La Comunidad de Madrid va a empezar su particular experimento trifálico después de que Vox haya renunciado al manierismo de sus cargantes maneras y a eso de querer ir abriendo leproserías para pecadores con todo el caritativo sadismo de los santos. Vox ha tenido que renunciar a mucho, es evidente el alivio de luto de la enlutada Rocío Monasterio y hasta de Espinosa de los Monteros, también con la gorguera de luto de su barba. Y la prueba de esta renuncia o paso atrás es que ahora sólo atacan a Ayuso.

De poner en peligro la democracia, los derechos humanos y la paz de los delfines, hemos pasado a hablar del IBI y de recados telefónicos

Del gran fascismo con águilas y cruces de piedra, del pequeño franquismo con bigotito y manguitos de tendero falangista, sólo ha quedado atacar a Ayuso por atender el teléfono, el té o la web de Esperanza Aguirre, o por cosas de lindes de su padre. No es lo mismo tener como enemigo al fascismo acharolado que a una secretaria con conflictos, apuros y malentendidos de secretaria de novela de después de comer, en plan Amar es para siempre. Ayuso, que de verdad tiene cara de secretaria asustada pero determinada, ahí en el vértigo de la deshonra familiar, ya es como digo otro enemigo diferente, ya representa una normalidad en el ataque que anticipa la normalidad política del pacto. De poner en peligro la democracia, los derechos humanos y la paz de los delfines, hemos pasado a hablar del IBI y de recados telefónicos. De momento ningún juez ha citado a Ayuso ni siquiera como testigo de nada, ni de robos de alhajas luisinas ni de sus ecos versallescos del Madrid pepero. Pero lo importante es que esto de Madrid ya es política de toda la vida, con sospechas pero sin ese Apocalipsis que le añadía demasiada agonía a todo, más a esos ojos como de decente telefonista que tiene Ayuso.

El experimento trifálico, decía, va a continuar en Madrid, aunque ya no es el mismo que empezó en Andalucía. Vox no se esperaba lo de Andalucía y sólo querían poner allí su diputado como su azulejo de santo o su antiguo monje barométrico. PP y Cs asumían que ese monje barométrico soltaría de vez en cuando algún grito como de ciego de cordel o de señor mayor de la escalera, alguna barbaridad que tampoco llegaría a nada. Y en Andalucía, la verdad, no está llegando a nada. Hasta las campañas que ahora llaman machistas, porque las “maltratadas” sonríen, ya las había hecho el PSOE igual (aunque eso no salva a la Junta de esa ofensiva cutrez, que ya glosé aquí, de sacar a las modelos de anuncios de pérdidas de orina o ligues de Internet o así). El trifachito no se ve trotando como pensaban, pero sí se ve cómo desaparecen las agencias de enchufados, con presupuesto sólo para el pesebre de oro de los apesebrados.

Ortega Smith quería ya volar Madrid Central, borrar todos los obeliscos que recordaran a Carmena, como hacían los antiguos faraones

En el Ayuntamiento de Madrid, Vox empezó sintiéndose más fuerte. Ortega Smith quería ya volar Madrid Central, borrar todos los obeliscos que recordaran a Carmena, como hacían los antiguos faraones, y no sé si imponer la capa española, esa de la que él parece bajarse cada vez como un Drácula de estudiantina. Pero se han dado cuenta de que, en una España donde la extrema derecha sólo llena unos cuantos bares, estancos y escaparates de santos desconchados, su futuro o su supervivencia pasa por su utilidad. Si Monasterio sólo se preocupa de que la gente se guarde la picha en un braguero o en un armario, o de darles severos y reverendos sustos con el método Ogino, pero Sánchez gana, con Rufián o con Tezanos de la mano, su partido no sirve para nada.

La Comunidad de Madrid no va a ser el experimento andaluz, porque el experimento, ahora, se ha complicado. El experimento está en si Vox puede ser útil y a la vez seguir existiendo como una derecha a la derecha del PP. Y está en si PP y Cs van a poder moderar a Vox todo lo que quieren, es decir, hasta hacerlo desaparecer, hasta volver a antes de que salieran de sus caballerizas cargados de plomo, crucifijos y cerámica de Tolosa para hacer imposible que la derecha vuelva a gobernar España. Incluso está en si va a ser necesaria una coalición PP-Cs para hacer desaparecer a Vox y conseguir gobernar. En la Comunidad de Madrid veremos una nueva versión de la derecha que llamaron trifálica, esa quimera siempre coja de las tres piernas. De momento, al menos la cosa ya no parece un fin del mundo a lo Cazafantasmas. Ahora, ya ven, se ha quedado en ese cuadro de Vermeer que parece Ayuso de medio perfil, bella y sorprendida, atacada por tomates y membrillos y granadas también un poco como de Vermeer. Ya es un avance. Puede ser un gobierno con futuro para Madrid, o, quizá, simplemente, Madrid nos puede ir indicando por dónde va a ir el futuro de España, con menos hermanas de Torquemada y más aplomo de telefonista, con menos viejas de luto de Solana y más joven de la perla. Con más centralidad y menos Vox.