Si en la anterior legislatura la vicepresidenta del Gobierno fue calificada como la mujer políticamente más poderosa de la historia de la democracia, habrá que acuñar un nuevo adjetivo para calificar la inmensa capacidad de decisión que el presidente del Gobierno ha puesto en manos de Soraya Sáenz de Santamaría en esta nueva legislatura recién iniciada.

Porque a su cargo como vicepresidenta y ministra de la Presidencia, además de máxima autoridad política del Centro Nacional de Inteligencia y que ha añadido ahora la responsabilidad sobre las Administraciones Territoriales, se añade el hecho de que preside la mayor parte de las comisiones delegadas del Gobierno, la Comisión General de Secretarios de Estado y Subsecretarios y ha conservado la vicepresidencia de la importantísima comisión delegada para Asuntos Económicos, que se pensaba que en esta legislatura iba a recaer en el ministro de Economía, Luis de Guindos, una vez que Mariano Rajoy no le aupó a una vicepresidencia económica.

Santamaría va a presidir el Consejo en el que se deciden cuestiones como el modelo de financiación o el techo de gasto

Y ahora, por si fuera poco, Sáenz de Santamaría va a presidir el Consejo de Política Fiscal y Financiera, que es el lugar donde el ministro de Hacienda trata con los consejeros autonómicos de Economía y Hacienda cuestiones tan decisivas como el modelo de financiación autonómica o, como es el caso de la convocatoria del próximo jueves, el techo de gasto para 2017.

Pero no acaba aquí su presencia determinante en la vida política del Gobierno porque hay que recordar que sobre ella ha recaído la responsabilidad de abordar el problema más grave al que se enfrenta hoy nuestro país: el intento de desmembración de España que los independentistas están dispuestos a llevar a cabo, con fecha puesta y dotación presupuestaria ya adjudicada.

Es muchísima su responsabilidad pero también es un inmenso poder. Poder sobre los dos ministros económicos, a quienes se ha impuesto claramente, lo que evidencia la importancia que le da ahora Rajoy a la vertiente política que tienen todos los asuntos relacionados con la economía y también con las finanzas del Estado. La fotografía del próximo jueves va a privar al ministro de Hacienda de la primogenitura que siempre ostentó en el CPFF, y ése es un mensaje político que no debe desdeñarse.

Lo mismo le sucede a Luis de Guindos, con la ventaja para él de que la reuniones de la comisión delegada para Asuntos Económicos se celebran fuera de la vista de los medios de comunicación. Pero la foto, si la hubiera, sería una repetición de la que vamos a ver dentro de dos días en el ministerio de Hacienda y que resume el núcleo de lo que tenemos delante: Sáenz de Santamaría über alles, über alles in der Welt.

La mayor carga que ha recaído sobre ella consiste en enderezar el destino final de España como nación

Y, sin embargo, la mayor carga que ha recaído sobre la vicepresidenta es la que ha puesto sobre sus hombros Rajoy al encargarle enderezar el destino final de España como nación tal y como la han conocido los españoles de los últimos 500 años. Y esa carga no puede entenderse como un área gigantesca de poder sino, sobre todo, como una infinita responsabilidad capaz de doblar las rodillas del más aguerrido.

En esta batalla política de primerísimo orden y que está destinada -o condenada- a tener un final que, sea cual sea, necesariamente va a calificarse de histórico, Sáenz de Santamaría se juega también su futuro político, aunque eso sea, comparativamente con lo que tiene que abordar, lo menos importante. Si lo cierra con éxito, alcanzará las más altas posiciones en la vida política española, pero si fracasa en el intento su biografía se torcerá de manera irreversible.

Lo cierto es que, a estas alturas, y visto el panorama de inmensa autoridad que tiene hoy en sus manos la vicepresidenta del Gobierno, autoridad que le ha sido personalísimamente encomendada por Mariano Rajoy, es imposible no pensar que el presidente está colocando a su número dos en la rampa de salida para que, cuando llegue el momento de su sucesión, ella acumule todos los títulos para ocupar su lugar. ¿Al frente del Gobierno? Quizá. O al frente del partido que, dependiendo cómo acaben sustanciándose las cuestiones más graves que están puestas sobre la mesa en esta legislatura, aceptaría gustoso el aterrizaje en su cúpula de la mujer sobre la que su actual líder ha puesto, evidentemente, todas sus complacencias. Así que guardemos en mente el nombre de S.S.S. porque puede que éste que disfruta -o padece- hoy no sea finalmente el mayor destino que le tenga reservado el futuro.