Es un Gobierno nuevo pero no novedoso. Hay siete nuevos ministros pero ninguno de ellos supone un cambio reseñable en el mensaje que todo presidente envía a la opinión pública y al resto de  fuerzas políticas de oposición cuando anuncia su equipo. Mariano Rajoy apuesta por un Ejecutivo muy acorde con su manera de gobernar. Aquí se percibe continuidad, a pesar de que la mitad de las carteras tienen nuevos titulares. No hay mensajes evidentes hacia la oposición, aunque tampoco eso era esperable dada la personalidad del presidente.

El gran respaldado es, sin duda, el ministro de Economía, Luis de Guindos, que asume un superministerio que incluye Industria y Competitividad. Y contra todo pronóstico, Cristóbal Montoro conserva su cartera y, aunque pierde Administraciones Territoriales, que pasa a manos de la vicepresidenta, conserva sin embargo la competencia sobre la función pública. No hay castigo a Montoro, pero hay un evidente premio a De Guindos.

Íñigo Méndez de Vigo sale muy reforzado, mientras Sáenz de Santamaría da un par de leves pasos atrás

La vicepresidenta pierde algo tan importante como la portavocía, que le ha otorgado presencia pública y enorme poder a lo largo de estos años. El portavoz será un ministro que se ha ganado fama de buen negociador y hombre de pactos en los pocos meses en que ha ocupado la cartera de Educación. Por eso, Íñigo Méndez de Vigo sale muy reforzado en este nuevo Gobienro en el que Soraya Sáenz de Santamaría da un par de pasos atrás. Pero son pasos leves, porque la vicepresidenta sigue controlando áreas tan importantes y decisivas en todo Gobierno como son los Servicios Secretos. El CNI seguirá, pues, en manos de Sáenz de Santamaría. Aunque, insistimos, la portavocía es función de mucha capacidad de influencia.

La casi obligada inclusión de María Dolores de Cospedal en el nuevo Ejecutivo ha sido sabiamente resuelta por Rajoy al situarla al frente de Defensa, una cartera que despacha directamente con el presidente. La todavía secretaria general del Partido Popular queda a salvo, por obra y gracia de Mariano Rajoy, de roces con su eterna rival. Es la recompensa por haber aguantado al frente del partido el tiempo más  tormentoso del que se tiene constancia en la historia del PP.

La salida de Jorge Fernández puede leerse como un gesto hacia Ciudadanos, que había pedido su destitución

De los ministros salientes, se daba por supuesto que Fernández Díaz saldría del Ejecutivo. Era un ministro muy quemado por el episodio de las conversaciones que le fueron grabadas en su propio despacho y luego hechas públicas en plena campaña electoral. La salida de Jorge Fernández puede leerse como un gesto hacia Ciudadanos, que había pedido con insistencia que el hasta hoy ministro del Interior entregara su cartera. Pero sería el único gesto hacia la oposición que es posible entresacar de los nombramientos para el nuevo Ejecutivo.

Margallo tiene otra explicación. Ha sido un ministro inteligente pero demasiado hablador que ha puesto en apuros más de una vez al presidente.  Tendrá, sin duda, otros destinos a la altura de su competencia. Era una sustitución no reclamada. Alfonso Dastis está en las antípodas de su antecesor en lo que a personalidad se refiere. Los periodistas van a sufrir.

El caso de Zoido estaba más o menos cantado porque es sabido que Rajoy se siente obligado ante quienes en algún momento de su vida política le han hecho algún tipo de favor. Y el de Zoido fue de los de envergadura: cuando Javier Arenas, recién ganadas las elecciones pero recién perdido el poder, dimitió de la presidencia del PP andaluz, Juan Ignacio Zoido, muy a su pesar, asumió esa responsabilidad durante dos largos años en los que el partido, mal que bien, se mantuvo unido y no se desmembró. La tarea que le encarga ahora tampoco es fácil: un ministerio del Interior en cuyas entretelas hay que hacer una labor de limpieza que lleva décadas esperando. Veremos si Zoido es el hombre que acomete la tarea o pasa por el sillón ministerial como la luz por el cristal, sin romperlo ni mancharlo.

Álvaro Nadal tendrá que pelear duro con las eléctricas y enfrentarse a las reformas del sector

Íñigo de la Serna es un alcalde prestigiado y sin episodios de corrupción conocidos, una característica absolutamente exigible en un ministerio de gasto, y por lo tanto, fácil presa de grandes prácticas de envilecimiento, como es Fomento. Sustituye en el cargo a una ministra que ejerció con limpieza su tarea. Tendrá que mantener el listón  donde ella lo dejó.

Álvaro Nadal estaba en todas las quinielas y ocupa una cartera nueva, Energía, Turismo y Agenda Digital. Tendrá que pelear duro con las eléctricas y enfrentarse a la reforma del sector. Quizá por eso, que es una tarea durísima, Rajoy le ha compensado con una responsabilidad que previsiblemente no le va a proporcionar más que satisfacciones como es Turismo.

Finalmente, Dolors Montserrat tiene un perfil más liviano, o menos marcado. Ha sido hasta ahora miembro de la Mesa de la Cámara y ahora tendrá la oportunidad de demostrar su altura política. Asume, de todos modos, un ministerio que ha cedido gran parte de sus competencias a las comunidades autónomas.

En definitiva, un Gobierno que, aun estando renovado en una proporción muy notable, es un Gobierno continuista con el claro sello de Mariano Rajoy. La oposición, seguro, no estará bailando de contento. Pero todos saben que es muy pronto para empezar a criticar con fundamento.