El candidato Pedro Sánchez acaba de dar un golpe muy contundente a su contrincante en la pelea de las primarias con este respaldo de 700 sindicalistas, y subiendo, con abrumadora mayoría de afiliados de la UGT además de serlo del PSOE. Leyendo el texto en el que los "abajo firmantes" explican su respaldo público al ex secretario general, se comprende que lo que buscan es darle un empujón público a su candidato que le permita dar la sensación de que él, Sánchez, camina ya sobre el carro de la victoria. Pero también se comprende que estos sindicalistas de apoyo intentan condicionar claramente la política que el todavía candidato deberá aplicar en el caso de que, además de ganar las primarias, pudiera ser capaz de ganar las elecciones generales y acceder a la presidencia del gobierno. Pero, sin llegar tan lejos, lo que sí pretenden es que ésta sea la línea política que defienda Sánchez aunque, habiendo recuperado la secretaría general, tuviera que consolarse permaneciendo en la oposición.

El problema es que lo que los sindicalistas defienden en su manifiesto ya lo hemos visto antes además de haber padecido sus resultados. En definitiva, pretenden la derogación de la reforma laboral que el PP aprobó  en 2012 y reinstaurar  la prevalencia de los convenios colectivos sobre los convenios de empresa. Una fórmula que imponía un corsé de hierro a las empresas cuyo tamaño en número de trabajadores y en capacidad financiera no les permitía mantener las condiciones impuestas por el convenio colectivo y las empujaba inexorablemente al cierre y a sus empleados al paro.

Los sindicalistas pretenden la derogación de la reforma laboral que el PP aprobó en 2012

Los sindicalistas quieren recuperar el antiguo y enorme poder, ahora disminuido, de las grandes centrales sindicales. Por eso añoran la derogación del principio de ultractividad, que mantenía la pervivencia indefinida de un convenio mientras no se hubiera acordado uno nuevo para sustituirlo y rechazan que esta reforma redujera los obstáculos para la flexibilidad interna, incluyendo las modificaciones unilaterales en las condiciones de trabajo. Dicen que es esta reforma laboral del PP la causante de la precarización del empleo y la devaluación de los salarios, pero no dicen, porque no quieren recordarlo, de dónde venimos. Y venimos de una crisis brutal, con una destrucción de empleo que nos ha llevado al borde del abismo y con unos niveles de déficit que nos enajenó la confianza de los mercados y de la Unión Europea y nos empujó a un rescate que habría hundido definitivamente la economía española por muchos años y que fue evitado por el Gobierno en una jornada dramática.

Hablan de los preocupantes índices de paro juvenil que soporta España pero ése no es un problema derivado de la reforma laboral sino que tiene muchos años de vida. Y, naturalmente, cargan contra la introducción en el texto constitucional del articulo 135.3 que consagra la estabilidad presupuestaria y subordina el gasto al pago de la deuda y al mantenimiento de los límites de déficit. Pero ignoran deliberadamente que esta medida, propuesta por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y aprobada con toda urgencia con los votos favorables del PSOE, PP, CiU y PNV y la calculada e insolidaria ausencia en el hemiciclo de los diputados de IU, ERC, BNG, ICV y  Nafarroa Bai, respondía a una necesidad imperiosa que el portavoz socialista, José Antonio Alonso, le soltó a la cara a Gaspar Llamazares, de Izquierda Unida: "No hay peor sordo que el que no quiere oír. Le digo que las tensiones en los mercados han llegado a un límite que pone en riesgo las políticas sociales. Esta es la verdad". Era el año 2011, septiembre, y España se iba peñas abajo. ¿A eso quieren regresar quienes pretenden volver otra vez a incrementar el gasto público a base de fiarlo todo a un incremento de los ingresos que es hijo más de la voluntad que de un ejercicio objetivo de los datos de la realidad?

Las propuestas de los sindicalistas son las políticas que nos llevaron al desastre y han sido derrotadas en Francia

Estas propuestas de los sindicalistas del año 2017 parecen querer volver atrás en el tiempo. Esas son las políticas que nos llevaron al  desastre y son, precisamente, las políticas que acaban de ser derrotadas en Francia. Pero este manifiesto de apoyo a Sánchez busca también hipotecarle en sus decisiones políticas en caso de que consiguiera la victoria. Le quieren ayudar a ganar pero marcándole muy cuidadosamente el camino.

De todos modos, no desdeñemos este apoyo, que en el seno del PSOE tendrá sin duda un efecto multiplicador en muchas voluntades de la militancia. Un ámbito éste del que Susana Díaz parece haber sido ya expulsada. Definitivamente, este debate se va a plantear el día de las votaciones como un pulso entre "el pueblo" y las élites. Un planteamiento no sólo tóxico por lo falso de su premisa sino directamente letal para el futuro del Partido  Socialista.