Estados Unidos está actualmente inmerso en un proceso de normalización monetaria que tiene consecuencias importantes para la economía mundial. Tras la decisión de la Reserva Federal de subir los tipos oficiales, el Banco Central Europeo ha elegido el mismo camino con una clara intención de drenar liquidez, primero eliminando las compras de deuda y, a continuación, aumentando el precio del dinero. Y finalmente se ha sumado a la tendencia China, en este caso con el objetivo de limitar el fuerte crecimiento de la deuda con menos facilidades de liquidez al sector inmobiliario y empresarial.

Con todo, Estados Unidos se encuentra como punta de lanza del cambio de dirección de la política monetaria tras 10 años de dinero fácil y barato. El dólar va a seguir apuntalado a medio plazo por una economía que crece a un ritmo saludable, con una situación de pleno empleo y con unos niveles de inflación que se acercan ya al objetivo del 2%. Esta fortaleza económica se ve reflejada también en unos resultados empresariales sólidos con crecimientos por encima del 20%. Todos estos datos apuntan a que la buena racha se mantendrá en 2019 para el que se prevé el crecimiento de resultados del 12%.

Estados Unidos se encuentra como punta de lanza del cambio de dirección de la política monetaria tras 10 años de dinero fácil

En este contexto, si bien es cierto que Estados Unidos y su actual presidente Donald Trump apoyan un tipo de cambio más bajo respecto a las principales divisas con el fin de ganar competitividad, lo que subyace son unos flujos de inversión que tradicionalmente han estado destinados a economía emergentes y que ahora están viendo que los tipos altos americanos representan una atractiva alternativa de inversión.

Estos mismos flujos también están apostando por lo seguro y se están dirigiendo a compañías norteamericanas en muchos casos líderes mundiales en sus segmentos, que trimestre tras trimestre son capaces de batir las expectativas de los analistas.

A Trump le gustaría que el dólar fuera más débil en beneficio de las exportaciones y de una reducción del déficit

Sin lugar a duda, a Trump le gustaría que el dólar fuera más débil en beneficio de las exportaciones y de una reducción del déficit por cuenta corriente. Sin embargo, se está encontrando con que su país está demostrando una tremenda resiliencia, ofreciendo unos magníficos resultados empresariales, alcanzando pleno empleo, viendo subidas cercanas al 3% en los salarios y además favoreciéndose de la llegada de flujos que años atrás habían migrado a economías emergentes en busca de rentabilidades más atractivas. El escenario no puede ser más alentador para seguir viviendo en una economía global caracterizado por un dólar fuerte durante más tiempo.


Francisco Gómez-Trenor es director general de Mirabaud & Cie (Europe)