Susana Díaz ha hecho una exhibición de fuerza en Madrid, rodeada de las grandes figuras del socialismo español pasado y presente: González, Zapatero, Guerra, Rubalcaba, Chacón, Madina, Fernández Vara, García Page... Fue como una llamada arrebato en la que cada uno de ellos ha metido en un cajón sus diferencias para unir sus fuerzas frente a un enemigo común: Pedro Sánchez.
Lo que se ha pretendido con este acto, al que acudieron unas 7.000 personas (el PSOE andaluz se ha volcado y ha demostrado una vez más su eficacia), es identificar a la presidenta de la Junta de Andalucía con el PSOE. Ella es el PSOE de siempre, el PSOE ganador de González y Zapatero. El mensaje en clave interna y también de cara a los 5 millones de votantes que aún conserva el socialismo y hacia los 4 ó 5 millones que se han ido perdiendo por el camino es nítido: Díaz es la única garantía que tiene el partido para volver a ganar.
"Recuperar el gobierno desde la victoria", dijo una exultante candidata entre el delirio de los que acudieron al pabellón de Ifema. Es decir, nada de buscar subterfugios, atajos, pactos contra natura para derribar al PP. El PSOE tiene que recuperar el poder como el partido más votado. Desde esa perspectiva, la derecha y Podemos se sitúan como competidores para un proyecto que reclama las conquistas del pasado como su imbatible baluarte.
La ya oficialmente aspirante a liderar el PSOE prometió dedicarse a partir de ahora a recorrer las agrupaciones para ganar las primarias de mayo y el Congreso de junio. Veremos el coste político que le acarrea ese compromiso de dedicación plena al partido en su posición como gobernante de los andaluces. Ya sabemos lo que harán el PP y Podemos: pedirle que dimita. ¿Qué hará Ciudadanos? Probablemente, respetar su calendario por razones que tienen que ver con cálculos electorales a medio y largo plazo.
Díaz y Sánchez representan dos modelos de partido, dos formas de liderazgo, dos maneras de encarar las alianzas y la oposición al Gobierno de Rajoy
Frente al despliegue de músculo político de Díaz -no por esperado menos apabullante- Sánchez logró salvar los muebles en un acto también masivo en Burjassot (Valencia), al que acudieron más de 3.000 personas.
El ex secretario general aplica una táctica completamente distinta a la de Díaz. Como contraposición a los grandes santones del partido, él apela a las bases: "El cambio no vendrá desde arriba, sino desde abajo". Es, sin duda, su mejor baza. Quiere demostrar que, aunque el aparato esté con la presidenta de Andalucía, él tiene de su lado a los descamisados del partido, a los que pegan carteles y a los que llevan el socialismo en el corazón, a aquellos que no aceptaron dar el voto a Rajoy para que fuera presidente del gobierno.
Es, sin duda, una competición llena de alicientes. Vamos a vivir dos meses apasionantes en los que se van a confrontar dos modelos de partido, dos modelos de liderazgos y también dos formas de entender la política de alianzas y la forma de hacer oposición al PP.
El test no es solamente interno. La victoria de uno u otro va a marcar la política española de los próximos años. Un PSOE liderado por Sánchez -aunque modere su discurso si gana- le complicará la vida a Rajoy mucho más que un Partido Socialista bajo la batuta de Díaz.
Por cierto, no olvidemos al tercero en discordia, Patxi López, porque tal vez sea él quien con sus votos pueda inclinar la balanza en favor de uno o de otra.
Por el momento, la disputa se desarrolla por cauces absolutamente limpios -al margen del papel de la Gestora, que claramente ha apostado por la líder de Andalucía-. Esperemos que triunfe la política sin golpes bajos. Por el bien del PSOE y por el bien de España.
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