El maltrato a la mujer, para publicidad, es una cosa fea, deslucida, poco agradecida para la cartelería. Es algo así como la cartelería de hospital, con esas enfermeras como de manicomio, que chistan con más amenaza que consuelo, o esos cirujanos en el quirófano mirándote como extraterrestres que te han abducido. Publicitarte la colonoscopia, a ver quién es el guapo que te vende eso. Como publicitarte el seguro de deceso (las compañías te sacan un sol, o una playa, con la pareja de blanco marbellí, como si te fueran a enterrar en un chiringuito de sangría y orquesta bongosera, como si fueras a cruzar la laguna Estigia en el barco de Vacaciones en el mar). O publicitarte a Hacienda, con una satisfacción de donante de sangre. Sí, hay temas complicados. Y aún lo son más si eres de un Gobierno del Cambio como el de Andalucía, es decir, que tienes que hacer las cosas de manera diferente para que la gente sepa que ya no están Susana ni el PSOE, que es como pensar que ya no está Juan y Medio.

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