Este artículo va especialmente dirigido a la juez Isabel Rodríguez y al fiscal Pablo Ponce, quienes se oponen a la puesta en libertad de Eduardo Zaplana, que desde el pasado lunes se encuentra ingresado en el hospital La Fe de Valencia por una caída brusca de sus defensas.

Zaplana está aquejado de leucemia desde hace más de dos años y en diciembre de 2016 fue intervenido para practicarle un trasplante de médula. Desde el pasado mes de mayo se encuentra en prisión preventiva acusado del posible cobro de comisiones cuando era presidente de la Generalitat valenciana (1995-2002) en el marco de la llamada Operación Erial.

Las razones que esgrimen la juez y el fiscal para oponerse a su libertad provisional son el riesgo de fuga y la destrucción de pruebas. Pero resulta difícil imaginar a Zaplana huyendo de la Justicia en su estado (existen medios sobrados para impedirlo) o incluso destruyendo pruebas. Pruebas que la UCO lleva acumulando desde hace más de dos años en una investigación secreta. ¿Cuánto tiempo más necesitan para que sus pesquisas sean sólidas?

En uno de sus escritos, rechazando la petición de libertad del abogado del ex ministro, la juez Rodríguez argumenta que no estamos ante "una cárcel del medievo", refiriéndose a Picassent, que es donde está ingresado desde hace siete meses. De acuerdo. Pero hay comportamientos que sí se parecen más a los autos de fe que a la aplicación de la Justicia en un estado democrático.

Resultan poco convincentes los argumentos de riesgo de fuga o destrucción de pruebas y cruel la negativa a que su esposa pueda visitarle en el hospital

Mantener a Zaplana encerrado en la habitación del hospital, custodiado por dos policías, impidiendo que su esposa, Rosa Barceló (también enferma de cáncer), pueda visitarle es incompatible con el trato digno que todo preso merece.

El etarra y carcelero de Ortega Lara, Josu Bolinaga, fue puesto en libertad en 2012 cuando cumplía la máxima condena, también aquejado de cáncer, precisamente como una prueba de humanidad. Bolinaga vivió casi dos años y medio más tras su salida de prisión. Y no creo que haya nadie que se atreva a comparar los posibles delitos que haya cometido Zaplana con la crueldad del hombre que mantuvo al funcionario encerrado como un perro en un zulo infame durante 532 días y que estuvo dispuesto a dejarle morir de hambre al negarse a revelar dónde se hallaba encerrado.

No es extraño que, ante la decisión de mantener al preventivo Zaplana en prisión, pese a su deteriorado estado de salud, hayan salido en su defensa políticos tan heterogéneos como José María Aznar, Arnaldo Otegi, Pablo Iglesias o Ximo Puig. Probablemente en su petición de "humanidad" a la juez y al fiscal sea lo único en lo que estén de acuerdo.

Según su abogado, Zaplana llora desesperado en la habitación custodiada de La Fe. No puede entender que la Justicia, tan comprensiva algunas veces, se cebe con él como si fuera el peor criminal de la historia.

Y porque la Justicia siendo dura debe ser, ante todo, justa, la situación de Zaplana no puede prolongarse por más tiempo. Esta noche, seguramente, la juez Rodríguez y el fiscal Ponce celebrarán la fiesta que une a todas las familias. No estaría de más que, aunque sólo fuera como gesto de buena voluntad, la juez y el fiscal permitiesen a la esposa de Zaplana pasar con él unas horas de esta Nochebuena.