Han pasado ya cinco décadas desde la Marcha Verde y el conflicto del Sáhara Occidental sigue siendo una herida abierta en el norte de África. En Nueva York, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas mantiene desde hace días intensas reuniones para abordar la renovación del mandato de la Misión de la ONU para el Referéndum del Sáhara Occidental (Minurso). Unas discusiones "vibrantes", señalan a El Independiente fuentes conocedoras de las mismas, que podrían aplazar hasta mañana viernes la votación inicialmente prevista para este jueves.

En el trasfondo está la propuesta de resolución presentada por la administración Trump, y su objetivo inicial de enterrar el derecho de autodeterminación de los saharauis. Las amenazas de veto y las posiciones expresadas por algunos países en contra del borrador estadounidense se hallan en el fondo del aplazamiento. El tablero se agita, con una de las discusiones más activas en años respecto al Sáhara, pero dentro de los límites de siempre.

Desde el borrador inicial presentado por Estados Unidos hasta la versión más reciente, la disputa diplomática se ha ido escorando hacia lo previsible: un texto continuista que extiende la misión apenas seis meses más y que mantiene el apoyo explícito al plan de autonomía marroquí, aunque sin enterrar del todo la referencia al principio de autodeterminación, que volvería a estar mencionado en el documento.

El texto, que ha centrado varias reuniones en la última semana con el rechazo de Rusia o Argelia, aún se encuentra en fase de borrador, pero podría desembocar en una votación decisiva en la que sigue siendo una herencia pendiente de la colonización. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debe decidir este viernes la renovación del mandato de la Minurso, la misión que debía haber organizado un referéndum de autodeterminación en la ex provincia española, ocupada ilegalmente por Marruecos desde 1975. En los últimos días, China y Rusia -como miembros permanentes del Consejo de Seguridad- junto a otros no permanentes, como Pakistán, Corea del Sur, Guayana, Eslovenia o Dinamarca, han mostrado en las reuniones sus recelos con la propuesta de Trump.

El proyecto de resolución fue presentado el 22 de octubre por Estados Unidos. Si se aprobara en sus líneas generales, convertiría el plan de autonomía marroquí, propuesto en 2007, en una referencia central, casi exclusiva, para la resolución del conflicto. En una versión inicial, el texto —patrocinado por la administración de Donald Trump y Francia, siempre incondicional valedor de Rabat— describía la autonomía “dentro del Estado marroquí” como “la solución más viable”, e incluso la calificaba como “la base” de discusión, sugiriendo que era la única.

Ante la resistencia expresada por algunos miembros del Consejo, una nueva versión, que comenzó a circular el lunes por la noche, abrió el campo de posibilidades a otras opciones. El derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui, que parecía diluido en el primer texto, se reafirma más claramente en la versión revisada, en consonancia con las resoluciones anteriores del Consejo de Seguridad. Pero aún queda otra ronda de reuniones y el documento se halla aún en debate. A favor del texto de Washington, figuran Francia, Panamá o Sierra Leona. Reino Unido, cercana a EEUU, escenifica una posición intermedia.

El peso de Washington y el silencio de Moscú

Por el momento, parece que Estados Unidos se mantiene firme en su apoyo al plan de autonomía, explica a El Independiente Riccardo Fabiani, director interino para Oriente Medio y el Norte de África en International Crisis Group. El borrador actual sigue mencionando varias veces la propuesta marroquí y apenas hace referencia a la autodeterminación. Washington no tiene ningún interés en cambiar su posición, sabiendo que Moscú no vetará una resolución sobre un conflicto que considera periférico.

Fabiani subraya el papel que Rabat ha jugado en los pasillos de la ONU: "Marruecos ha sido muy eficaz presionando a los distintos miembros del Consejo, incluidos Rusia y China. Ha movilizado incluso a Emiratos Árabes Unidos para respaldar su posición. Argelia, por el contrario, carece de la misma influencia".

El investigador estadounidense Jacob Mundy coincide en el diagnóstico, pero va más allá. Según él, el texto actual es una versión muy rebajada del borrador inicial estadounidense, conocido como el “zero draft”.

El primer borrador pedía negociaciones para alcanzar un acuerdo de autonomía en 90 días, tomando como base la propuesta de Marruecos de 2007, señala Mundy. “Aquel texto llegaba a sugerir que tal solución proporcionaría autodeterminación, aunque todos sabemos que no incluía ninguna opción de referéndum”, apunta.

El rechazo fue inmediato. La oposición, especialmente de Rusia, fue intensa. Solo Francia parecía apoyar esa versión inicial. Finalmente, Estados Unidos retrocedió hacia su posición tradicional, pidiendo una extensión de Minurso por seis meses y recuperando, al menos formalmente, la mención al derecho de autodeterminación.

Según fuentes próximas al Consejo citadas por Mundy, la nueva redacción solo menciona la propuesta marroquí por su nombre, pero sin presentarla como la única salida posible. El cambio, sin embargo, no altera el fondo del asunto.

Los campamentos de refugiados saharauis de la región argelina de Tinduf registraron este lunes masivas manifestaciones contra la propuesta de resolución estadounidense que prioriza una autonomía marroquí. | Efe

“Nada cambiará realmente”

Para Irene Fernández-Molina, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad de Exeter, el desenlace era previsible. “Creo que la resolución será más continuista de lo que se había hecho ver. El borrador estadounidense era muy maximalista y, con las negociaciones de estos días, es evidente que saldrá un texto más equilibrado”, afirma en declaraciones a este diario.

A su juicio, el Consejo de Seguridad optará por prorrogar el mandato de MINURSO durante seis meses, siguiendo el precedente de 2018 impulsado por John Bolton, entonces consejero de Seguridad Nacional de Donald Trump. “Esa fórmula busca aumentar la presión sobre las partes para que se sienten a negociar, pero en el fondo no cambia nada. Marruecos sigue fortalecido y el proceso de negociación continuará abierto, pero sin avances reales. Ese punto de inflexión del que algunos hablaban no se va a producir”, pronostica.

Fernández-Molina recuerda que el Plan Baker II —que proponía una autonomía transitoria de cinco años seguida de un referéndum— fue la oportunidad más cercana a una solución real. “Pero Marruecos lo rechazó, temeroso de no poder controlar el resultado”, apostilla. “Han pasado más de veinte años y el control marroquí sobre el territorio y la población no ha hecho más que reforzarse. Cualquier solución que no contemple una consulta, aunque sea diferida en el tiempo, es una violación del principio de autodeterminación”, sentencia.

Diplomacia intensa y una ONU debilitada

Mientras el Consejo debate, la diplomacia marroquí se ha desplegado con inusitada intensidad. Entre abril y octubre, el ministro de Exteriores Nasser Bourita multiplicó sus viajes a Washington, Pekín, Moscú, París y Liubliana, además de reunirse con sus homólogos de Panamá, Sierra Leona, Somalia y Corea del Sur. Francia, el Reino Unido y Estados Unidos, aliados históricos de Rabat, han actuado como sus principales valedores en el Consejo.

La misión de la ONU, en cambio, atraviesa su peor momento. En agosto le faltaban 65 millones de dólares de presupuesto, lo que ha afectado su capacidad operativa. El secretario general, António Guterres, advirtió en su último informe que la crisis de liquidez “compromete la capacidad de la misión para cumplir su mandato y mantener su presencia en el territorio”.

España, ausente; el statu quo, intacto

Preguntada por el papel de España, Fernández-Molina considera que Madrid mantiene un perfil bajo de forma deliberada. “Está en el grupo de amigos del Sáhara, así que ha visto el borrador y probablemente ha dado su opinión. Pero España parece optar por una línea intermedia, similar a la británica: no romper con Naciones Unidas, pero tampoco desafiar abiertamente a Rabat”, comenta.

Y añade: “El statu quo favorece a Marruecos, y todos los actores internacionales lo saben. Rabat no tiene incentivos para moverse, y mientras los principales socios —Estados Unidos, Francia y ahora incluso España— sigan apoyando su plan de autonomía, el conflicto no cambiará. El fuerte no tiene prisa”.

Una oportunidad perdida

La investigadora tunecina Souhire Medini coincide en el diagnóstico de parálisis: Los distintos borradores muestran que Washington empezó con un texto alineado con su propia posición —el reconocimiento de la soberanía marroquí—, pero terminó optando por un lenguaje más de consenso, para asegurar al menos los nueve votos necesarios.

Según Medini, el desenlace será similar al de años anteriores: Rusia se abstendrá y Argelia podría no participar en la votación. Será, de nuevo, una oportunidad perdida para avanzar hacia una solución real del conflicto.

El calendario marca medio siglo desde que Marruecos lanzó la Marcha Verde sobre el Sáhara. Medio siglo de resoluciones, misiones de paz y negociaciones que se repiten sin salida visible. “Para los marroquíes, no hay conflicto”, recuerda Fernández-Molina. “Desde su punto de vista interno, no hay nada que resolver, ni siquiera que celebrar”.

Mientras tanto, los refugiados saharauis siguen esperando en los campamentos de Tinduf, y Minurso continúa instalada en un territorio ocupado en el que se producen violaciones sistemáticas de derechos humanos y los nativos saharauis denuncian marginación y una estrategia que premia a los colonos marroquíes.