El ex vicepresidente del Gobierno entre 1996 y 2004 (la era Aznar) ha acudido al Congreso para comparecer en la comisión que investiga el caso Bankia.

Rodrigo Rato se explayó durante más de cuatro horas en las que justificó su actuación al frente de la entidad, a la que llegó por decisión directa de Mariano Rajoy. Este dato es importante y a él se le olvidó mencionarlo, pero fue el ahora presidente del gobierno el que le dio luz verde para ocupar la presidencia de Caja Madrid cuando el candidato de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, era su mano derecha, Ignacio González.

Rato tiene todo el derecho a defenderse. Puede utilizar el estallido de la burbuja inmobiliaria como una de las causas del derrumbe de Bankia, que nació con todos los parabienes del Banco de España, la CNMV y el gobierno socialista de Rodríguez Zapatero.

Sin embargo, el ex director gerente del FMI no se limitó a una argumentación puramente financiera. Utilizó el Congreso como un altavoz para una venganza personal contra el ministro de Economía, Luis de Guindos y contra el gobierno (Montoro, Catalá, Báñez,..), al que acusó de conspirar para meterle en la cárcel.

Sostiene Rato que fue la decisión de Guindos de retirarle de la presidencia de Bankia la que hundió la acción. Además, tras la intervención, dijo, se produjo una huida de capital de la banca española que supuso en seis meses 250.000 millones de euros. Es decir, que fue el propio gobierno el que, con su operación para descabalgarle, provocó la crisis financiera que dio lugar a la petición de un rescate financiero de hasta 100.000 millones de euros.

A su teoría de la conspiración le falta el móvil: ¿por qué quería el gobierno meterle en la cárcel cuando fue el propio Rajoy quien le colocó al frente de la entidad?

Olvida el que fuera número dos del PP que Bankia se encontraba, cuando Guindos forzó su salida, en una situación crítica y que su agujero -estimado por Oliver Wyman o el FMI- se situaba en 23.000 millones de euros. Ningún gran banco (ni el Santander, ni el BBVA, ni la Caixa) quiso quedarse con la entidad y por ello tuvo que ser nacionalizada. No era, por tanto, ninguna perita en dulce. Todo lo contrario.

Es verdad que la acción se hundió tras conocerse su destitución en mayo de 2012, pero Rato había orquestado meses antes una operación de sostenimiento del valor a través de autocartera y de compras masivas de acciones a través de operadores a las órdenes de Bankia.

Pero ¿qué añadía a su defensa en la gestión de Bankia el ataque furibundo contra el gobierno? Lo peor de Rato no fue su gestión al frente de la entidad, en todo caso bastante deficiente, sino las acusaciones que pesan sobre él por apropiarse dinero ajeno en el caso de las tarjetas black y por posibles delitos fiscales y de corrupción.

El pasado 23 de febrero la Audiencia Nacional le condenó a cuatro años y medio de cárcel por un delito continuado de apropiación indebida por el caso de las tarjetas black. La sentencia está recurrida ante el Supremo pero no es muy probable que la condena sea revisada.

El ataque de Rato al gobierno es una coartada para justificar lo injustificable. Cuando dice que el gobierno quería meterle en la cárcel lo que está haciendo es montar una preventiva teoría de la conspiración.

La animadversión contra Guindos (que fue su segundo durante ocho años en Economía) tiene también explicación: Rato intentó que el ministro de Economía tapara el asunto de las black, cosa a la que se negó. Por tanto, le atribuye directamente de su condena.

Alguien que lo fue todo en España no ha asimilado todavía que arruinó su carrera por una incomprensible falta de escrúpulos

Algunas personas buscan en las teorías conspiratorias una explicación ante su entorno más próximo para justificar sus males. Lo hizo Mario Conde (quien también tuvo otra sonada comparecencia en el Congreso en octubre de 1994), quien llegó a teorizar su caída en un libro: El sistema. Según su versión, el stablishment se había confabulado para evitar la irrupción de un advenedizo no sólo al mundo de la banca, sino en el de la política.

Lo que le falta a la teoría de la conspiración de Rato es el móvil. Una vez que el ex vicepresidente había abandonado ya sus aspiraciones políticas para dedicarse a las finanzas, ¿por qué iba a querer el gobierno meterlo en la cárcel?

Realmente, no tiene sentido. Sólo se puede entender su salida de tono, su venganza, en clave personal. Alguien que lo fue todo en España no ha asimilado todavía que arruinó su carrera por una incomprensible falta de escrúpulos. La culpa de que vaya a la cárcel (si es que eso ocurre) es sólo suya.