Allí están los españoles. Componen un conjunto de millones de ciudadanos que asisten de pie al espectáculo que se está desarrollando ante sus ojos perplejos, asombrados, incrédulos y con un punto creciente de irritación que se va extendiendo contra la totalidad de los actores que evolucionan en el escenario ignorando olímpicamente a los espectadores, a pesar de que son éstos los que han pagado el montaje, el decorado y los sueldos de los artistas.

Esta es la situación real en la que se encuentran 35 millones de electores de nuestro país que, después de haber acudido a las urnas en dos ocasiones sucesivas en porcentajes que estuvieron muy por encima de lo que la situación hubiera justificado, siguen ahora mismo en el exacto punto muerto del que partieron cuando, a la altura del 25 de octubre de 2015, el entonces -y todavía- presidente del Gobierno convocó por primera vez elecciones generales. Aunque, en realidad, no estamos en el mismo punto muerto sino mucho más abajo y más atrás porque a estas alturas del año no se vislumbra ni una rendija que aporte algo de luz al panorama político.

Recapitulemos: El PP, que ha ganado las elecciones por dos veces y que en la segunda ha obtenido 14 escaños y casi setecientos mil votos más, no puede formar gobierno. Ni siquiera su líder puede ser investido porque, aunque ha llegado a un acuerdo con Ciudadanos y Coalición Canaria, le faltan seis votos para lograr la mayoría absoluta en la primera votación y 11 abstenciones en la segunda. Al otro lado del escenario, dando la espalda a su compañero de representación y a la totalidad de los espectadores, hay un líder que tiene abiertas varias batallas aunque a ninguna le da por el momento solución: es Pedro Sánchez, que está enfangado en un duelo al sol con Mariano Rajoy, al que le niega rotundamente el más mínimo gesto que le permitiera acceder al Gobierno para iniciar un seguro y durísimo calvario, que es exactamente en lo que se va a convertir la próxima legislatura. Pero no sólo batalla Sánchez en ese campo. A su espalda se abre también un paisaje de guerra feroz con los suyos. Y siendo dramático el primer decorado, éste segundo lo es en mayor medida porque es una lucha fratricida y porque las hostilidades han estallado ya y el choque va a prolongarse no un mes largo, sino dos.

En el medio de la escena se abre un paréntesis en el que entran quienes compiten por los gobiernos autonómicos de Galicia y del País Vasco. Y, por primera vez en la breve historia de nuestra democracia, es opinión compartida que de lo que salga de las urnas en cada una de las dos comunidades depende no sólo el futuro político de Pedro Sánchez, sino el de Mariano Rajoy, el del Gobierno de España y, al final, el futuro de los millones de españoles que asisten con incredulidad y cólera creciente al no desarrollo del espectáculo paralizado desde hace nueve meses.

Lo cierto es que de Alberto Nuñez Feijóo y sus logros electorales en la comunidad gallega depende que la posición de Rajoy y su pretensión de obtener los respaldos necesarios para volver a sentarse en La Moncloa con todos los pronunciamientos favorables se fortalezca y se acerque o se aleje y se debilite definitivamente. Por su parte, Pedro Sánchez pende de su secretaría general como quien pende de un hilo, y ese hilo son los resultados que su partido obtenga en las elecciones del País Vasco y de Galicia. Con unos buenos datos podrá al menos aspirar a enfrentarse a los suyos con alguna posibilidad de salir, no indemne, pero sí incluso ganador. Malherido, pero ganador. Pero, ¡ah si pierde en las dos comunidades! Si eso sucede, su cabeza no valdrá ni un céntimo de euro y los suyos, sus compañeros, le sacarán de la secretaría general a patadas, no sin antes haber tenido que arrancarle con gran esfuerzo y no poca lucha de su silla.

En ese caso, el panorama nacional empezará a moverse con alguna dificultad, pero a moverse al fin y al cabo. De otro modo y aunque a los millones de espectadores que siguen a pie firme pero cada vez más impacientes esperando acontecimientos, les parezca inverosímil y estén dispuestos ya a tirar tomates al cuadro de actores, no podemos descartar que la compañía tenga el tupé de convocar al respetable por tercera vez a las urnas. Por lo tanto, Galicia y el Pais Vasco son ahora mismo la llave de España.