A Pedro Sánchez sólo le faltó aparecer por Marivent en chanclas, como un Elvis hawaiano, como un Travolta con camisa de flores. El presidente pasota no es ya que tenga un agosto de lanchero, sino toda una personalidad política de tumbarse a la sombra botijera de España. Sensación de vivir, con un toque castizo de hortera de chiringuito, digamos. El Rey tuvo que esperarlo casi una hora, y hasta le abrió luego la puerta, el mismo Rey, mientras veíamos a Sánchez con esa actitud vital de manos en los hondos bolsillos que tenía El Nota de los hermanos Coen. Sánchez llegaba tarde como el dueño de la casa y de la fiesta, y haciendo que el Rey pareciera una mucamita. Luego, se plantó ante los medios como un nadador olímpico para decir algo así como que dejaran de taparle el sol, todos, la izquierda, la derecha, la prensa y el limpiador de piscinas. Y dejando un reguerito de arena y esas pisadas de pato que dejan las chanclas, volvió a eso de tomarse botellines con la sociedad civil, o sea a hacer ya campaña electoral por los chiringuitos electorales, esos chiringuitos que hacen el perfil habanero de la España del clientelismo.

hace ya campaña, abierta y ruidosamente, giras como las orquestas de verano

A Sánchez el verano lo confunde. Ahí anda como persiguiendo pactos que no quiere y soluciones que evita. Asegura que no busca elecciones pero no propone nada, sólo que lo hagan reina del mantón de manila de agosto. Habla de acuerdos y políticas progresistas, pero no se fía de sus socios a la izquierda y encima pide apoyo a la derecha. Ha dejado de llamar a los partidos para reunirse con asociaciones de la petanca o del ajoarriero. A estos colectivos que están con el cazo puesto les dice que “estamos abocados a elecciones”, pero toma las palabras del Rey Felipe, añadiéndoselas como una condecoración o un ducado, para decir que él también preferiría encontrar una solución a ir a otros comicios. Y todo esto mientras hace ya campaña, abierta y ruidosamente, giras como las orquestas de verano. Aún más: sus subalternos se turnan en la tele como si fueran Los Morancos, entre el absurdo, la confusión, la mascarada y la chufleta. Ábalos va preparando el terreno diciendo que si no se dan “las condiciones” no habrá otro intento de investidura, como si la iniciativa política dependiera de la marea; y Carmen Calvo afirma que no quieren elecciones, que sería como no hacerles caso a las urnas. ¿Esto es un relato?

Sánchez era el rey del relato un poco a lo rey del cachopo, con la publicidad por delante de la verdad y del horror

El relato, Sánchez había encontrado el relato, había ganado el relato, eso nos decían. Sánchez era el rey del relato un poco a lo rey del cachopo, con la publicidad por delante de la verdad y del horror. Pero aquí no vemos ningún relato, sino la contradicción constante que es Sánchez, desplegada espantosamente y sin pudor ante nuestros ojos, ciegos ya de verano, como una gran sombrilla estampada de Bob Esponja. No hay relato, o sólo es un relato del caos que rodea a Sánchez como a la Bruja Avería. Por supuesto, Sánchez no espera otra cosa que elecciones, quiere elecciones, para descabellar a Podemos, para debilitar a Ciudadanos. Confía en que Tezanos le sirva las profecías autocumplidas con las que los intrigantes, como los astrólogos imperiales, esperaban manejar los destinos de los reinos.

Esperando las elecciones, Sánchez acude en pedalo a ver al Rey, acude como con el bañador debajo, mojado de arena. Acude pasota y chiringuitero, acude como con riñonera, con la aprensión y la desgana de esa gente que usa riñonera, como cobradores de autos de choque. Él sigue pensando que tiene el relato mientras deja pasar el verano mirando curiosa y perezosamente sus pies como frigopiés. El Rey del Relato y del Frigopié, pensará que es él, sonriendo, cayendo ya en el sueño playero, cuando todo se va oyendo dentro de una caracola: el mar, el Rey, las asociaciones, las derechas, las izquierdas, la democracia, y la pobre España que se pregona desesperadamente como un helado a punto de ser ajusticiado por el sol.