Si Fraga y Carrillo llegaron a acuerdos políticos estando en las antípodas ideológicas para facilitar la democracia en España, si PP y PSOE pactaron en el País Vasco para hacer a Patxi López el primer lehendakari no nacionalista de la historia, si todos los partidos constitucionalistas acordaron la aplicación del 155 en Cataluña tras el intento de golpe de estado de Puigdemont… ¿qué está sucediendo ahora entre los principales partidos para no llegar a acuerdos tras las elecciones? Y lo que es peor, ¿cómo es posible que sean los nuevos partidos quienes lo ponen más difícil?

Al mostrar Vox el documento del pacto secreto que firmaron con el PP descubrimos estupefactos la realidad. El famoso acuerdo era tan solo una página con tres puntos que bien podrían haber escrito sobre una servilleta de papel en un bar. No se pactaba un programa de gobierno, la derogación o aprobación de leyes, ni la puesta en marcha de medidas para mejorar la vida de los españoles. Se pactaban sillones, silencios y cordones sanitarios, los mismos que ahora se han convertido en su soga al cuello. El primer punto, eliminar los gobiernos de izquierdas. No importa cuáles, ni dónde, si son de izquierdas deben desaparecer. Cuando acusamos a la izquierda de gobernar ideológicamente desde sus cargos públicos, cosa que hacen a menudo, habrá que recordar este pacto.

El segundo punto acordado, los sillones. Vox sabe que después de unos resultados muy por debajo de lo esperado, solo ocupando cargos públicos puede mantenerse en el poder y esperar mejores resultados en un futuro. Manejar presupuesto público y repartirlo suele hacer adeptos.

¿A qué esperan los partidos para sentarse y cerrar un listado de mínimos que les lleven a resolver los grandes problemas de nuestro país?

Y el tercer punto, la confidencialidad del acuerdo, un secreto que solo ha durado 20 días. Entiendo que se añadió esta cláusula para que Ciudadanos no se enterara de que el PP jugaba sucio y aunque lo negaba a los naranjas, prometía cargos a los verdes. Nunca un pacto entre partidos debería ser confidencial como si fuese un contrato entre privados.

Estos acuerdos con pies de barro los provoca el miedo al fracaso. Los unos por salvar al soldado Casado y los otros por no desaparecer ante la incertidumbre de los resultados, unos y otros han cerrado un acuerdo en falso que puede dar al traste con muchos gobiernos.

Ciudadanos y el PSOE esperan pacientes que los acuerdos se produzcan por su propia inercia. Que Podemos apoye a Sánchez a la presidencia para no quedar en evidencia ante los suyos, que cada vez son menos, y que Vox haga lo propio con los gobiernos de PP y Cs para no facilitar más gobiernos de izquierdas.

¿Se imaginan tener un gobierno que, frente a una crisis económica monumental, o ante un desafío independentista como el que persiste en Cataluña, en lugar de enfrentarse a sus socios constitucionalistas se una a ellos? Ya lo hicieron nuestros líderes políticos de la Transición, que no tenían masters en ninguna universidad europea ni habían terminado tesis doctoral alguna. Felipe González solo se licenció en derecho, igual que Adolfo Suárez a quien le costó terminar la carrera. Sin embargo, hoy son considerados los mejores negociadores que han ocupado la Moncloa en nuestra historia reciente.

Son cinco los partidos que se llevan los mayores trozos del pastel electoral en España, tres de ellos claramente constitucionalistas. ¿Qué esperan para sentarse y cerrar un listado de mínimos, de acuerdos que les lleven a resolver los grandes problemas de nuestro país?

La política española sigue en una ciénaga en la que nada se mueve. Los líderes desde un despacho en Madrid no pueden decidir quién es el aliado o el contrincante a cientos de kilómetros, simplemente por las siglas del partido que le representa. No pueden cambiar Navarra por Madrid, o Castilla y León por Aragón. Llevamos dos meses con el país patas arriba, sin gobiernos estables y en breve otra crisis económica se avecina según los expertos, esta debilidad del Estado la aprovechan quienes quieren romperlo.

Pactar en política es decidir algo entre contrarios de común acuerdo, y comprometerse a cumplirlo. Hasta hoy los pactos que hemos visto han sido a espaldas de terceros, no se cumplen como se firmaron y los intereses personales siempre van por delante de los generales. La diversidad de partidos es necesaria porque la hemos elegido los españoles, pero también que sus líderes sean capaces de estar a la altura de este momento histórico.