El fulminante cese del director del FBI James Comey es el último de los esperpentos del histriónico, excesivo e incontinente presidente número 45 de la historia de EEUU. Transcurridos los primeros cien días de su mandato, se sigue comportando como si se encontrara en campaña electoral. El problema es que el fuego es ahora real y está generando ya dudas sobre si no será Donald el presidente más breve de la historia de los EEUU.

Donald Trump actúa como si haber sido investido presidente no hubiera provocado en él ningún efecto. Frente a la necesaria responsabilidad, Trump muestra una caprichosa forma de conducirse, irreflexiva, errática y desconcertante. Además, su falta de respeto por los “contrapoderes” naturales como son la justicia (fulminación en su primera semana de la fiscal general del Estado por oponerse a las medidas anti-inmigrantes que finalmente fueron rechazadas por la corte de justicia), las investigaciones de los cuerpos de seguridad (cese del director del FBI que estaba investigando las supuestas relaciones ilícitas de su equipo de campaña con Rusia) y la prensa (en sus últimos tweets ha defendido la suspensión de las ruedas de prensa puesto que él tiene muchas otras ocupaciones).

Que lance los mensajes importantes por Twitter es una muestra de banalidad

Quizás la única coherencia real de Trump esté entre sus actos (erráticos) y sus formas (extravagantes e irrespetuosas). Que el presidente de EEUU lance sus mensajes importantes por Twitter es una muestra más de la banalidad con que éste señor se toma las cuestiones de estado y cómo su sentido de ejercicio del poder no es el de alguien que asume la gran responsabilidad que tiene ante el mundo y la historia sino la de quien entiende que su posición le habilita para decidir lo que en cada momento se le ocurra sin el mínimo cálculo sobre sus consecuencias ni el mínimo respeto de cómo puede estar vulnerando derechos constitucionales con sus actos.

Para los más optimistas, lo positivo de Donald Trump es que está en periodo de aprendizaje y que los check & balances (contrapoderes en EEUU) están jugando su papel y que sus colaboradores más extremos están perdiendo peso. Pero los acontecimientos de los últimos días muestran que actúa de forma caprichosa e impulsiva. Esto que es algo discutible pero respetable en quien dirige su propia empresa, es de todo punto improcedente cuando lo que se trae entre manos es el mandato para el que ha sido democráticamente elegido que supone, entre otras cosas, ser el hombre más poderoso del planeta.

Economía

La reciente presentación de su “revolución fiscal” con bajadas del impuesto sobre sociedades desde el 35% actual hasta el 15% es otro ejemplo de la frivolidad con que el presidente de los EEUU está abordando sus tareas de gobierno. La propuesta no es un plan detallado en el que se muestre cómo se va a abordar y cómo se va a financiar, sino una declaración de intenciones sobre que el futuro crecimiento económico permitirá cubrir los menores ingresos derivados de la reforma, que se cifran en 2,2 billones (trillion americanos) de dólares durante los próximos diez años.

El propio Paul Ryan, portavoz en el Congreso del partido de Trump, el Partido Republicano, ha reconocido que no existen garantías de que el plan sea neutral en términos de ingresos, por lo que no apoyarían una medida que se pudiera traducir en un incremento del déficit público. A su vez el Secretario del Tesoro, Steven Mnunchin, ha mostrado las discrepancias dentro del equipo económico del presidente, al hacer referencia a las dudas sobre la implantación de un impuesto por repatriación de capitales de compañías americanas con el que teóricamente se financiaría parte de la bajada de impuestos.

Trump no ha desvelado aún cómo financiará su plan de inversión en infraestructuras

Respecto al plan de infraestructuras, que es oportuno puesto que la inversión en EEUU en este concepto ha sido absolutamente insuficiente en las últimas décadas, no hay novedades. Trump no ha desvelado en qué consistirá el plan (su mayor promesa electoral) ni cómo lo financiará.

Hay dos posibles modelos: el primero, el propuesto por el FMI (Fondo Monetario Internacional) que consiste en realizar un plan con anclaje fiscal a largo plazo (estableciendo un programa de endeudamiento máximo y diseñando el repago de ese endeudamiento extra vinculado al plan de infraestructuras) financiándose a los actuales bajos tipos de interés. El segundo es apoyarse en la iniciativa privada que es el modelo seguido por Europa con el Plan Juncker.

Ninguna de estas alternativas ha sido la elegida por Trump, que fiel a su tradicional superficialidad no ha dedicado ni un minuto a explicar cómo piensa pagar las infraestructuras que se ha comprometido a construir y que van a permitir “la mayor creación de puestos de trabajo de la historia”, según sus propias palabras. Por el contrario, sus primeros presupuestos no sólo no son expansivos sino que son restrictivos en un 4%. Eso sí, diseñados para contentar a sus votantes: reducción en todas las partidas (los efectos se verán en el largo plazo) y aumento de dos partidas únicamente de claro componente ideológico (gasto de defensa y veteranos) para satisfacer a los que le auparon al Despacho Oval.

¿Hasta cuándo?

El problema principal de Trump con la destitución del director del FBI es que, aparte de mostrar una insensibilidad absoluta con los temas delicados (ni siquiera se preocupa de ofrecer una imagen de moderación y de respeto a las leyes y al estado de derecho, probablemente porque ha estado acostumbrado a sortear las leyes a su antojo) es que puede haber mentido a la opinión pública y esto, a diferencia de Europa, en EEUU no se perdona. Las contradicciones entre lo que Trump ha dicho en relación con la destitución de Comey y lo que su sustituto en funciones Mc Cabe ha testificado ante el Comité de Inteligencia del Senado en las últimas horas son relevantes.

Aunque la investigación es secreta no parece que los argumentos dados por la Casa Blanca para la destitución del director del FBI coincidan con el testimonio de su sucesor en funciones. Hoy es pronto para decir si este escándalo pasará o supondrá un proceso de impeachement como el que acabó con la carrera política de Nixon en el Watergate. Pero lo que sí sabemos con Trump, la certeza es la incertidumbre.


Juan Jesús Gómez Cubillo es socio y director de Consilio Asesores Patrimoniales

El fulminante cese del director del FBI James Comey es el último de los esperpentos del histriónico, excesivo e incontinente presidente número 45 de la historia de EEUU. Transcurridos los primeros cien días de su mandato, se sigue comportando como si se encontrara en campaña electoral. El problema es que el fuego es ahora real y está generando ya dudas sobre si no será Donald el presidente más breve de la historia de los EEUU.

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