Ha sido un hombre afortunado en la medida en que todas las tareas a las que se ha entregado por propia voluntad o por encargo, se han saldado con pleno éxito. Persona extraordinariamente culta, gran lector,  aficionado al arte y poseedor de piezas importantes de la pintura española y europea, José Pedro Pérez-Llorca es conocido por la opinión pública como uno de los padres de la Constitución. Pero muchos españoles no saben que la etapa en la que se dedicó a la política fue probablemente la más corta, aunque una de las más fructíferas, de toda su vida profesional.

En el momento de su muerte ocupaba el puesto de presidente y alma mater de uno de los despachos más importantes de Madrid, que había sido fundado por él. Nulamente aficionado a la exhibición de su erudición, de su papel histórico en los tiempos de la Transición, de su espléndida situación económica e incluso de su enorme e indiscutible prestigio profesional como abogado, había aceptado la decisión de su hijo Pedro, su sucesor en la firma de abogados, de trasladar su bufete a un deslumbrante edificio del Paseo de la Castellana pero  cuando invitaba a algún amigo a la sede de su despacho, casi se sentía en la necesidad de dar explicaciones y quitar importancia ante la prueba magnífica de su  éxito.

Fue un hombre brillante, tan brillante como discreto, que no significa humilde

Fue un hombre brillante, tan brillante como discreto, que no significa humilde, que hablaba en un tono de voz inusualmente bajo, lo que le permitía lanzar sus dardos y clavarlos en su objetivo sin que la víctima, que seguramente notaba el escozor  de la picadura, llegara a molestarse por ella. Porque José Pedro Pérez-Llorca se hacía acompañar siempre de una finísima ironía bajo la que se escondía una suave crueldad. Fue hasta el último momento de su vida un hombre interesado por todo lo que acontecía a su alrededor, alguien que participaba en innumerables ponencias y debates y que aceptaba siempre con esa media sonrisa burlona y desmitificadora cuantos homenajes se le hicieron, que fueron muchos y muy merecidos.

Fue Pérez-Llorca un representante genuino de lo que fue el espíritu de la Transición, aunque en sus tiempos universitarios llegó a ser dirigente de la organización de la izquierda radical Frente de Liberación Popular, conocido en los ambientes estudiantiles de la época como el "Felipe". Terminó su carrera de Derecho, se hizo abogado, aprobó las oposiciones al Cuerpo Diplomático y también las de Letrado de las Cortes. Sus inicios en los aledaños de la vida política fueron muy cortos: en 1966 es nombrado subsecretario de Política Exterior en el ministerio de Asuntos Exteriores con Fernando María Castiella como ministro del ramo pero cuatro años mas tarde deja el servicio activo en la carrera diplomática y se dedica a la actividad empresarial.

De nuevo la política  vuelve a ejercer su atractivo y José Pedro Pérez-Llorca se sitúa en los aledaños del Partido Socialista Popular de don Enrique Tierno Galván. Pero él, que era un socialdemócrata moderado, decide abandonar ese vínculo con el PSP y participa en la creación, en septiembre de 1976, menos de un año después de la muerte de Franco, del Partido Popular junto con José María de Areilza y Pío Cabanillas, ambos ministros del recién nombrado presidente del gobierno Adolfo Suárez. Por aquel entonces los movimientos políticos en España eran constantes porque todos trataban de tomar posición ante un futuro de libertades que se suponía inminente aunque en esos momentos aquello todavía constituía más una esperanza que una certeza. El alma de aquel partido recién nacido era sin duda ninguna el entonces ministro de Exteriores Areilza y Pérez-Llorca era un miembro destacado de esa formación.

Pero a la altura del mes de marzo de 1977, cuando España estaba viviendo una formidable transformación  política de hecho pero en la que aún le quedaba un larguísimo camino por recorrer,  el presidente Suárez decide que debe liderar una coalición de centro político y pone sus ojos en el PP de Areilza, Cabanillas y Pérez-Llorca, partido que formaba ya parte de una coalición de formaciones de vocación centrista llamada Centro Democrático. Y el 19 de ese mes, día de San José, Pérez Llorca asiste al asesinato político del fundador del partido porque Adolfo Suárez hace saber a sus miembros que esa formación recibirá la ayuda del gobierno para alcanzar el poder tras las futuras elecciones siempre y cuando ellos acepten prescindir de su líder. Ellos, ante  semejante presión, deciden aceptar y Areilza envía entonces una elegante carta en la que, en aras del mejor futuro de su partido, renuncia a liderarlo y a presentarse a las elecciones.

Este acontecimiento de homicidio político premeditado da como resultado que Adolfo Suárez desciende en paracaídas sobre la presidencia de la que se bautizó como Unión de Centro Democrático, UCD. Pero el apartamiento de su fundador tuvo su recompensa porque sus miembros más destacados fueron colocados en posición de salida en todas las listas electorales.

En las elecciones de junio de 1977 Pérez Llorca fue diputado por Madrid y elegido secretario general y portavoz del  grupo parlamentario. Y aquí se inicia una segunda etapa para él que le provoca sobre todo dolores de cabeza. En una España que se asomaba por primera vez en 40 años a los usos de una democracia parlamentaria resultaba una tarea ímproba mantener una mínima disciplina de grupo porque los diputados no aceptaban la imposición de la disciplina parlamentaria y pretendían discutir la postura decidida por el partido antes de cada una de las votaciones además de reclamar libertad de voto.

Él mismo lo contaba así: "[Tenía que] educar a 166 tíos y tías hechos y derechos que decían que eso no era la democracia, que los socialistas se lo habían dicho. Y es que además me tenía que poner yo en la puerta del Congreso porque a una hora determinada salían los aviones y se me iban. Y tenía que ser así porque si ponía a otro diputado en la puerta no le hacían caso". Finalmente José Pedro Pérez-Llorca pudo elaborar e imponer un estricto reglamento interno y consiguió controlar en buena medida, aunque no completamente, al grupo parlamentario de UCD.

Fue el propio Pérez-Llorca, poseedor de un inobjetable curriculum, el que pide a Leopoldo Calvo-Sotelo, presidente de su grupo parlamentario, formar parte de la ponencia encargada de elaborar el primer borrador de la Constitución: "Había mucha ignorancia política, la gente no preveía el papel histórico, la trascendencia de esa ponencia".

Fueron siete los ponentes constitucionales que son conocido desde entonces como los "padres de la Constitución", un papel que a Pérez-Llorca le llenó siempre de satisfacción y orgullo aunque se cuidara muy mucho de exhibirlo. Más pactista que Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, otro de los ponentes constitucionales por el grupo de UCD, y brillante parlamentario, acabó siendo visto por el vicepresidente del gobierno Fernando Abril Martorell como el líder del grupo ucedeo en la Comisión Constitucional, que inició sus debates en mayo de 1978.

Es en los comienzos de la discusión parlamentaria cuando Pérez-Llorca replica desde la tribuna de oradores al vasco Letamendía, de Euskadiko Eskerra y le dice: "Queremos una Constitución que haga imposible que nadie esté ya dispuesto en el futuro español a matar o a morir por motivos políticos".

A partir de mayo de 1978, en que Fernando Abril Martorell decide por orden de Adolfo Suárez hacerse cargo de la negociación paralela con los socialistas para sacar adelante el articulado de la Constitución, José Pedro Pérez-Llorca se convierte en el apoyo irrenunciable de un Fernando Abril que carece de formación jurídica aunque de voluntad política ande sobrado.

Él es uno de los asistentes a la famosa cena en el restaurante José Luis en la que entre Fernando Abril y Alfonso Guerra, acompañados de sus respectivos asesores, pactan nada menos que 25 artículos de la Constitución. Además de poner su despacho profesional de abogado a disposición de estas reuniones  paralelas que se celebraron con extraordinaria frecuencia, Pérez- Llorca protagonizó la mayor parte de los esfuerzos para llegar a acuerdos con los representantes de otras fuerzas políticas, incluidas las durísimas negociaciones hasta el último instante con los nacionalistas vascos.

Pero además de las negociaciones con los partidos de la oposición, Pérez-Llorca sufre en sus carnes parlamentarias  los graves enfrentamientos internos que, con motivo de algunos asuntos clave como el de la enseñanza, el divorcio o la pena de muerte, se desatan en el seno de la UCD hasta el punto de hacer irreversible la descomposición interna de ese partido.

Aprobada la Constitución, Suárez convoca en marzo de 1979  elecciones generales, que gana, y nombra a Pérez-Llorca ministro de la Presidencia. Desde ese puesto será designado por el presidente para negociar los estatutos vasco y catalán. El primer texto en entrar en La Moncloa para ser discutido es el vasco.

Escuchar a Pérez-Llorca relatar el contenido de aquel primer borrador de Estatuto es comprender el grado de inmadurez y hasta de irresponsabilidad, además de falta de solidez política de los partidos que participaban en aquellas negociaciones que se celebraban en el palacio de La Moncloa hasta altas horas de la madrugada y cuyos interlocutores principales eran el presidente del Gobierno Adolfo Suárez y el presidente del ente preautonómico  Consejo General Vasco Carlos Garaikoetxea. Así  eran las cosas por entonces.

Contaba Pérez-Llorca que las negociaciones fueron duras, difíciles, muchas veces dramáticas

Contaba Pérez-Llorca que las negociaciones fueron duras, difíciles, muchas veces dramáticas y que estuvieron a punto de romperse en varias ocasiones. El 3 de julio, en plenas conversaciones sobre el estatuto vasco, un comando de ETA en el que participa Arnaldo Otegi intenta secuestrar a Gabriel Cisneros, uno de los siete ponentes constitucionales, y como no lo consigue, le tirotea hasta empujarle al borde de la muerte. La negociación sobre el estatuto de Guernica se cierra en la madrugada del 17 de julio.

El Estatuto de Cataluña tiene también a Pérez-Llorca como negociador. Las negociaciones son mucho menos tensas pero más largas y complicadas. Su habilidad negociadora en el desarrollo de los trabajos constitucionales y en la difícil elaboración de los estatutos vasco y catalán le vale el sobrenombre de "negociador universal" lo que, unido al de "zorro plateado" que también se le adjudica, constituyen una adecuada descripción de su talante político.

En la crisis de gobierno de mayo de 1980 Pérez-Lorca pasa del ministerio de Presidencia al de Administración Territorial pero no sin antes haber rechazado la Vicepresidencia Tercera del gobierno que Suárez le ofrecía. La razón de su negativa está en la hostilidad manifiesta que comprueba produce en los "barones" de UCD su  nombramiento, al que algunos se niegan categóricamente y a la igualmente manifiesta debilidad del propio Suárez a la hora de defender una decisión que es solo suya.

Ésta de la Vicepresidencia Tercera es ya la segunda renuncia de Pérez-Llorca dentro del ámbito político de UCD y marca el comienzo de su lento pero imparable alejamiento de la vida política de la que se apartaría definitivamente en 1982. Pero aún tiene una importante tarea que acometer.

El 8 de septiembre de 1980, en el quinto y último gobierno Suárez, Pérez-Llorca vuelve a ser nombrado ministro Exteriores, cargo en el que continúa cuando, frustrado el intento de golpe de Estado, Leopoldo Calvo-Sotelo asume la presidencia del gobierno. Firmemente partidario, por razones políticas y estratégicas, de la incorporación de España a la Alianza Atlántica desde antes de que se produjera el golpe de Tejero, lo sucedido el 23 de febrero le afirma en la convicción de que la entrada deEspaña en la OTAN propiciaría una firme e irreversible integración de los militares españoles en los principios compartidos por las democracias occidentales.

Tras un periodo extraordinariamente polémico en el que la izquierda se opone frontalmente al ingreso de España en la OTAN, el líder del PSOE Felipe González encabeza su célebre campaña con el lema "OTAN, de entrada, no" y reclama la celebración de un referéndum nacional, cosa que el gobierno de Calvo-Sotelo rechaza. Y aunque las gestiones para solicitar el ingreso en el club atlántico ya se habían hecho en tiempos de Adolfo Suárez, la petición oficial de ingreso de nuestro país en la OTAN tiene lugar el  2 de diciembre de 1981 y nuestra incorporación  de hecho como decimosexto miembro se produce el 30 de mayo de 1982 siendo José Pedro Pérez-Llorca el ministro de Asuntos Exteriores

Se mantuvo en el gobierno hasta octubre de 1982 en que el Partido Socialista ganó las alecciones. Con el derrumbe de UCD, él abandonó la actividad política para siempre para dedicarse a su profesión como abogado, actividad que compaginó durante años con la actividad docente como profesor de Derecho Constitucional en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid.

Elegido en 2012 presidente del Patronato del Museo del Prado, José Pedro Pérez-Llorca fue capaz de compaginar con éxito indiscutible su pasión política, su afición artística y su dedicación profesional dentro del mundo del Derecho.

Además de en el corazón de su familia y de sus amigos este gran hombre se ha ganado un sitio de honor en la página más honrosa de la Historia de España.