Se han cumplido 15 años desde aquel fatídico 11 de marzo de 2004 en el que se produjo uno de los atentados terroristas más terribles y sangrientos de las últimas décadas, con un saldo de 192 muertos y más de 2.000 heridos. Desde un principio hubo una gran confusión sobre su autoría. En el Congreso se constituyó una Comisión de Investigación. Fui el relator de las conclusiones del Grupo Popular en la Comisión de Investigación del 11-M.

Hay un hecho incontestable. El atentado produjo un cambio político de extraordinaria magnitud en España. La ascensión al poder del socialista Rodríguez Zapatero dio el pistoletazo de salida a la demolición de los pilares constitucionales de 1978. El nuevo presidente anunció una reforma de la Constitución -sin rumbo definido y sin previo consenso- que fue el inicio de una campaña de deslegitimación de la Transición que se encuentra hoy en estado álgido. Rompió el consenso en las Cortes constituyentes sobre la guerra civil para reivindicar una Memoria histórica excluyente, sectaria y revanchista para resucitar las dos Españas que en 1978 la sociedad española quiso enterrar para siempre.

Alentó el secesionismo catalán al prometer la aprobación del proyecto de Estatuto de autonomía que alumbrara el Parlamento de Cataluña sin considerar la previsible inclusión de pronunciamientos inconstitucionales. Negoció políticamente con ETA para llegar a un acuerdo a la irlandesa, que no llegó a cristalizar a consecuencia del atentado de la T-4, con dos víctimas mortales pero que pudo ser una masacre como la del 11-M.  Y promovió, yendo del brazo con el dictador turco Erdogan, una utópica Alianza de Civilizaciones, que implicaba reconocer regímenes totalitarios o teocráticos incompatibles con las declaraciones universales de Derechos Humanos,  que son la única alianza de civilizaciones.

La ascensión al poder del socialista Rodríguez Zapatero dio el pistoletazo de salida a la demolición de los pilares constitucionales de 1978

Es falso que hubiéramos imputado la autoría del 11-M a ETA en las conclusiones de la Comisión de Investigación. Es esta una de las grandes patrañas que consiguieron acuñar los medios de comunicación al servicio de la progresía. Sostuvimos que no estaba nada clara la autoría intelectual de la masacre. Nadie nos dio una explicación razonable de cómo pudo cometerse el atentado si la práctica totalidad de los miembros del comando ejecutor que murió “suicidado” en el piso de Leganés, pero no en los trenes, o eran confidentes de la Guardia Civil (UCO), o de la Policía (UDEF), o del CNI.  Se demostró que uno de los detenidos, Rafa Zouhier, para el que la fiscalía pidió 30.000 años de cárcel y sólo fue condenado a 10 años, había informado en varias ocasiones a la UCO que Suárez Trashorras, también confidente de la Policía de Avilés, y su cuñado Toro estaban robando dinamita en grandes cantidades con la intención de venderla a ETA. Hubo otros confidentes que desde 2001 venían denunciando al clan familiar.

Con ocasión del 15 aniversario se ha vuelto a repetir que el Gobierno responsabilizó del atentado a ETA para beneficiarse electoralmente de la indignación popular. Pero el primero en acusar a la banda terrorista fue el lendakari Ibarreche, aunque Otegui lo desmintiera horas después apuntando la hipótesis de un atentado islamista. Lo que no se dice es que el CNI había informado a las 15,51 del 11 -M al presidente Aznar que con toda probabilidad había sido ETA, entre otras razones porque faltaba la huella del terrorista suicida. Esta información permaneció inalterada hasta el lunes 15 de marzo.

Zapatero fue también destinatario del informe del CNI. No hacía falta ser muy sagaz para concluir que si se confirmaba la autoría de ETA el atentado tendría un efecto devastador sobre las expectativas electorales del PSOE y viceversa si era islamista. El candidato socialista no dudó en llamar por la tarde del 11-M a los directores de los periódicos para informarles de la aparición de un terrorista suicida que oculta el Gobierno. La cadena SER dio más detalles. Llevaba varias capas de ropa interior y estaba muy afeitado, prácticas muy habituales entre los comandos suicidas islamistas. Pura imaginación interesada.

La misma cadena, a las 15,05 horas del sábado 13 de marzo, daba otra gran primicia cocinada en la calle Ferraz. Con un 99 por cien de fiabilidad el CNI había sentenciado que estábamos ante un atentado islamista perpetrado como castigo a España por haber invadido Irak. De modo que el culpable de la masacre era José María Aznar. Fue inútil que el director del CNI, Jorge Dezcallar, desmintiera tal información. Cuando a las 18,30 del día 12 ETA emitió un comunicado negando su participación en el atentado, algún relevante socialista se apresuró a decir que la banda terrorista “no miente nunca”.

A media tarde y hasta bien entrada la madrugada miles de manifestantes sitiaron las sedes del PP: “Vuestra guerra, nuestros muertos”. Pero la guinda la pondría la aparición estelar de Pérez Rubalcaba en TVE cuando faltaban apenas 12 horas para la apertura de los colegios electorales. Con una frase lapidaria pulverizó al PP: “Los españoles se merecen un gobierno que no les mienta, un gobierno que les diga siempre la verdad”.


Jaime Ignacio del Burgo fue senador (1977-1982 y 1986-1989), presidente del Gobierno de Navarra (1979-1984) y diputado al Congreso (1989-2008). Autor de 11-M. Demasiadas preguntas sin respuesta (2006) y 11-M, el atentado que cambió la historia de España (2014).