscú y Pekín con Argel”.

Marruecos y Argelia: enemigos

La presión estadounidense también ha reactivado la diplomacia regional. En julio, el enviado de Trump para África viajó a París y Argel, evitando deliberadamente Rabat. Según Africa Intelligence, Washington intenta convencer a Argelia de aceptar una “solución de compromiso” que le permita salvar la cara ante la opinión pública interna y ante el Frente Polisario. “Estados Unidos sabe que sin Argel no hay solución posible”, explica un diplomático magrebí. “Por eso ofrece incentivos: inversión energética, cooperación en el Sahel y una salida política honorable”.

La realidad, sin embargo, es más complicada. Argelia, que acoge a más de 175.000 refugiados saharauis en los campamentos de Tinduf, sigue defendiendo la autodeterminación. Fuentes argelinas consultadas por este diario insisten en que es parte de su ADN, como la lucha por la emancipación de los pueblos africanos o su compromiso con Palestina. Pero su margen de acción es limitado. El temor argelino es claro: que Marruecos consolide un fait accompli, un hecho consumado que cierre el expediente saharaui en Naciones Unidas. “Si la ONU aprueba la autonomía marroquí sin referéndum, el conflicto quedará congelado bajo otro nombre”, avisan desde Argel.

El ministro de Exteriores argelino Ahmed Attaf con Boulos.

La incógnita rusa

El último obstáculo se encuentra en Moscú, que este mes preside el Consejo de Seguridad. En busca de ese cambio, Rabat se ha embarcado en la tarea de evitar el veto de Rusia o China en el Consejo de Seguridad de la ONU.

En el caso de Moscú, el ministro de Exteriores Naser Burita se reunió la semana pasada con su homólogo ruso Sergei Lavrov en la capital rusa. Una de las palancas que usa la monarquía alauí es el acuerdo de pesca que fue renovado y que incluye la costa del Sáhara Occidental, vulnerando de facto el derecho internacional.  “Los conflictos africanos deben resolverse por medios políticos y diplomáticos”, se limitó a decir Lavrov.

Detrás de la cautela, el Kremlin equilibra su alianza con Argelia y su creciente acercamiento económico a Rabat. Si se abstiene, la resolución pasará sin sobresaltos. Si veta, el plan Trump sufrirá su primer gran revés internacional.

Paz, ¿o pacificación?

El regreso de Trump a la Casa Blanca ha devuelto el conflicto saharaui al centro de la geopolítica magrebí. Y, de paso, ha desatado un debate de fondo: ¿puede imponerse la paz a golpe de decreto? Para Lovatt, la clave está en el contenido. “Una autonomía sin derechos garantizados, sin distribución justa de recursos y sin control local es una integración disfrazada”.

El Polisario, por su parte, insiste en que cualquier acuerdo “deberá someterse al pueblo saharaui mediante referéndum”, aunque sea en una modalidad nueva. En Rabat, la apuesta es otra. La monarquía de Mohamed VI ve en Trump una oportunidad “única en una generación” para blindar la soberanía marroquí. La que llevan buscando desde que Hasán II empujó hacia el Sáhara Occidental a miles de súbditos.

PUBLICIDAD