En vez de enseñar el culo, terminará significando recular. La vicepresidenta del Gobierno con sus bochornosas rectificaciones constantes de la última semana ha cambiado lo que significa hacer un Calvo.

Hubiera preferido Carmen Calvo pasar a la historia de la Real Academia por llevar el lenguaje inclusivo a la Constitución. Y sin embargo su mayor aportación al idioma bien podría ser esta nueva acepción de la expresión castiza.

Hacer un Calvo: dícese de la capacidad de crear confusión sin saber medir los riesgos. Por ejemplo, hablando de relatores sin más coartada que una explicación atropellada en los pasillos del Congreso, creyendo que se la vas a colar a la gente de tu partido con la excusa de que si les parece mal es que no lo han entendido.

Es probable que en catalán se vaya a usar también. Hacerse un Calvo será por esas tierras jugar a dos bandas y quedar mal con todos.

Tal vez hacerse un Calvo tenga también que incluir en los próximos días una última acepción. La de forzar sin quererlo un adelanto electoral

Hacer un Calvo está a punto de acuñarse también como sinónimo de desatar una tormenta en el propio partido y sorprenderse por el revuelo. También habría que incluir hacer un ultimátum de farol como hacerse un Calvo. Qué es si no decirles a los independentistas que o retiran la palabra autodeterminación y las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos o se van a enterar. ¿De qué? Pensarían en la Generalitat. Como si les importara a los de Puigdemont que caiga el Gobierno de Sánchez.

Decirle una cosa a la prensa, negando la vinculación de los Presupuestos con el diálogo, mientras a la Generalitat se le pide que retiren las enmiendas a la totalidad para seguir negociando ya no se llamará mentir, será hacer un Calvo.

Y, quién sabe, tal vez hacerse un Calvo tenga también que incluir en los próximos días una última acepción. La de forzar sin quererlo un adelanto electoral.